martes, 7 de julio de 2015

Poniendo en entredicho un código

Hay un código milonguero, socialmente aceptado por todos como norma no escrita, en la que se establecen las pautas de comportamiento en una milonga. En lo referente a lo que sucede entre el milonguero y la milonguera tras bailar juntos una tanda, la norma aceptada es que él acompaña a su pareja de baile a su sitio, y si quiere continuar bailando con ella, deberá hacerlo más tarde, tras un nuevo cabeceo. Tiene cierto sentido, y como teoría está bien, sobre todo si ello permite que esta norma social milonguera haga que todo el mundo tenga la oportunidad de bailar con todo el mundo. Pero la realidad es bien distinta.

En Europa al menos, se cuestiona abiertamente si se puede "obligar" a alguien a bailar o dejar de hacerlo simplemente porque el código milonguero así lo diga. ¿Qué sucede si un hombre y una mujer quieren seguir bailando juntos por la razón que sea, de mutuo acuerdo, tanda tras tanda? Al fin y al cabo, están en su derecho de hacerlo y no deberían dar explicaciones a nadie.

Quienes se quejan de este comportamiento suelen ser mujeres casi siempre, quizás porque las mujeres solemos ser más numerosas que los hombres en las milongas. Erróneamente creen que si una milonguera "acapara" a un milonguero varias tandas, eso implica que las demás no tienen tantas oportunidades de bailar con él. En realidad, se les escapa un pequeño detalle: nadie obliga al milonguero a repetir tandas, sino que él lo hace porque quiere. Es decir, si él solo quiere bailar con ciertas chicas y solo puede bailar una tanda con cada una de ellas porque hay un código milonguero que así lo indica y quiere respetar esta costumbre, ¿acaso alguien cree que porque no pueda bailar todas las tandas que quiere con sus milongueras elegidas, optará por bailar con otras con las que no quiere o no le apetece bailar? Sinceramente, creo que no.

Me pregunto si también les parecerá mal que una milonguera se quede charlando en la barra con un milonguero, tomando cervezas, mientras transcurren varias tandas, y por tanto, "impidiendo" así que baile con otras. Creo que es bastante absurdo; también creo que la envidia no es sana; y obviamente también considero que se puede emplear la energía en protegerse de otros comportamientos que definitivamente sí son poco sociales y desconsiderados hacia las demás.

Con tales comportamientos me refiero por ejemplo a la típica milonguera que invita de forma directa, comprometiendo a ciertos bailarines con las que todas quieren bailar (para así asegurarse sus buenas tandas), en lugar de cabecear; o a la roba-cabeceos, que se hace las tonta mejor que nadie, y con la excusa de que creía que era para ella, siempre se las apaña para interceptar un cabeceo que no es para ella, sabiendo que la mayoría de los hombres, por educación y por evitar situaciones incómodas, no corregirá el malentendido. También está la milonguera que se pone delante de las demás, tapándolas, y así asegurarse de que solo ella pueda recibir un cabeceo dirigido a la zona donde todas ellas están. En fin, que me parece que hay muchos comportamientos bastante más preocupantes que el hecho de que un hombre y una mujer quieran, por mutuo acuerdo, bailar juntos más de una tanda.

1 comentario:

  1. Aqui, en el final de tu escrito tenes la respuesta de porque mucha gente comienza a bailar y termina yendose...el queso fuerte no es para todos los paladares. Se llama sensibilidad...social jaja

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