Siempre voy a bailar el fin de semana, si es que puedo, porque me encanta, me da vida. Sin embargo, hace poco sentí por primera vez pereza de ir a una milonga local. Cuando lo mencioné a una amiga, ella me preguntó: "¿estás enferma?". La respuesta es NO: ni lesionada, ni enferma, ni tenía un evento familiar, ni había quedado con amigos a comer, cenar o ir al monte. No me apetecía, sin más.
Parece que estoy en una de esas crisis, pero no es ni la de los 30, ni de los 40, ni de los 50, ni ninguna del estilo.
Me acuerdo de que antes me hacía mucha más ilusión ir a las milongas locales, disfrutaba bailando con casi todo el mundo, salvo con los brutos o arrítmicos de turno, y el juntarme con los amigos y conocidos era un plus. Hoy en día es al revés: disfruto cada vez con menos bailando con la gente y lo que me motiva a ir a la milonga es juntarme con amigos. Definitivamente no me ilusiona bailar como antes. Ahora, cuando llego a una milonga y antes de calzarme las sandalias, escaneo la pista y entonces, como por arte de magia, las ganas por bailar y la ilusión se evaporan: no me entran prisas por ponerme los zapatos. El consuelo que me queda es la música y que siempre anda por ahí alguno de mis milongueros favoritos para salvar la noche de bailoteo. Pero esto me ocurre solo en las milongas de casa: mi ilusión por bailar renace cada vez que la milonga está ubicada en latitudes muy distintas a la mía, quizás porque ahí encuentro más gente con la que disfruto bailando y experimento nuevos abrazos.
Y me pregunto: ¿me estoy volviendo muy especial, rara? No me gusta nada esta sensación, y me hace cuestionarme otros asuntos: ¿realmente merece la pena tomar clases y mejorar?¿para qué?¿para que yo mejore mi baile y disminuya el número de bailarines con los que disfruto bailando? Porque hay algo que está claro: sucede. A medida que mejoras tu baile, aunque te diviertas bailando con gente a la que aprecias y con la que tienes afinidad, disfrutar realmente (esa sensación que te deja sin palabras) lo haces cada vez con menos gente.
Que alguien me diga qué me está pasando porque creo que definitivamente, si esto no es una crisis milonguera, yo no soy milonguera.
Piensa que alguna vez tú también fuiste principiante y hubo bailarines que te sacaron y que te hicieron crecer como tanguera. Tarde o temprano llega el momento de devolver a otros lo que a ti te dieron, y puede que estés en ese punto. También yo agradezco que las más experimentas se dignen bailar conmigo y me ayuden a crecer.
ResponderEliminarDavid, suelo bailar con gente menos experimentada que yo precisamente por lo que dices. De lo que hablo en la entrada es algo diferente a eso: hablo de que antes me divertía con todos porque todos bailaban como yo o mejor, ahora me divierto con menos gente y a veces voy a la milonga y no me apetece bailar, sino charlar que es más divertido. En resumen, con los que son menos experimentados que yo no me divierto igual que con los que tienen experiencia similar a la mía y es algo lógico y nada raro: ocurre en todos los aspectos de la vida y seguro que a ti te pasa lo mismo y tendrás gente con la que te gusta bailar más y gente con la que menos.
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