Soy de esas personas que cree que
cada cual tiene que saber sus limitaciones y ser sincero con uno mismo. Así que en esta línea, os contaré unos cuantos secretos. Aqúi va el primero: ni
se pintar, ni se cantar, pero ambas cosas me encantan.
Precisamente porque no se
pintar, podré pintar algo parecido a un cuadro, pero nunca pretenderé ser un
Goya o un Sorolla, ni tampoco aspiraré a exponer cuadros en un museo, ni
siquiera a exponerlos en el portal de mi casa, ya que a parte de que podrían
detenerme por vandalismo, lo más parecido a una cara que soy capaz de dibujar
es un circulito con dos puntitos por ojos y un semicírculo de boca. Obviamente,
tampoco daré clases de pintura a otros, a no ser que estudie sobre pintura y
sea toda una experta en la materia, pero siempre me faltará algo: el don del
arte. Aún así creo que una persona sin el don del arte podría transmitir mejor
conocimientos que alguien que sí tiene ese don, ya que nacer con el don del
arte no significa haber nacido para enseñar.
Precisamente porque no
tengo ni voz ni oído, podré cantar villancicos con mi familia, pero no
intentaré pertenecer a un coro. Físicamente, seguro que sí puedo, pero no me
parecería justo para los demás miembros del coro, ya que podría entorpecerles
en su evolución, y afectar a la calidad del conjunto del coro y también al
disfrute que ellos tienen al cantar. Se trata de ser algo menos egoístas de lo
que somos por naturaleza y pensar un poquito más en los demás.
He aquí un grupo de bailarines a
los que la sinceridad consigo mismos brilla por su ausencia: los maestrillos. Me
encantaría que todos aquellos bailarines que se creen maravillosos, aunque ello
no implique que lo sean sino sólo que ellos se lo creen, se abstuvieran de
aleccionar a sus bailarinas mientras bailan en la milonga. Si las bailarinas
por lo general no les entienden, puede que el problema no sea de las
bailarinas, sino suyo: quizás porque no son lo suficientemente claros con la
marca, o no marcan bien, o no marcan en absoluto. Un dato importante: las figuras
no se aprenden, se sienten, con lo cual preguntas como “¿no te sabes la figura…es
que no la has dado en clase todavía?” están bastante fuera de lugar, y peor es
decir “…es que ahora tienes que ir para este lado...”, y ya el colmo de los
colmos es empujarla para que vaya. Estoy cansada de los cansinos maestrillos de
las milongas. Y ya que ellos no son sinceros consigo mismos, os contaré un
secreto a voces: de maestros nada, los que aleccionan suelen ser los peores
bailarines de la milonga y además, enseñan para esconder su incapacidad para
comunicar un movimiento.
Otro grupo de bailarines a los
que la sinceridad consigo mismos brilla por su ausencia: los que bailan para
que les vean. Bueno, era un eufemismo: hablo de los bailarines que se pasan la
milonga haciendo figuritas a sus bailarinas, aunque no encajen bien con la música,
sean a destiempo, y el eje sea para ellos eso que han oído que existe, pero que
desde luego no va con ellos. Me encantaría que si un bailarín no controla una
figura, no la haga. Para practicar, están las milongas. Puede lastimar a su
bailarina o a otros bailarines de la milonga o lo que es peor, a gente que ni
siquiera está bailando: y doy fe que eso sucede. Deberían captar el mensaje cuando
otros bailarines les miran con cara de pocos amigos o cuando su bailarina está
mirando para todas partes y está rígida e incómoda. El problema es que hacen
como si el cuento no fuera con ellos o
la culpa fuera de los demás. Ya decía mi abuela que es más fácil ver la paja en
el ojo ajeno que la viga en el nuestro. Y ya que ellos tampoco son sinceros
consigo mismos, os contaré otro secreto a voces: cuando hacen una figura y se
caen o casi tiran a su bailarina, no la están haciendo bien, sino
terriblemente mal, y normalmente no suele ser porque las bailarinas no saben
sostenerse sobre sus tacones, sino porque ellos no saben sostenerse a pesar de
no llevar tacones.
Y ahora un momentito de paz, y también un secreto, de los que no se cuentan a voces: las mujeres no necesitamos figuritas
para disfrutar de un tango, ya que un buen abrazo, sintiendo la música y
bailando a ritmo, suele ser lo que en el fondo todas anhelamos. Y así como por
lo general preferimos agua a vino agriado, de igual manera preferimos una
caminadita bien hecha a un montón de figuritas mal hechas. Capito?
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