jueves, 31 de octubre de 2013

Un cangrejo en mis nalgas

El lugar de la milonga era precioso: era como estar en una isleta rodeada de agua, pero al mismo tiempo muy lejos del mar. La sala de baile estaba impregnada de ese olor tan característico que solo desprenden los suelos y muebles de madera que han visto pasar muchos otoños. La pista estaba rodeada por una hilera de sillas separadas por una chimenea, en la cual era fácil imaginar un día de nieve con la leña de haya y roble ardiendo, creando una hoguera capaz de hipnotizar y parar el tiempo, mientras el calor templa la piel y se observa la danza cambiante de sus llamas. Al otro lado de la chimenea un hermoso balcón, al que tras forzar un poco sus puertas, se podía salir al exterior y disfrutar de vistas casi infinitas a un paisaje azul compuesto de agua, cielo y algunas montañas que contrastaban y le daban un encanto aún más especial. Allí el aire fresco y sano llenaba los pulmones... esos pulmones que un minuto antes respiraban tango.

Era una de las primeras tandas de la milonga, concurrida por más milongueros de los que hubiera imaginado que asistirían. Aprovechando bien el espacio, el milonguero amigo que ese momento me brindaba su abrazo y una tanda increíble que me mantenía los ojos cerrados para disfrutar de lleno cada compás, caminaba por el borde de la pista. Sonaba la Orquesta Típica Víctor, una de mis favoritas, de las que me hace sufrir cuando estoy sentada y cada célula de mi ser quiere moverse con la música, y de las que me hace también temblar de emoción cuando la comparto con un milonguero de los de verdad.

En ese estado estaba yo, fuera de este mundo soñando, cuando oí unas voces y mi nombre. Eran unos amigos milongueros que justo llegaban a la milonga. Supongo que preguntaron por mí, alguien me señaló en la pista, y decidieron hacerme saber que habían llegado. Para ello esperaron a que pasáramos junto a las sillas en las que estaban dejando sus abrigos, bolsas de zapatos e instalando sus bebidas y abanicos. Y es entonces cuando noté algo parecido a un cangrejo atacando con sus pinzas a una de mis nalgas. El susto y la impresión me hicieron lanzar un grito. Acto seguido abrí los ojos y miré espantada a un par de milongueras traviesas que estaban riéndose, a las que solo les faltaba taparse la boca con la mano para parecerse a dos niñas traviesas que recién han hecho la trastada del día. Cuando me di cuenta de la situación, pasó el momento de vergüenza por el grito, y me di cuenta que no podía enfadarme por más de dos segundos con esas milongueras revoltosas a las que quiero tanto (y más aún cuando realmente es posible que yo hubiera hecho algo parecido), sonreí, cerré de nuevo los ojos, y volví a soñar.

lunes, 28 de octubre de 2013

Las hormonas también bailan milonga

Una cosa es saberlo y otra muy distinta sentirlo.

Era Mayo, en una milonga a la que no había ido nunca. En los últimos meses mis hormonas se habían salido de las estadísticas y empezaban a actuar por su cuenta. Quizás ayudó a que por aquel tiempo pasaba bastante tiempo con una amiga, y como dicen que las amigas que pasan mucho tiempo juntas terminan sincronizando sus períodos menstruales, pues quizás eso influyó. Fui terriblemente consciente de ello mientras bailaba una milonga.

No me acuerdo de su nombre, llamémosle "el bala". Me había invitado a bailar con él una tanda de milongas y aunque soy de las que solo baila milonga cuando está 120% segura de que la va a disfrutar, supongo que las hormonas me alteraron la razón, por lo que acepté a bailar con él.

Iba a comenzar la segunda milonga de la tanda, la primera había ido medianamente bien. Empezaba a sentir el agotamiento al que me sometía "el bala" en ese intento tan característico suyo de bailar la milonga no a traspié sino a mil traspiés por segundo. Entonces las hormonas me la liaron otra vez y empecé a marearme un poco, aunque intenté seguir su ritmo. Finalmente en algún momento de la tercera y última milonga terminé perdiendo mi "presencia de espíritu" por una milesíma de segundo, suficiente para que nuestros cuerpos dejaran de sincronizar y casi cayéramos al suelo al tropezarnos. Él, ajeno a que esa milonga la bailábamos él, mis hormonas y yo, ajeno también a que no me había tropezado porque había perdido el ritmo sino porque no me encontraba bien, me hizo un gesto para continuar bailando. Pero no pude y disculpándome le dije que no me encontraba bien y que necesitaba sentarme. Él, todo un caballero, me acompañó a la silla. Y ahí mismo, en el mismo rincón donde a mí me dejaba, dejó su caballerosidad: se dio media vuelta, buscó otra milonguera...¡y le invitó a bailar el resto de lo que quedaba de milonga!

viernes, 25 de octubre de 2013

Mi fan número uno

Entre milongas se conoce a gente maravillosa, que abre su casa y su corazón a otras personas, simplemente por compartir la pasión por el tango, la magia de los abrazos, y la emoción que produce escuchar canciones que llegan al alma. Es realmente algo increíble. También en la milonga nacen amores y buenas amistades de las cuales algunas se consolidan hasta el punto de ser realmente especiales y de por vida duraderas.
 

La conocí en una pequeña milonga local. Aparte de saludos e intercambiar unas pocas palabras al principio, compartíamos una amistad en común y obviamente una profunda pasión por el tango. Con el tiempo las palabras se convirtieron en largas conversaciones en las que hubo momentos intensos, risas, incluso lágrimas y confidencias, y así, poco a poco surgió la amistad que hoy nos une. Esa milonguera de mirada intensa, sonrisa contagiosa y un corazón enorme, vive tan intensamente el tango que se emociona como nadie al hablar de tango, y cierra los ojos al bailar para entregarse en cuerpo y alma a un abrazo. Y es así, pura entrega, con las personas que por lo visto llegan a su corazón. 

Ella, es además mi fan número uno, una de las primeras en leer mi blog, y seguramente una de las lo siguen y disfrutan y me lo hace saber riendo, otras veces haciendo pequeñas críticas o sugerencias, y otras simplemente bromeando, siempre con una complicidad muy nuestra. Y a ella quería dedicarle esta entrada porque si algo he aprendido es que no somos conscientes de lo rápido que pasa el tiempo, de cómo hacemos planes para "algún día", cómo no decimos lo que sentimos a la gente porque "no es importante" o porque "ya lo sabe". Quizás hoy porque he recordado una promesa de un viaje que nunca hice y nunca haré porque ella ya no está, no quiero dejar de decir unas palabras ahora que esta amiga sí que está... aunque ya lo sepa.

Mami de Toñi y Malena: gracias por dejarme formar parte de esos afortunados que forman parte de tu vida. ¡Te quiero un montón!

martes, 22 de octubre de 2013

Los paparazzi milongueros

Hay milongueros aficionados a la fotografía que siempre andan de un lado para otro con una cámara  y se aventuran a sacar instantáneas en la milonga. Les encanta. Ajenos a si eso les gusta a unos milongueros o les molesta a otros, las publican en las redes sociales, a veces pidiendo permiso, otras sin hacerlo. No tan ajenos a esto, a los bailarines profesionales les pasa lo mismo cuando hacen alguna exhibición o muestran la lección al final de cada clase: son víctimas de vídeos y fotografías robadas, que en en su mayoría son subidas a Facebook o YouTube sin su previo consentimiento. En mi opinión eso no está bien.

La principal razón es que los bailarines profesionales viven de su imagen, y por ello es de especial importancia que los "paparazzi milongueros" lo tengan en cuenta y lo respeten. Si se cuelga por ejemplo un vídeo en YouTube en el que los bailarines no han tenido su mejor día y han cometido errores o la luminosidad de la sala es mala, o la imagen está movida y sin arreglar, ese vídeo permanece en YouTube a la vista de todos, incluyendo todas esas asociaciones, organizaciones que los contratan para exhibiciones, clases y demás trabajos. En fin, el daño puede ser enorme si es justo el vídeo que no debería verse el que precisamente se ve. Además, los milongueros también miramos en YouTube vídeos de los maestros para decidir si tomamos clases con ellos o no sino tenemos referencia alguna de ellos como profesores.

Otra razón es el derecho a la propia imagen, en la que la ley indica que tenemos derecho a disponer de la imagen como parte de nuestra personalidad, de modo que de forma genérica están prohibidas la captación, reproducción y publicación de la imagen reconocible de una persona, salvo consentimiento expreso, aunque existen unas excepciones en la que no creo que estén incluidos los bailarines profesionales de tango.

Otra razón es puramente una cuestión ética y moral, y ahí sobran las explicaciones.

De todas formas, tristemente en el mundo hay de todo: quienes de forma inconscientemente publican fotos y vídeos muy a la ligera; quienes de forma muy consciente, no solo publican sabiendo que puede molestar a las personas objeto de la foto/vídeo, sino que el colmo de los colmos, encima pretenden lucrarse de ello.

sábado, 19 de octubre de 2013

Incendio en su falda

Era una milonga de domingo tarde, la última de un encuentro de milongueros, ya a última hora cuando apenas quedaba gente. El ambiente era relajado y me acuerdo que sonaba un tema en el que yo estaba en perfecta sintonía: soñando y nada más... hasta que de repente oí un grito. La naturaleza curiosa de la que estoy hecha y yo nos dimos la vuelta a la vez para ver de dónde provenía el escándalo y entonces vi a una mujer bailando más bien una danza africana que un vals, mirando como loca a su falda como si hubiera descubierto una tarántula trepando por ella, pero no... lo único que pasaba es que su falda echaba un poquito de humo.

Lo siguiente que vi fue a otra mujer con una chaqueta golpeando la minúscula fogata pegada a su falda compuesta de una llamita insignificante. La escena pasó a ser divertida en cuanto el marido de la dama entró en acción, que sin chaqueta alguna y con la palma de su mano, consiguió apagar el fuego de la falda a base de palmadas en el trasero de su mujer. Ella, volviéndose hacia él algo molesta por lo sucedido y al mismo tiempo queriendo quitarle importancia, bromeó diciendo: "cariño, ¡si querías meterme mano no hacía falta que como excusa prendieras fuego a mi falda!". Creo que después de eso Canaro quedó en el olvido, acallado por las risas de todos los presentes. El misterio de cómo su falda prendió fuego con una de las velas, quedará ahí pero supongo que su falda rozó alguna vela al pasar junto a alguna mesa.

miércoles, 16 de octubre de 2013

Como un castillo de arena

Todos tenemos unas responsabilidades cuando trabajamos, debemos cumplir con las expectativas que se tienen de nosotros e incluso superarlas, mantener las formas y saber comportarnos con compañeros, clientes/estudiantes, proveedores o público en general. Esta norma se cumple tanto como si trabajas en la línea de producción junto a una máquina, como si te dedicas a dirigir el tráfico, como si te dedicas a cuidar enfermos o como si eres profesor. Ahí también están incluidos los bailarines profesionales de tango, ya que viven de ello y para los cuales además de una pasión, el tango es un negocio, una pequeña empresa en la que ellos son los empresarios y trabajadores. 

Así que señores ahí os dejo una serie de apuntes sobre hechos que a lo largo de mi historia como alumna de tango he observado en diversas situaciones:

* No está bien dedicarse a tomar mate y hacer el indio mientras impartes una clase, ya que estás trabajando, no de fiesta.

* No está bien mostrar una figura y dedicarte luego a ensayar con tu pareja durante la clase en lugar de atender a las dudas de tus alumnos: los recursos que se alquilan tienen que estar disponibles y funcionar durante el tiempo que se paga por ellos, no solo a ratos. 

* No está bien que empieces tarde la clase y la acabes pronto: del mismo modo que no puedes fichar en tu trabajo cuando te da la gana ni irte cuando cambia el viento.

* No está bien que te dediques a hacer arrumacos con tu pareja una vez que los alumnos están practicando lo que les acabas de enseñar, o peor aún, que tengan que esperar a que acabes para continuar con la clase: el sexo y dormir en la oficina sí, pero fuera de las horas del trabajo.

* No está bien que trates a tus alumnos con superioridad y arrogancia porque al fin y al cabo lo único que has demostrado es que sabes bailar, del resto puede que no estés ni a la altura de los zapatos de tu alumno más torpe. De hecho doy fe de que hay algunos profesionales del tango que a excepción de temas sobre tango, son incapaces de mantener una conversación inteligente de ningún tipo.

* No está bien que en la clase critiques a otros profesores o que hagas mala prensa de otras escuelas o tengas actitudes todavía peores como son robar alumnos o el espacio y tiempo de milongas que pertenecen ya a otros profesionales: del mismo modo que en una entrevista de trabajo quedas descartado automáticamente si hablas negativamente de tus anteriores compañeros, jefes o empresas. No dice mucho bueno de ti. 

* No está bien que mientras asistes a eventos relacionados con tu trabajo (milongas, festivales, etc) tengas discusiones públicas con tu pareja a los ojos de todos los demás y lleguen a ser escandalosamente desagradables. No hay que mezclar los asuntos personales con el trabajo, por respeto hacia los demás y por profesionalidad.

* Y obviamente tampoco está bien que te paguen por un trabajo y no aparezcas, ni des explicaciones, ni devuelvas el dinero que te han pagado. A eso lo llamo suicidarse, profesionalmente hablando. 

Todos sabemos que cuesta mucho hacer castillos de arena. Si los haces junto a la orilla, no llores si una ola los destruye con facilidad. Si para hacer tu castillo robas los recursos, es decir, la arena del castillo de otro niño, puede que este se enfade y pisotee tu castillo en cuanto tenga oportunidad saltando con rabia y con los dos pies juntos encima de él. Si sabes que para que tu castillo crezca necesitarás cubos y palas, cuídalos y no te dediques a agujerear los cubos o doblar las palas. Y para que tu castillo sea realmente bonito y la gente de la playa hable de él, será mejor que en lugar de tirar agua y arena a quien viene a ver tu castillo y admirarlo o a echarte una mano en su construcción o a permitirte que lo construyas en su trozo de playa, los cuides, los respetes y les des protagonismo en tu castillo... son los que estarán ahí ayudándote a construirlo de nuevo cuando se derrumben las paredes o se venga abajo el castillo entero. 

domingo, 13 de octubre de 2013

Como un globo...

¿Sabéis lo que tienen en común el pez globo, la fragata y la rana arboricola? que todos ellos se hinchan, al igual que un milonguero con el que una vez compartí una tanda, es solo que él no creo que se hinche por los mismos motivos, es decir, por sentirse en peligro, por llamar la atención del sexo opuesto o por transportar a sus crías.

Recuerdo una clase con Godoy "Pebete" y Magdalena Gutierrez en la que él me abrazó para mostrarme lo que era conectarse a la pareja para poder bailar. Al abrazarle noté cómo mi cuerpo buscaba una conexión al sentir que él ofrecía esa conexión, y entendí. Sentí como si su cuerpo se moldeara al mío, como si todo el torso, incluida la parte inferior donde están ubicadas las costillas, se amoldara a mí. Me derretí ahí mismo. Ay.. esa chica, Maggie, ¡qué suerte tiene...! Bueno, y él, porque ella es sencillamente fantástica.

Supongo que el milonguero aquel que "se hinchaba" con el que una vez compartí una tanda, intentaba hacer algo similar pero sin mucho éxito. En lugar de sentir esa homogeneidad en la conexión y el contacto, con él sentía cómo la parte inferior del torso, y sólo ella, se hinchaba como un globo para marcar a la chica. Lo curioso es que al ser muy delgado el chico, realmente parecí una fragata en celo. La primera vez casi grito del susto pensando que le había pasado algo, pero luego me dí cuenta de que era su intento o su forma de buscar la conexión con la chica. Me resultó extraño, algo incómodo al principio y luego incluso un tanto divertido. Es único, sin duda, y también un chico muy educado, amable y buen bailarín, con lo cual al final me relajé y me acostumbré o me olvidé del todo una vez que me envolvió la música... disfruté de una preciosa tanda.

jueves, 10 de octubre de 2013

El monstruo de las galletas

En aquella milonga a la que iba por primera vez, decidí sentarme lejos de la amiga con la que en esa ocasión iba a bailar. Siendo ella más experimentada que yo, intentaba evitar malentendidos. Por un lado, de recibir invitaciones de bailarines experimentados bien por compromiso o bien por asociación, es decir, que crean que por estar con ella bailo tan bien como ella. Por otro lado, de ser ignorada por aquellos que teniendo mi nivel se cohiban y no me inviten, creyendo también por asociación, que soy exageradamente más experimentada que ellos. Es algo así como lo que hacen las parejas cuando van a una milonga en la que no les conocen y quieren bailar: van separados, incluso entran a diferentes horas y se sientas en lugares opuestos con el fin de obtener más invitaciones. Si en una milonga los ven juntos, obviamente sus posibilidades de baile disminuyen.

En aquella milonga no tuve en cuenta un detalle: ya había ido con ella a alguna otra milonga y la gente ya nos relacionaba. Con lo cual, lo que sucedió es que a pesar de no estar sentada con ella, sabiendo que ella era mi amiga, creo que por cortesía o amistad hacia ella o simplemente por suerte, uno de esos bailarines a los que yo normalmente no tengo acceso, me invitó a bailar. Lo hizo mientras el monstruo de las galletas que soy reponía fuerzas discretamente en un silla de la segunda fila. Casi me ahogo del susto cuando recibí su cabeceo a solo dos metros de mi silla, mientras sonreía picarón con esa mirada de "te pillé con las manos en la masa". Mi primera reacción fue declinar su invitación y al hacerlo, él arqueó las cejas sorprendido por mi rechazo, pero siguió sonriendo, asintió entendiendo la situación y si disponía a darse la vuelta e irse cuando ese diablillo que tenemos dentro me dijo que estaba perdiendo una tanda preciosa con un bailarín increíble y que era una tonta. Así que antes de que terminara de darse la vuelta, logré asentir con la cabeza. Él se detuvo, me esperó y me ofreció el abrazo, que yo acepté todavía con la boca llena de galletas. Durante ese primer tango yo estaba en las nubes, tanto que me olvidé de las galletas. No fue hasta que terminó el tango, que mirándole y arqueando las cejas con un gesto de disculpa, terminé de tragarlas. Creo que fue ahí donde se dio cuenta de que toda la situación: que yo no había aceptado finalmente porque ya había terminado de comer, sino porque no quería perder la oportunidad de bailar esa tanda con él de ninguna manera. Entonces fui testigo de una de las mayores caras contenidas de la historia de las milongas, en la que él hizo un auténtico esfuerzo al no dar rienda suelta a la carcajada que expresaban sus ojos. La vergüenza hizo que mi cara se tornase de un tono escarlata bastante delatador.

Solo espero que pasar por ese apuro tenga su recompensa y la próxima vez que volvamos a coincidir en una milonga, me vea, me sonría, y se acerque para invitarme a bailar, no como amiga de su amiga, sino como el monstruito de las galletas con el que se lo pasó tan bien bailando.

martes, 8 de octubre de 2013

La pareja adecuada

Algunas veces voy a milongas en compañía de amigas milongueras experimentadas a las que pocos se atreven a invitarlas a bailar y normalmente son bailarines también experimentados quienes lo hacen. Todo lo contrario de lo que me pasa a mí, que conmigo se atreven casi todos, sean medio principiantes o bailarines experimentados. Pero me parece justo y además, es lo que me apetece: bailar con quienes más o menos tienen un nivel parecido al mío para así poder disfrutar ambos por igual de la tanda ya que si el desnivel es demasiado obvio, por un lado o por el otro, uno de los dos no disfruta tanto bailando... y normalmente es el más experimentado el que sale mal parado.

Cuando me invitan bailarines más inexpertos que yo, suelo aceptar siempre mientras tengan un abrazo agradable, sigan la música y cumplan con los requisitos básicos de educación e higiene. Por un lado, siento el deber moral de bailar con ellos porque son principiantes y quiero seguir el ejemplo de quienes hicieron lo mismo conmigo.Por otro lado, la mayoría no cumplen con el requisito de un abrazo agradable y terminan haciéndome daño, o a veces no poseen un sentido musical desarrollado porque les falta la experiencia, en cuyo caso me aburren. Desgraciadamente para mí, si me hacen daño o en lugar de bailar me hancen unos pasos aprendidos cuando mi cuerpo cobra vida por sí solo al oír la música, no disfruto en absoluto. Y lo peor, no se disimular. Si la tanda no me gusta, casi aguanto lo que sea, incluso soy capaz de charlar y hablar de jardines botánicos, pero si la tanda me encanta y me bailan un tango igual que un vals o una milonga o me bailan milongas a doble tiempo, simplemente me muero por dentro, porque una parte de mí quiere bailar y no puede... es como estar en una jaula cuando quieres volar. Llevo toda una vida trabajando en ello pero la verdad es que tengo un defecto, que aunque mejora con el tiempo muy pco a poco, todavía me supera en ocasiones: mi impaciencia.

De vez en cuando también me invita algún bailarín experimentado con el que también acepto aunque me supone una lucha interna aceptar y en más de una ocasión he llegado a rechazar la invitación. Por un lado me siento halagada y lo veo como una oportunidad, pero por otro me crea tensión por la inseguridad que me provoca el pensar que no estaré a la altura. Obviamente todavía me invitan por amistad o porque les he llamado la atención como mujer.. y saber de partida esto, me hace dudar aún más. De todas formas, si logro relajarme, disfruto de una tanda maravillosa, un auténtico regalo; sino me relajo, me imagino en su lugar y casi es a mí a quien le dan ganas de sentarle a él para no seguir torturándole. Afortunadamente las ocasiones en la que me relajo total o parcialmente van en aumento y algún día conseguiré que ellos disfruten tanto como a veces me hacen disfrutar a mi. Tiempo al tiempo.

domingo, 6 de octubre de 2013

Tarjeta roja

En aquella milonga había una orquesta tocando, la pista estaba con gente pero se podía bailar muy a gusto, y yo estaba disfrutando de una tanda preciosa. Mi pareja de baile era un bailarín estupendo con el que bailo a veces y que tiene bastante experiencia, por lo que es uno de los que me da la seguridad suficiente como cerrar los ojos y entregarme totalmente a la música, aunque muy a mi pesar, es de los que les gusta más el abrazo abierto, los boleos, ganchos y todo tipo de figuras de escenario. ¡Qué pena que ya no baile como cuando bailé la primera vez con él! por entonces bailaba en abrazo cerrado, muy milonguero él, y yo disfrutaba a mil con solo caminar y hacer unos pocos giros. Aunque he pensado que quizás bailaba así conmigo porque era incapaz de mantener mi eje y el baile no daba para más.

Disfrutando de aquella tanda preciosa, relajada, en algún momento del segundo tango sentí un golpe fuerte y seco pero que no dolió. Me dio justamente en esa parte entre las rodillas y las ingles, pero por la zona de detrás, en las dos piernas a la vez, generando un temblor en mi cuerpo, que como una onda expansiva subió desde las piernas, atravesando la columna, hasta llegar el cuello. Me dejó como un flan, incapaz de controlar mi fuerza, mi equilibrio y sentí cómo mi cuerpo fallaba y no me sostenía. Anduve rápida de reflejos y literalmente logré colgarme del cuello de mi bailarín para no caer al suelo. De no haberlo hecho, mi cuerpo hubiera seguido la misma trayectoria que un edificio al que con explosivos hacen caer hasta quedar en escombros. Me sorprendió sentir esa falta de control en mi cuerpo y durante aproximadamente medio minuto no fui capaz de continuar bailando, ni siquiera de mantenerme en pie por mí misma. Tras un descanso breve continué bailando, temblorosa y al final de la tanda tuve que sentarme. El efecto del golpe en mi cuerpo hizo que estuviera fuera de control por más de diez minutos. Nunca me había pasado algo así. A aquel golpe le siguieron unos días con dolores de cabeza.

Mi bailarín se portó como un ángel en todo momento y de la pareja que me golpeó fue ella la que más se preocupó aunque no se porqué extraña razón ella era la única que ponía énfasis en disculparse cuando era evidente que fue él quien la hizo lanzar un boleo, con fuerza y totalmente descontrolado. ¡Se merecía tarjeta roja y al menos cinco milongas castigado sin poder bailar!

viernes, 4 de octubre de 2013

Energía positiva en estado puro

Hay un chico con el que me encanta bailar y tengo la certeza de que el sentimiento es mutuo, eso se siente. Siempre que nos vemos en la milonga o yo le busco ó me busca él y sí o sí terminamos bailando al menos una tanda. Es con quien tengo el segundo record de bailar más tandas en una milonga: ni más ni menos que cinco, aunque ya sabéis que el record realmente lo tengo con un amigo del que os hable en mi entrada Lamilonga no es una ONG. Lo increíble del chico del que hablo es que es autodidacta, de los que nunca ha tomado clases y aún así es capaz de hacer lo que hace. Hay gente que nace con un don o una capacidad extraordinaria para transmitir con su cuerpo la música: él es uno de ellos.

Un día hablaba con una amiga de él, de por qué nos gustaba a cada una de nosotras bailar con él. Yo le dije que por su abrazo, por su musilidad, por esa imaginación que tiene de crear y jugar, de hacer de un tango mucho más que un abrazo sino de una complicidad total formada por una conexión que roza lo perfecto. Es lo que una buena amiga llama “tener piel con alguien": se tiene o no se tiene y muy pocas veces surge por sí sola. Yo tengo la mejor de las suertes porque esto se consigue con  pocos bailarines y entre mis milongueros locales hay más de uno que me brinda esa magia. ¡Qué pena que no pueda metérmelos a todos en el bolsillo y llevármelos a casa! 

Hay quien sueña con tener mucho dinero, éxito en el trabajo y en la vida, o que todo el mundo le adore, pero yo sueño con encontrar el amor en alguien que me regale esa magia al bailar y poder llevármelo a casa para despertarme cada mañana de mi vida con él y bailar cada día abrazada a él. Soy feliz, pero encontrar eso sería el equivalente a que me tocara la lotería. Pienso que la felicidad está en nuestra actitud en la vida, en nosotros mismos. En su estado puro es un escudo contra cualquier mal porque es cuando el cuerpo y la mente se hacen uno solo, cuando se crea la coraza contra todo lo dañino del exterior, haciendo que la fortaleza que cada persona tiene en su interior brille en todo su esplendor: energía positiva en estado puro.

miércoles, 2 de octubre de 2013

También hay rascacielos en la milonga

Era aquella milonga en la que decidí jugar a la ruleta rusa aceptando bailar con hombres con los que no había bailado antes ni había visto bailar. Esto me sucedió después de la historia de los brazos al cuello.

Recibí una invitación de un chico que no había visto en mi vida. En su caso no importaba el hecho de que le hubiera visto bailar o no, ya que debería haberle dicho que no desde un principio por simple y llano sentido común. Parece que la sensatez no se interpuso entre mi bocaza y lo que veían mis ojos, y además, esa milonguera solidaria que todas tenemos en nuestro interior salió a flote, así que acepté bailar con él. Ante mis ojos un rascacielos: tenía al chico más alto que nunca antes me había invitado a bailar y no exagero si digo que rondaba los dos metros de altura o los superaba: parecíamos el punto y la “i”. 

Era muy simpático y educado y bailaba bien, pero desde un principio se empeñó en que bailáramos en abrazo cerrado, con lo cual me causó incomodidad tener a un auténtico muro humano justo delante y me costó concentrarme en la música porque sentía algo así como claustrofobia. En un par de ocasiones intenté abrir el abrazo, pero había tanta gente que sinceramente era difícil algo así. No pude disfrutar de la tanda y sus enormes pasos me agotaron ya en el primer tango. Sentí ganas de darle las gracias y retirarme pero finalmente bailé sin rechistar la tanda entera, sonriéndole después de cada tango, por no hacerle el feo que creo que no merecía. Después tuve que sentarme a descansar durante dos o tres tandas y me quedé pensando. 

Pensé en todas esas parejas en la que la diferencia de altura es tan considerable y cómo lo hacen para disfrutar del baile con un obstáculo así. Y entonces me acordé de que yo suelo bailar con chicos muy altos y con la mayoría no tengo problema alguno al adaptarme porque son ellos los que al final también se adaptan un poco a la chica. Decidí quedarme con la cara de ese chico, aunque será fácil teniendo en cuenta su altura. Creo que no bailaré más con él hasta que aprenda a buscar un punto intermedio para adaptarse también a su pareja de baile y que así ambos disfruten del baile.

martes, 1 de octubre de 2013

¿Sabíais que...?

... hoy es una fecha muy especial?

Hace exactamente 4 años, el  30 Septiembre de 2009, la Organización Cultural de Naciones Unidas, UNESCO, inscribió el TANGO sobre la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad

"La tradición argentina y uruguaya del tango, hoy conocida en el mundo entero, nació en la cuenca del Río de la Plata, entre las clases populares de las ciudades de Buenos Aires y Montevideo. En esta región, donde se mezclan los emigrantes europeos, los descendientes de esclavos africanos y los nativos (criollos), se produjo una amalgama de costumbres, creencias y ritos que se transformó en una identidad cultural específica. Entre las expresiones más características de esa identidad figuran la música, la danza y la poesía del tango que son, a la vez, una encarnación y un vector de la diversidad y del diálogo cultural. Practicado en las milongas –salas de baile típicas– de Buenos Aires y Montevideo, el tango ha difundido el espíritu de su comunidad por el mundo entero, adaptándose a nuevos entornos y al paso del tiempo. Esa comunidad comprende hoy músicos, bailarines profesionales y aficionados, coreógrafos, compositores, letristas y profesores que enseñan este arte y hacen descubrir los tesoros vivos nacionales que encarnan la cultura del tango. El tango también está presente en las celebraciones del patrimonio nacional, tanto en Argentina como en Uruguay, lo cual muestra el vasto alcance de esta música popular urbana."

Fuente: Unesco.org