Aquella vez hice una locura poco característica en mi: apuntarme a todas las clases del festival. Supongo que mi conciencia, después de permanecer casi un año sin clases, tocó fondo o quizás fue la cruda consciencia de que mi técnica no mejoraba y que necesitaba clases urgentemente.
Me apunté a ocho clases de las cuales cuatro tomé con el que se ha convertido en mi compañero"habitual cuando me da por ir a clases sueltas. El resto las tomé con un un chico jovencísimo, de ojos claros, muy educado y con una energía desbordante. En todas ellas me entregué en cuerpo y alma e intenté absorver toda la información posible para luego interorizarla con el tiempo. El mismo tiempo que me ha demostrado que conseguí mi propósito y que efectivamente mis milongueros habituales notaron la diferencia.
Tanta clase, tantas horas de tacones y llegó un momento en el cuarto y último día en el que mi cuerpo no daba más por el agotamiento. He de decir que a parte de las clases, cerré todas y cada una de las milongas del evento, por lo que me me faltaban muchas horas de sueño y descanso. Ese último día comí casi sin ganas y lo único en lo que pensaba era en tumbarme un poco antes de la milonga de cierre de la tarde. Como ya había hecho el check-out y no podía dormir en mi habitación, me dirigí a lo que creía que era una planta discreta del hotel en la que vi unos sofás que parecían muy cómodos y decidí cerrar los ojos un rato y descansar. Seguramente no tardé ni cinco segundos en caer dormida y como ocurre en estos casos, casi al instante siguiente de acomodarme en el sofá noté un toque en mi hombro y una voz que me decía que eran las seis y que la milonga iba a comenzar: me había quedado dormida unas dos horas.
También me di cuenta de que el lugar elegido para soñar con los angelitos no era todo lo discreto que yo pensaba. Después de pasarme media milonga escuchando bromas sobre mi siesta, el colmo de los colmos tuvo lugar al día siguiente cuando por sorpresa encontré en Facebook una foto de lo que parecía una homeless tanguera durmiendo tirada de cualquier manera en un sofá... ¡me habían etiquetado!¡la homeless tanguera era efectivamente yo! ¡Oh, noooo!
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