Ese fin de semana estaba de
estreno. Estaba muy orgullosa de mi compra porque por menos de 12 euros había
conseguido un precioso trozo de tela capaz de transformarse en falda, vestido
palabra de honor, y vestido playero: en definitiva, una joyita.
Pero la joyita decidió desafiarme
en la primera milonga en la que me la puse. Elegí la modalidad de vestido palabra
de honor, que ajusté a mi cuerpo rodeando una tira a modo de lazo por debajo
del pecho y esperando que el sujetador que me había puesto hiciera la magia
suficiente para mantener el escote del vestido en su sitio. He de confesaros
que la tela del vestido tenía mucha caída y era fina.
Llegué a la milonga
encantada con mi vestido nuevo pero no pude lucirlo hasta que me invitaron a
bailar la primera tanda, que es cuando me quité la chaqueta para bailar más cómoda. Tal
era el frío que hacía en el local. Esa primera tanda la bailé con un chico con
el que habitualmente bailo a gusto, pero ese día no fue así. Parecía como se
hubiera vuelto más rígido o torpe, o quizás solo fue porque ambos estábamos fríos, el ambiente no acompañaba, y
la tanda tampoco. No disfruté de la tanda, pero la principal causa fue que en
cada giro, en el abrazo cerrado en el que bailábamos, la fina tela de mi
"vestidito de diseño" se deslizaba hacia abajo cada vez más y más, declarándome
oficialmente al guerra cuando tras subirlo discretamente y colocarlo de nuevo
en su sitio, al instante siguiente volvía a desplazarse. No quise mirar al
chico con el que bailaba para no hacerle pasar vergüenza, porque es evidente
que veía más de lo que yo quería mostrar. Y ahora que lo pienso quizás por eso parecía
estar tan torpe al bailar. Al final encontré la forma de enganchar el vestido
al sujetador de forma discreta, pero el apaño no duró mucho, aunque sí lo justo
para terminar la tanda.
Afortunadamente esa milonga
estaba triste, sin gente apenas, hacía frío, y la mayoría de los bailarines en
la pista no me atraían demasiado. No bailé ni una sola tanda más y me quedé
sentada, charlando con mis amigos y sacando fotos de vez en cuando. Y
obviamente pensando en soluciones para mi vestido: he decidido ponerle botones
de clip o enganches, unos cosidos al sujetador y otros al vestido, así quedan como
si fueran una solo pieza y no hay peligro de que el vestido vaya por libre. Ya
os contaré el día que me ponga el modelito por segunda vez, eso sí, iré con
otro vestido de repuesto por si acaso. ¡Debería tener la lección aprendida!
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