Una vez alguien me dijo que tenía
que disfrutar cada baile, cada momento, fuera con quien fuera. Pues bien, se puede, pero no con la misma intensidad. Os pondré un ejemplo:
Imaginad un deportista al que le gusta correr, entrena 3 o 4 veces a la semana y cuando
puede, un fin de semana se va a participar en alguna maratón o media maratón.
Disfruta muchísimo corriendo y se siente feliz y bien consigo mismo cuando consigue llegar a meta
y hace un buen tiempo. Ahora bien, tiene un amigo al que le ha convencido de
lo maravilloso que es correr y éste se anima a entrenarse e intentarlo. Quiere que
su amigo deportista entrene con él, pero puede que el deportista se aburra, baje su forma física
y encima se lesione. También puede que el que no es deportista se
sienta mal porque el deportista se aburre con él ya que todavía no puede correr, respirar y
darle conversación al mismo tiempo, o no puede seguir su ritmo. Al final, quizás lo más acertado sería que, por ejemplo, salgan a correr un día a la semana juntos y el resto de los días el deportista vaya a su ritmo, para no perder forma
y que ambos disfruten de correr sin agobios. O incluso, pueden entrenar por
separado, ir a la maratón juntos pero luego, aunque un rato puedan correr
juntos, lo normal es que llegue un punto en que el deportista se ponga a su ritmo, intente llegar a meta, y mejorar su tiempo, que es lo que le hace sentir bien y para lo que corre. El amigo debería comprenderlo.
Bien, pongamos ahora que quien le
pide que entrene o corra a su lado una maratón es alguien que no conoce de
nada. ¿Qué motivaciones tendría cada uno para ir a la
par del otro? Es seguro que el que empieza a correr, muchas: no tiene que
esperar, tiene a alguien que le motiva y le hace incluso correr algo más rápido, y encima, no va solo. El deportista puede que
quiera ser solidario porque sabe lo duro que es empezar a correr y decida
ponerse a su ritmo en los entrenamientos un rato o incluso en la maratón, pero
no lo hará con frecuencia si quiere conseguir su objetivo y disfrutar del deporte.
Se puede aplicar un paralelismo a bailar tango. Cualquiera puede bailar feliz con un amigo o
conocido que empieza, o incluso con un desconocido por solidaridad, ya que todos hemos sido principiantes y nos ha hecho ilusión que alguien nos pida bailar. Pero una cosa es bailar feliz una de esas tandas, y otra cosa es estar toda la noche o buena parte de ella bailando ese tipo de tandas. Y al igual que los principiantes, los otros también han ido a la milonga a disfrutar y no es con los principiantes con los que más disfrutan, sino con otros bailarines que bailan más o menos como ellos o mejor. Yo personalmente entiendo que esta es la razón por la que muchos bailarines no bailan conmigo o solo lo hacen de vez en cuando, sean amigos o no, y no me enfado por ello: me parece lo más normal del mundo, ya que al fin y al cabo todos hemos venido exactamente a lo mismo a la milonga: a disfrutar. Entonces, ¿porqué se enfadan otros conmigo cuando yo hago lo mismo?
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