Es curioso cómo un día vas a una milonga, ves en la pista a uno de esos milongueros con los que no bailarías con él ni aunque te pagaran, y de repente alguien te comenta que ahora es profesor de tango en una ciudad pequeña del norte. Mi reacción, digna de película: casi tiro lo que estaba bebiendo... ¡del susto!
Hablo de un chico que hace años que toma clases, que apenas milonguea, y que tal como un pez trepa un árbol, él baila. Me imagino sus clases y lo que enseñará: cómo salirse del eje, cómo sacar a la pareja
de su eje, cómo no hay que circular por la pista, cómo hay que
dar clases mientras se baila, y de cómo empujar
a las chicas al lugar al que quiere que se muevan si no se tiene la más
remota idea de cómo hacer la marca. Un terrible.
Hace ya bastante tiempo, el 26 de noviembre de 2013, que publiqué una entrada sobre este tema, en el que gente sin tener preparación alguna o que baila fatal, e incapaz de hacer auto-crítica, se autoproclama maestro y empieza a difundir su sabiduría... obviamente haciendo flaco favor al tango nacional. Estoy indignada. Por lo que veo, esto no puede ir peor...
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