lunes, 20 de enero de 2014

Pelea de gallos

Supongo que a casi todas nos ha pasado alguna vez. Tienes una noche fogosa con tu pareja sentimental, en la que hay incluidos bastantes besos. A la mañana siguiente, al mirarte al espejo, te dan ganas de gritar: tu cara se parece más bien a una paella a la que alguien ha puesto demasiado azafrán, y encima se ha dejado los granitos de arroz a medio cocer, y para colmo, pica. Al instante siguiente el asombro suele dar paso al enfado cuando eres consciente de que la irritación de tu cara ha sido provocada por esa dichosa barba de un día o dos que algunos se dejan crecer para parecer más sexys, o peor aún, por su dejadez o pereza y no afeitarse. ¿Tan difícil es dejarse barba o no dejársela en absoluto? Eso de "a medias" no nos gusta nada a las mujeres ni en la barba, ni en casi ninguna otra cosa.

Ya aclarado lo molesto que esto es, os cuento que algo parecido suele pasar en las milongas, solo que sin besos y sin todo lo otro, tan solo con un abrazo algo incómodo. A mí concretamente me pasó un día en el que acepté la invitación de un chico al que no había visto bailar antes, cosa que no hago a menudo. Por ese motivo mi idea era rechazar su invitación tan pronto percibí su intención de invitarme. Sin embargo, en cuanto lo vi caminar, empezó a flojear mi propósito y mis fuerzas para rechazarle se fueron esfumando. Cuando lo tuve delante y vi esa sonrisa suya tan perfecta, esos pantalones, que al estilo milonguero le caían de maravilla, y encima tan guapísimo, mi perdición fue obvia. Creo que ni le constesté: me levanté directamente. 

Unos segundos después, me ofreció el abrazo y olí su perfume, y a partir de entonces le consentí casi cualquier cosa: un abrazo algo rígido, un ritmo poco acertado, e incluso un pisotón. Pero como ocurre cuando te sientes timada porque lo que compras no cumple tus expectativas, a mí me paso lo mismo con él y mi tontería empezó a esfumarse, aunque eso sí, la culpable yo, por creerme el cuento de La Lechera. 

Aquel cuento había empezado con un "érase una cara a una barba de dos días pegada", y lo que debería haber sido un abrazo y cuatro tangos, terminó como algo parecido a una pelea de gallos, o al menos eso es lo que yo parecía al acabar de bailar, puesto que tenía toda la parte derecha de mi cara irritada, con heridas pequeñitas, como si me hubieran dado picotazos. Las heridas y la irritación tardaron un día entero en dejar de escocer y molestar. 

Por ese motivo y porque se que muchos no sois conscientes de ello, chicos, me gustaría pediros que a parte de que os pongáis elegantes, que os lavéis los dientes y que os echéis un perfume que nos deje medio tontas, que también os afeitéis. Que sepais que la barba de dos días efectivamente puede ser sexy... pero solo de lejos, o en una fotografía.

7 comentarios:

  1. Tienes razón pero… ¿bailar con la cara pegada es correcto? Quizá sea más estético y sano para las cervicales que ambos tengan el cuello recto y aunque se produzca algo de roce éste sea mínimo. Juntar las caras es más íntimo y entrañable, sobre todo cuando tienes confianza pero las pocas veces que he bailado así al acabar notaba que el cuello no ha estado a gusto.

    Por cierto, ¿vas al festival de Sevilla? Tengo curiosidad por sacarte a bailar una tanda y comprobar todo lo que has escrito aquí :P

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  2. Totalmente de acuerdo!!!!

    Y por cierto! También voy a Sevilla, os referís al Workshop de Gastón no?

    Estaría genial saludaros!!!

    Jose.

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  3. Ayyyy si es que no hay que acercarse tanto... a no ser que sea otra chica...

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  4. Pues correcto no sé, pero cómodo desde luego que no...

    Es una pena, pero no creo que esté por Sevilla ya que tengo otros compromisos. Pasadlo bien.

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  5. Reconocelo milonguera, sí que vienes pero te da verguenza saludarnos... ;)

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  6. Por allí anduve Ricardo, aunque no estaba en mis planes, me animé en el último momento.. :-)

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  7. Fuiste a Sevilla??????? Ohhhhh!!!!!! Seguro que te ví o nos cruzamos y ni lo pensé!!!!!

    Jose.

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