domingo, 2 de febrero de 2014

Tango a tres

¿Habeis visto alguna vez a un hombre bailando tango con dos mujeres a la vez? La primera vez que lo vi llamó mi atención y me hizo reír por su originalidad. Aquellos tres bailaban como si fueran dos y hacían que pareciera facilísimo: algo así como cuando ves a una pareja profesional bailar y también te lo parece, aunque luego intentas tú hacer un simple paso hacia adelante y encima te sale mal. Igualito.

He de confesaros que tiempo después fui yo quien intentó hacer lo mismo pero con un resultado más bien diferente. En ese momento es cuando realmente les admiré de verdad, tarde en el tiempo, en la distancia. Hacer algo así requiere concentración, técnica, experiencia, compenetración, en definitiva, es bastante más difícil de lo que yo imaginaba en un principio.

Me acuerdo que me dijeron: "mira solo al pecho del bailarín y muévete según lo sientas, como si bailaras sola con él". Esta ingenua milonguera se lo creyó, lo intentó, se lo pasó muy bien intentándolo, pero ahí quedó todo. Que no os engañen: de fácil, nada. Para hacerlo bien no solo hay que hacer lo que me dijeron, sino que además hay que estar pendiente de un montón de detalles más a parte de escuchar la música, estar pendiente del espacio, de tu compañera, de mantener el atípico abrazo bailando a tres, entre otras muchas cosas, y encima no reírse al meter la pata. Mucho pedir para mí: soy de esas mujeres para las que no aplica eso de que "el cerebro de las mujeres está mejor preparado para hacer varias cosas a la vez" (Abc.es, 03/12/13 por Pilar Quijada). Después llegué a la conclusión de que como casi todo, es cuestión de paciencia o de que ocurra un milagro y a una de mis XX le termine de crecer la patita para no parecerse tanto a una XY. 

Me gusta el rol de la mujer, preocuparme principalmente de la música y de sentir, dejarle a él el resto de los quebraderos de cabeza que tienen que ver con la pista de baile. Es también otra de las razones por las que me gusta tanto el tango: es el único momento en el que yo no tomo el control sino que dejo que otra persona lo haga por mi. El día que lo descubrí, me sentí como si hubiera vaciado una mochila cargada de piedras: me encantó.

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