Al igual que algunos de mis lectores más participativos en el blog, yo también pertenezco a la generación 3.0. Es una generación que en su mayoría ahora está formando familias, con lo cual, es bastante lógico que no abunden en las milongas, aunque que cada vez más crecen en número. Este grupo suele estar formado por gente que empieza a bailar o que hace pocos años que baila, pero su capacidad de aprendizaje es por lo general más alta que las generaciones siguientes. Aunque como en todas las generaciones, siempre hay excepciones.
La generación 4.0 es aún más difícil de encontrar porque definitivamente casi todos tienen hijos pequeños, y muchos de ellos incluso están separados o divorciados, con lo que compatibilizar su amor por el tango, el trabajo, y la familia, es algo muy difícil de conseguir. Aún así, están esas parejas que por lo que sea no han formado familia, gente soltera o bien salidos de otras relaciones o incluso algunos atrevidos a los que admiro, que van con sus nenes a la milonga. Son los de esta generación y la 3.0 con los que yo personalmente me encuentro más a gusto bailando, quizás porque nuestros niveles de energía son más similares.
Lo que evidentemente más abunda es la gente de la generación 5.0 y 6.0, muchos de ellos ya con hijos autosuficientes, económicamente estables, y algunos de ellos incluso jubilados. Son también los que más asisten a encuentros y festivales, los que van a clases de forma continuada, los que al fin y al cabo se lo pueden permitir mejor. En este grupo hay un gran número que ven el tango como un acontecimiento social, en el que el interés por conseguir una perfección en su baile pasa a un segundo plano, mientras que el aspecto social es el que prima. Aunque he de reconocer que no son los más abundantes, hay milongueros que además de socializar, bucan esa perfección de la que hablo en su baile y por eso ofrecen abrazos expertos y maravillosos. Aquí he encontrado estupendos bailarines, con los que además he hecho buena amistad.
También los 2.0 escasean. Son una generación que cuando entran en una milonga solo ven a milongueros de la generación 9.0. en la pista: un efecto óptico típico de la edad, ya que a casi todos nos ha pasado lo mismo cuando teníamos su misma edad. Creo que quizás por este motivo el tango les seduce menos, ya que no lo ven como un baile de jóvenes, aunque afortunadamente, en algunos países -no solo en Argentina-, esto va cambiando y esta generación va creciendo en número. Aprenden con una rapidez impresionante, pero por lo general prefieren bailar con gente de su generación, ya que es entre ellos donde encuentran más milongueros con un nivel de energía similar. A mi, por lo general, no me suele gustar mucho bailar con ellos, quizás porque con los que he bailado se centran principalmente en experimentar y gastar energía, más que en la parte emocional y el abrazo.
La 7.0 y 8.0 existen, pero son escasos, al menos en Europa. No he bailado con muchos, y con los porquitos con los que he bailado, me he aburrido terriblemente porque son como principiantes a pesar de su edad, aunque algunos hace años que bailan. Mejorar su técnica no ha sido una de sus prioridades, quizás también porque su condición física no suele ser óptima. Dicen que allá por las cunas del tango, son aquellos que mejor saben bailar, y que son auténticos milongueros, que con unas discretas caminadas, unos pocos giros bien hechos y un abrazo, enamoran tanto a las más señoras como a las más pebetas. Estoy segura de que es pura magia lo que le hacen sentir a una, y he de confesaros que esta milonguera que os escribe se muere de ganas por bailar con alugno de ellos... todo llegará.
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