viernes, 22 de agosto de 2014

Polvos mágicos

Era uno de esos lugares que parece que están hechos para que tenga lugar una milonga en ellos, y sin embargo era el sótano de un hotel, en un polígono industrial. El suelo de madera, aunque no muy bien cuidada, apenas resbalaba, pero a mi me daba igual: estaba contenta. Me gustan los suelos así porque en ellos me siento más segura. Además, los organizadores habían pensado casi todo y al lado de cada columna exterior había montoncitos de polvo blanco para pisar a conveniencia y así poder resbalar mejor.

Y digo que los organizadores pensaron en casi todo porque se les pasó un detalle que dio lugar a la anécdota de la milonga. Como aquel espacio tenía pinta de ser un lugar en que se celebraban bodas y eventos similares, en cada columna interior había un cubitero, que en otros momentos habría albergado muchos hielos y alguna botella de vino o de cava. Supongo que los dejaron ahí, cerca de las columnas pensando que no molestarían. Y no molestaban, pero todos sabemos que a veces la pista de baile, en lugar de parecerse a una milonga, se parece más bien a un campo de fútbol.

Aquel día, la gente bailaba relajada, pero aún así, alguno se creía en el mundial y aunque no terminó metiendo gol, si dio alguna patada que otra. Con una de ellas, una de las cubiteras de metal quedó desparramada por la pista, con sus litros de agua circulando como si de un río se tratara. A los pocos segundos aquello ya parecía más bien a un lago, ocupando un cuarto de la pista de baile.

Obviamente, yo estaba cerca de la catástrofe, como siempre. Con suerte, mi milonguero, que estaba a todas, evitó que tuviéramos que salir remando del lugar: el agua ni nos tocó. Después los organizadores delimitaron de forma rápida y efectiva el lugar inundado y en apenas unos minutos, mientras sonaba la siguiente cortina, lo limpiaron y quedó como si ahí no hubiera pasado nada. Aún así, me dio tiempo a pisar el agua, o lo que fuera aquello, y convertir las suelas de mis sandalias en pegamento, hasta que me acordé de los montones de polvos mágicos que había esparcidos cerca de las otras columnas, esos polvos talco que tanto ayudan cuando la pista no resbala.

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