viernes, 22 de febrero de 2013

Momentos entrañables

La milonga deja a veces momentos que se te quedan en el recuerdo por lo entrañables que son o por el impacto que te causan o a ti o a los que tienes alrededor.

 Recuerdo que era otoño, un festival local en el cual disfruté cada minuto del encuentro por estar rodeada de amigos y muy buena onda y porque los anfitriones hicieron que se creara un ambiente magnífico, único, uno de los mejores que he vivido en un evento de tango.

 Era el momento de la actuación de los maestros así que busqué un buen ángulo para poder hacer unas instantáneas de los portugueses Fernando Jorge y Alexandra Baldaque mientras deleitaban a su público con algunos tangos y fados. Estaba cerca de la mesa del grupo de los más veteranos que conozco, entre los cuales hay señores, muy señores ellos, de los que siempre guardan la compostura, son muy educados, van con sus mujeres a bailar, las tratan como reinas que son, y se retiran a media milonga o después de las actuaciones de los maestros. Y como no, allí estaban, sentaditos en primera fila, en silencio absoluto con sus abanicos, esperando a disfrutar de los maestros para luego cumplir su ritual, y retirarse inmediatamente después a descansar.

 El primer tango sonó, lo bailaron y al terminar, el público estalló en aplausos. Continuaron con un fado, y es ahí donde empecé a oir bolsos que se abrían, abanicos que se cerraban, pero yo seguía tomando fotos. Fue durante el tercer tema, también un fado, que oí por primera vez varios ruiditos de plástico. Me giré y observé a varias mujeres con paquetes de pañuelos de papel en la mano. Pero lo que más me llamó la atención es que sus acompañantes también estaban usándolos, porque literalmente estaban llorando de emoción. Fue impactante ver a esos hombretones serios llorar como niños. Es la primera vez que veía algo así en una actuación y el conjunto al completo me emocionó también a mi.

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