Si vas a algún curso sobre liderazgo, gestión de equipos de trabajo o capacitación de mandos y encargados, seguramente te hablen de la comunicación y cómo en ella las personas son mas propensas a hacer juicios que a hablar de hechos, cosa que facilita los malentendidos y crea situaciones tensas en el trabajo. Fuera del trabajo también ocurre, y claro está, también en el tango. Supone mucho esfuerzo madurar y aprender a controlar los juicios que hacemos, sobre todo en cuanto a personas. Yo soy la primera que peco de ello, aunque estoy trabajando para no hacerlo tanto.
Para quien no comprenda bien el significado entre hecho y juicio
pondré un ejemplo: no es lo mismo decir "hace bastante frío" (juicio)
que "hace 5ºC" (hecho). La razón: habrá personas para las que "bastante
frío" sea 15ºC y otras para las que -10ºC, sin embargo, 5ºC son 5ºC para
todos por igual.
Normalmente hacemos juicios basados en nuestras experiencias, e incluso a veces, en las experiencias de los demás, o en lo que nos cuentan y nos creemos sin ni siquiera cuestionar. Creo que por esa misma razón es tan fácil equivocarse. Sin embargo, a veces hacer juicios, si estos son totalmente subjetivos, y formados a partir de nuestra experiencia, no son tan mala idea, puesto que equivocadamente o no, son parte de nuestro aprendizaje.
La razón de esta última afirmación la encuentro en mi experiencia con el tango, en la que me he equivocado muchas veces y se que lo seguiré haciendo. Hablo de esa experiencia que te dice por ejemplo que si la mayoría de las veces que he visto a un chico con unos jeans y unas deportivas en una milonga, he pensado que era un principiante, y lo era, lo más probable es que en situaciones futuras en las que encuentre a un chico vestido así, también lo sea. Idem para la mayoría de las veces en las que he visto a un chico con zapatos de baile y con traje, y lo he tomado por un bailarín experimentado, cuando en realidad lo era; o la mayoría de las veces que alguien me ha invitado de forma muy directa y comprometida y he pensado que no conocía los códigos de la milonga y era inexperto, o bien que era un milonguero al que ninguna chica miraba por no querer bailar con él, y en ese caso también acertaba; o la mayoría de las veces en las que un milonguero me ha invitado desde lejos, por medio del cabeceo y he pensado que era conocedor de los códigos de la milonga y por tanto experimentado, y también daba en el blanco. Pero no siempre ha sido así, porque un ejemplo en el que me equivoqué os lo relaté el 2 de noviembre en mi entrada "un cabeceo maestro".
Son tantos los ejemplos, que asustan y por eso, aunque todos sabemos que lo ideal es no juzgar, no podemos evitarlo, porque al fin y al cabo hay cierta razón en los juicios que hacemos.
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