Esta es la historia de un bonito detalle de amor. Los protagonistas, una pareja de milongueros que se conocieron en la juventud y que jubilados como están, siguen juntos, abrazándose entre milongas.
Me acuerdo cuando los conocí en una milonga local. La primera vez que crucé una palabra con él fue al acercarme a su mesa de una forma que yo creía discreta, para comprobar si entre el puñado de caramelitos que había sobre las mesas quedaba alguna picota (esos caramelitos rojos con forma de bola por los que esta milonguera pierde la cabeza). Él se dio cuenta de la estrategia y sonriendo me dijo que ya no quedaban mientras yo me ponía roja como un tomate.
En la siguiente milonga en la que coincidimos él se acercó a mi sonriendo, abrió la mano, y me ofreció un tesoro: un puñado de picotas que él había recolectado para mi. Casi hasta me emociono por el bonito gesto, y con ese puñado de picotas me ganó: no tuve dudas en ese momento de que ese milonguero y yo íbamos a compartir muchos abrazos. Cuando además me presentó a su mujer, conecté enseguida con ella, y entonces también supe que con ella iba a compartir momentos muy especiales.
Llegó una fecha señalada en la vida de esta pareja: esa en la que una persona que ha trabajado duramente toda su vida, se jubila, pasa al estado "jubiloso", puesto que a partir de entonces dispone de tiempo para él y su mujer, para viajar, pescar, dedicar a la familia y para bailar tango. En aquel momento tan importante de cambio en su vida ella quiso hacerle un regalo original, especial, que yo descubrí durante el siguiente verano, cuando las camisas de manga corta empezaron a sustituir a las de manga larga. Un día de esos en los cuales aprecié que situado en la parte interior de su antebrazo lucía un precioso tatuaje de una pareja bailando tango. Abrí los ojos como platos y mi curiosidad fue más grande que yo y pregunté, y así es como supe su historia.
Es en el tango donde he visto a varias parejas ya, que al mirarlas hacen que una se conmueva por el cariño y conocimiento palpable entre ellos, su amor y complicidad. Envidio eso que veo en ellos y me siento afortunada de poder ser testigo de estos pequeños detalles y momentos, ya que me hacen vivirlos como si yo fuera parte de ellos.
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