Ya aprendida la lección de intentar que mis amigos milongueros suelten la lengua y cuenten anécdotas que inspiren a la milonguera que os escribe, fue fácil hacer lo mismo con los amigos de mis amigas milongueras.
Una noche cenando con una de ellas y un amigo suyo, tras un par de copas de vino y con ese acento porteño tan característico suyo, él nos contó la historia de una amistad con una mujer, que pudo quedarse en el camino por algo que sucedió la primera vez que bailó con ella.
Este milonguero empezaba a bailar. Entró en una milonga, pidió una copa y se buscó una mesa, como es su costumbre. Sentado en su rincón, mirando los pies de las mujeres que pasaban bailando, vio unos que le gustaron por su forma de moverse. Subió los ojos y lo que vió también le gustó, creo que porque la chica en cuestión no era una de las señoras con las que habitualmente bailaba, sino una chica joven como él y además, guapa.
Había fichado a la chica, ahora solo le quedaba juntar el valor suficiente para invitarla a bailar. Tuvo suerte, porque creo que cuando iba a buscarla se encontraron y terminaron bailando juntos. De la tanda no mencionó ni si era de tangos, valses o milongas, ni si la chica bailaba bien o no, ni otros detalles, pero era obvio que la chica le gustaba y nos contó el apuro que pasó cuando tras unos ochos hacia adelante, el roce produjo que su cuerpo le traicionara. La chica se dió cuenta pero me imagino que fue comprensiva y no lo tomó a mal. El caso es que jamás hubo nada más entre ellos a parte de ese episodio, y una bonita amistad cultivada con los años.
Después de la anécdota yo confesé que, por raro que parezca debido a todas las anécdotas que me ocurren entre milongas, nunca me había pasado algo así bailando con un chico, ya que jamás he sentido a ninguno alterarse. Mi amiga confesó que a ella sí le había pasado, así que supongo que en un futuro tendré que tomar un largo café con ella para saciar mi curiosidad. Su amigo también comentó que él había sentido a mujeres a las que les había traicionado su cuerpo, y que eso sucede a veces. Eso sí que me sorprendió, pero me temo que no tendré ocasión en mucho tiempo de volver a retomar la conversación y que me cuente esas experiencias tan interesantes.
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