miércoles, 28 de enero de 2015

El poder de la imaginación

¿Habeis oído alguna vez decir a alguien "tengo tantas cosquillas que me río solo de imaginarlas"?. A mí me pasa eso mismo con bailar. Hay temporadas en las que bien porque no me apetece, porque no tengo dinero o porque el trabajo o las circunstancias personales no me lo permiten, no puedo ir a milonguear. Y yo necesito milonguear porque me hace feliz y me crea incluso ansiedad si no bailo. Es también mi vía de escape, la fórmula mágica que hace que el estres se evapore, que mi alma esté en paz.

Es entonces cuando pongo música en casa y practico giros alrededor de una mesa camilla que tengo en el salón, o con la referencia de una silla hago ochos y trato de hacer algún adorno, y otras veces simplemente me tumbo sobre la alfombra nueva de pelitos largos que compré en Ikea hace unos meses... y sueño. Sueño que bailo. La adrenalina que corre por mi cuerpo al soñar y el bienestar que me invade es es similar al que siento en la milonga: supongo que es el poder de la imaginación, el poder que todos tenemos dentro para curarnos un mal tan sólo con soñar.

Después de unas tanditas en mi imaginación, en las que nunca pierdo el eje, y el chico con el que bailo es siempre un estupendo bailarín, me levanto, feliz, con hambre y con el mono de tango bastante controlado.

Luego hago estiramientos, tal y como hago también antes de tumbarme en la alfombra: lo sé, es ridículo, pero es parte de la fantasía y de la locura sana que me produce el tango.

sábado, 24 de enero de 2015

Van, pero no regresan

Una vez me dijeron que en la vida hay tres cosas que se van y luego nunca regresan: las palabras, el tiempo y las oportunidades. Es cierto que cuando dices algo, ya lo has dicho y no puedes deshacerlo sino tan solo disculparte, así que serán las consecuencias de esas palabras las que vengan a ti; también es cierto que el tiempo pasa y que no se puede regresar al ayer, a no ser que lo hagas en sueños o con el pensamiento; y las oportunidades es cierto que se presentan en un momento dado de la vida y hay que saber distinguirlas para aprovecharlas, pero no son únicas, la vida te ofrece tantas pero también buscándolas las encuentras o ellas te encuentran a ti.

En la vida todo va y todo vuelve, todo es relativo, y además, en realidad, todo cambia, aunque no seamos capaces de percibir los cambios, por lo tanto todo va y nunca regresa. Supongo que por eso nació la famosa frase Carpe Diem, para aprovechar cada momento, que es único. Pero no solo el tiempo lo es, también lo son los abrazos.

Cuantas veces me ha sucedido que he abrazado a alguien: yo, mis emociones en ese momento, mi energía, mis circunstancias; él, sus emociones, sus circunstancias, su energía. Tantos factores, que cada abrazo, aunque sea con la misma persona, es también único en cada momento, en cada noche.

Recuerdo a una amiga que un día me dijo: este verano por primera vez supe lo que es sentir un orgasmo milonguero total. Arqueé las cejas, me reí. Ella se explicó: me contó que había bailado con un chico local, con el que había bailado antes muchísimas veces bien, disfrutando, pero no más. Y de repente un día, lo vivió: esa sensación que mucha gente milonguera no conoce, en la que terminas de bailar y la terminas con la piel de gallina, casi hasta con ganas de llorar de la emoción, por la conexión compartida, por ese momento mágico. Me confesó también que con él, solo esa única vez lo sintió, que después bailó con él más veces y otros días también, pero que la magia no surgió de aquella manera tan especial.

La conclusión es que son tantos los factores que influyen para que esa magia se dé, que puede surgir cualquier día, con cualquier persona, en cualquier momento, y por esa esperanza de que surja, es la principal razón por la que todo milonguero/a que lo ha sentido antes alguna vez, va a la milonga.

martes, 20 de enero de 2015

Una razón de las razones por las que me gustan las tandas de tres

No hace mucho fui a una milonga que tenía lugar en la planta superior de un centro comercial. Llegué cuando ya había empezado y me encontré con un par de conocidas que pronto me presentaron al resto de sus amigos, así que bailé mi primera tanda tan pronto me puse las sandalias de tango. Allí nadie cabeceaba, todo eran invitaciones directas.

Aquella primera tanda la disfruté bastante: creo que tuve suerte de bailar con el más experimentado de la pista. La segunda tanda la bailé con un chico que invitó primero a la chica que yo conocía, y tras ella rechazarle, me invitó a mi. Lo que se vino conmigo a la pista fue la cara de ella como diciendo "estás loca" y también a un chico principiante no, lo siguiente: hacía tan solo un mes o dos que daba sus primeros pasos. Me sorprendió porque era capaz de pisar a ritmo casi todo el rato y sabía cinco o seis figuras en las que conseguía no sacar de eje a su pareja, aunque claro está, el pobre no tenía abrazo de ningún tipo. Lo pasamos bien y me gustó ver su cara de sorprendido cuando vio que todo lo que me intentaba marcar salía bien. A veces yo tenía que adivinar sus marcas y me movía casi sola pero todo valía con tal de que fluyera la pista y de ver que el chico estaba más feliz que unas castañuelas.

La tercera tanda y tras la cual di por finalizada la milonga para mi, la bailé con otro milonguero de mediana edad. Bailaba con mucha energía y pisaba a ritmo casi todo el tiempo pero estaba tan concentrado en hacer su baile, que se olvidaba de que bailaba conmigo y se iba solo. Intentar seguirle era una pesadilla. No puedo con este tipo de milongueros. Pero empecé la tanda y quise terminarla por educación.

En el segundo tango de la tanda hizo dos o tres figuras a su manera y al principio intenté seguirle, luego me cansé y decidí pisar a ritmo a pesar de lo que él hiciera y hacer lo que me diera la gana, tal y como él hacía. Como obviamente no bailaba con nadie, sino más bien sola, me dediqué a curiosear alrededor, observar a los demás bailarines y también a la gente que paseaba por el centro comercial. Mientras yo hacía eso, hubo un momento en el que él se aceleró mucho, hizo alguna figura solo y luego aparecí yo con un paso largo, como si nada. Él me miró algo molesto y lo intentó de nuevo. El resultado fue el mismo. Entonces, ni corto ni perezoso, me preguntó si no sabía la figura porque estaba seguro de que él la había hecho bien ya que no era ningún princiante. Luego me aclaró que hacía ya dos años que bailaba, como si eso lo convirtiera en una eminencia. Estaba tan aburrida de toparme con tipos como él que lo único que hice fue mirarle, levanté las cejas y no le dije nada: para qué molestarse. Afortunadamente las tandas eran de tres y pronto dejé de bailar con él. Luego me cambié y me fui a cenar: comer siempre me alegra el espíritu.

jueves, 15 de enero de 2015

Un masajito, por favor

Hay eventos de tango en los que se contrata a un profesional para dar masajes en la espalda, las piernas o los pies durante el día o durante la milonga de la noche. Yo soy de las que siempre van. Normalmente prefiero gastarme los eurillos en el bienestar y en la comida que en cosas materiales como calzado o ropa, aunque como todas, de vez en cuando compro preciosos trapitos y sandalias. No lo puedo evitar: soy milonguera.

Dentro de mi experiencia, los masajes más bienvenidos han sido siempre los de pies y piernas, zonas del cuerpo más castigadas por el baile, sobre todo en la mujeres debido a los tacones. Particularmente, cuando lo que necesito es que te traten la espalda, yo no me fío tanto de los profesionales que contratan porque no suelen ser fisioterapeutas titulados y la espalda es una parte del cuerpo muy delicada para dejarla en manos de cualquiera. Además, normalmente, si debido a que has bailado con alguien con quien no debías, has terminado lesionada, un masaje no te soluciona nada. Un masaje relajante ayuda a aliviar fatiga, pero en lesiones donde pueda haber inflamación, definitivamente el masaje tiene que esperar a unos días a ser dado, y lo que es más, con uno no suele bastar: lo digo por experiencia.

Por experiencia también os recomiendo que probéis, que os deis el capricho y disfrutéis de ese momento tan especial de relación: yo normalmente bailo muchísimo mejor después de un masaje y un vino (este último para entrar en calor después de quedarme algo fría tras el masaje). También creo que a más de uno/a deberían dárselo gratis por el bien del resto de los milongueros de la pista... no sé, si se pagan taxi-dancers para bailar con las que no reciben muchas invitaciones, porqué no pagar a los aceleraditos para que se relajen un poco.

Y hablando de taxi-dancers. Un día bromeaba con una amiga después de hablar de los taxi-dancers y salió el chiste de consolarnos con que no hubiera taxi-lesionadores contratados por los masajistas... ¡aunque mejor no doy ideas! ;-P

sábado, 10 de enero de 2015

Cuando es un taxi-dancer quien te invita

 Hace un tiempo alguien que organizaba un evento de tango me escribió para confirmarme una inscripción y aprovechó la ocasión para preguntarme si conocía a algún chico que tuviera un abrazo agradable y que estuviera dispuesto a trabajar en la organización invitando a bailar a las milongueras que permanecieran mucho tiempo sentadas durante las milongas. La idea era poder disfrutar del evento de forma gratuita a cambio de comprometerse, unas dos o tres horas por milonga, a bailar con todas aquellas milongueras que bien por ser principiantes o porque van solas, o porque no son tan jovencitas, no las invitan tanto.

Al principio la idea me resultó curiosa, pero me gustó y por tanto me puse manos a la obra para localizar a alguien. Desgraciadamente pensé en tres candidatos, pero ninguno estaba disponible. Eso sí, además de encantarles la iniciativa, me pidieron que les avisara en futuras ocasiones.

Lo segundo que pensé, tras la sorpresa inicial, es que la idea, independientemente de si el número de mujeres era desproporcionadísimo con respecto al de los hombres -o no-, era muy buena para así no desmotivar a ciertas milongueras y que continuaran yendo a la milonga. Lo cierto es que si como milonguera vas a un evento en el que por lo que sea no bailas, es raro que repitas. Lo mismo sucede si el nivel de baile no es el adecuado para ti, tengas el nivel que tengas: es tan importante bailar, como bailar a gusto.

Hace poco me enteré que esta práctica está siendo cada vez más común y me gustaría saber qué opinan las milongueras al respecto. ¿Todo vale? A mi no se si me hace precisamente mucha ilusión bailar con alguien que lo hace porque le pagan y no porque le sale del corazón.

lunes, 5 de enero de 2015

Me sentí valiente

Era un domingo por la tarde y asistí a una práctica, que como la misma palabra lo dice, es un espacio en el que se practica tango, a veces con guía de milongueros experimentados o profesores. En esta práctica sonaba la música sin tandas, sin cortinas, la gente cambiaba de pareja cuando quería y se paraba en medio de la pista para discutir si salía o no bien una figura.

Estaba observando la pista cuando se acercó a mi un chico con el que nunca había bailado antes pero que había conocido durante ese fin de semana. Lo había visto bailar antes en una milonga y me había parecido un chico con una técnica que brillaba por su ausencia y con una energía totalmente desproporcionada y descontrolada. A su favor he decir que al menos era guapo y simpático. Supongo que es esa la razón por la que acepté practicar con él. Las prácticas suelen ser buenos momentos para sugerir y la idea de sugerirle que disminuyera un poquito su nivel de energía en esa práctica me parecía un buen intento para ver si podría luego bailar más tarde con él en la milonga. Pero decidí callarme, experimentar y ver qué sucedía.

Desde un principio opté por un abrazo muy abierto, para poder controlar del todo mi eje y esquivar el suyo, si se desviaba más de la cuenta y amezaba con descontrolarse. Era un chico muy alto así que o hacía eso, o mi atrevimiento podía derivar en una catástrofe. Como era de esperar, empezó a moverse a mucha velocidad, supongo que para no llegar a caerse tras perder el eje en cada paso. La música tampoco iba con él, pero qué más daba... tan solo era una práctica. Hasta que empezó a criticarme porque no me sabía los pasos. 

Insistió en enseñarme cómo hacer un gancho tras intentar varias veces uno sin que yo le entendiera la marca. Le dije que no sabía porqué, pero que el cuerpo no pedía un gancho (más bien correr a varios kilómetros de él, aunque eso no se lo dije) o que no le entendía la marca. Le propuse intentar otra cosa ya que nos faltaba el consejo de alguien más experimentado para orientarnos en aquello que obviamente no salía bien, pero se molestó  porque él había estado en Buenos Aires y había tomado clases con no-se-qué profesores y que no entendía lo que me habían enseñado a mí porque no sabía ningún paso. ¡Ay, ay, ay.. lo que hay que oír! Respiré profundo y me dije: "nena, tú si que puedes... 1, 2, 3, 4,..100, 200, 300..."

Luego comenzó con unos giros, pero la suerte duró poco porque se le ocurrió la brinllante idea de pasar a las sacadas. Y sintiendolo mucho, ese fue mi límite: visto el peligro, debo de reconocer que casi salgo corriendo, pero no, solo me excusé y le sugerí que provara con otra chica. 

Seguido de la práctica hubo milonga y fue ahí cuando me di cuenta de que ninguna milonguera local que hubiera salido ya de la etapa de principiante aceptaba una invitación suya. Luego me dediqué a mirar a otro lado cada vez que había cambio de tanda para no cruzar miradas con él. Una milonguera local que estaba sentada junto mi captó el asunto y me dijo: "es un terrible...". Le respondí con una mirada cómplice milonguera. ¿Qué más faltaba por decir?

jueves, 1 de enero de 2015

Feliz Año Nuevo

Aprovechando la oportunidad para desearos un Feliz 2015, lleno de abrazos, sonrisas y muchos momentos especiales.