Era un día entre semana, y yo por costumbre ni voy a clases, ni a
prácticas ni a milongas durante la semana, ya que tengo bastante con
poner lavadoras, hacer la comida para el día siguiente, limpiar algo la casa, ir a clases de estiramientos o pilates, ir a trabajar y
ponerme al día con alguna amiga a base de cafés o tés. Pero esa semana
me apetecía hacer algo diferente, y aprovechando que había
una práctica a la que se me antojó ir, tiré de San Facebook para
coordinar con amigos y organizar un mini-convoy para ir.
Al final fuimos solo dos, número perfecto para hacer el viaje ameno, bebiendo mate todo el trayecto y poniéndonos al día sobre
vidas amorosas, milongas, y otros temas, eso sí, de la "cosa" (llámese
crisis españolita que no acaba nunca), ni palabra. Prohibido.
Mi amigo conducía y esta milonguera que escribe, que iba de copiloto, tuvo la difícil tarea de preparar el mate, en movimiento. Yo me dije, si he visto a argentinos prepararse mate mientras van en bici, sin quemarse con el agua hirviendo, esto es pan comido. Pero no señores, de fácil nada.
En mi papel de alumna, seguí al pie de la letra las instrucciones que me daban, para obtener el mate justo al punto. Primero saqué la yerba y el mate, que es la cosita que se utiliza para cebar el mate. Luego mi amigo se empezó a reír y me dijo que si me atrevía, tenía que echar yerba hasta llenar casi el mate y dejar como un dedo sin llenar, para que nos entendamos, como unos 2/3 de su capacidad. Hasta ahí todo bien. Luego tenía que poner mi mano encima, haciendo de tapa, y dar un golpe seco y agitar un poco al mismo tiempo que lo volteaba todo sobre mi palma, sin dejar caer nada de yerba, y luego volverlo a su posición original. Sus risas las entendí en ese punto, cuando descubrí que mi mano estaba llena de polvo, que por reflejo sacudí un poco, y en consecuencia casi me ahogo con el polvillo. Hace poco me he enterado que el mate se sacude no para quitar el polvillo -que es un mito en la preparación de mate-, sino para mezclar sus componentes. De hecho, el polvillo no es malo, sino que hace que le de un poquito de espuma al mate.
Lo difícil venía ahora. Tras inclinar el mate unos 45%, de forma que quedara inclinada la yerba, y vertir un poco de agua muy caliente, mientras bajábamos un puerto con más curvas que la calle Lombard de San Francisco, había que introducir en el medio de la yerba mojada la bombilla hasta el fondo, y seguir echando agua, aunque siempre lo más cerca posible de la bombilla. Se supone que el primer sorbo es el de los boludos o ni se cómo lo llamó, porque tomas aire más que mate, así que todo caballero él, dio el primer sorbo.
Luego siguieron más tentaciones a mi buen pulso, ya que tenía que ir echando el agua próxima a la zona mojada, pero en una zona seca, así poco a poco, hasta después de muchísimas curvas y equilibrios, terminar el agua poco tiempo antes de que la yerba seca dejara de estarlo. Por lo visto deja de tener sentido echar agua cuando la yerba empieza a flotar (lo llaman mate lavado), ya que es entonces cuando deja de tener sabor y hay que reemplazar la parte de la yerba mojada.
Todavía no entiendo porqué no iba yo conduciendo y él, el experto,
preparando el mate, pero la verdad es que aprendí mucho sobre un ritual o tradición, que es muy común en Argentina y Uruguay como momento para compartir. La vida pone pruebas dificilísimas a esta
milonguera, pero ¡ya se cebar unos “verdes”!
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