Era una milonga de tarde, con comida previa, buena compañía y un frío terrible en la calle. Después de unas tandas, que sirvieron para ir calentando, llegó una de esas que adoras y que hacen que tu cuerpo se mueva solo ya en la silla cuando estás sentada esperando a que alguien te invite a bailar. Pero no vale cualquiera, ésa en especial necesitas que sea con alguien que te haga vibrar.
La invitación llegó, y por supuesto acepté. Todo ello a pesar de no conocer al bailarín, y ser consiente de que las posibilidades de que fuera una desilusión eran bastante altas dado el nivel de bailarines de esa milonga en particular. Pero tuve suerte: abrazo agradable, él conocía los temas y encima los bailaba a tiempo... a tiempo completo, eso sí. Es solo que mi cuerpo pedía más tiempo dentro del tiempo, o quizás un poco de juego. Y así fue que mi cuerpo, en más de una ocasión, cobró más vida de la que le daban. Mi bailarín se quedó mirando perplejo y mientras bailábamos me dijo: " eres muy activa bailando". Le salió del alma, pero fue tan consciente de que yo podía interpretarlo como un reproche, que se corrigió enseguida y me dijo"... ah, pero a mí me gustan activas".
Con lo cual sucediron tres cosas: una, que el bendito hombre se ganó mi simpatía por siempre jamás; dos, que me obligó a cuestionarme si soy demasiado impaciente bailando y no espero lo suficiente (cosa que no gusta nada a los hombres); y tres, la posibilidad de que además de lo anterior, él hubiera bailado mucho con un tipo de chicas "poco activas". Al pensar en lo que ese hecho puede implicar y sacar mis propias conclusiones, sentí lástima por el hombre, y se ganó mi simpatía aún más.
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