Es uno de esos momentos en los que empiezas a escuchar y a bailar para ti. Ya no vas a las milongas sino que sueñas con ellas: se ha ido la esperanza de que alguien te abra las puertas a un mundo de sensaciones increíbles a través de un abrazo, mientras escuchais la conversación de instrumentos contando historias que derriten el alma.
Dejas de ir a la milonga cuando es preferible el sueño a una realidad que no te gusta. Todo empieza un día en el que vuelves de una milonga con una sensación triste: lo que antes eran la últimas milongas de un encuentro, en las que más bailabas, más disfrutabas y más buen ambiente encontrabas, dejan de serlo. ¿A quién no le ha pasado esto alguna vez?
Una amiga me contó que fue consciente de ello tras una milonga al regresar a casa, ya que había puesto mucha ilusión en ir a un encuentro y apenas había bailado. Las únicas invitaciones a bailar que había recibido eran de hombres con los que no le gusta bailar, y aunque estuvo a punto de aceptar alguna por pura desesperación, tuvo la sensatez suficiente para no hacerlo. Con intención de animarle, le dije que hizo bien.
Creo que pasará un buen tiempo hasta que se anime a ir a otro encuentro donde haya caras conocidas, pocos amigos, y donde casi no baila porque no la conocen. La echaré de menos. A las milongas locales ya apenas va porque se repite la historia en cuanto al baile: las invitaciones de chicos que le hagan disfrutar de una tanda escasean o no existen y las otras las baila, pero no las disfruta de esa manera tan especial que hace que el cuerpo segregue endorfinas a mil. Le gusta socializar y es muy para ella, pero no justifica que se anime a ir a una milonga. Ella quiere disfrutar del baile y como eso hace tiempo que no le sucede, yo la entiendo y no la animo más a ir.
Supongo que como nos ha pasado a las demás, está en medio de un desamor, de una crisis como esas que surgen cuando se pasa de década al cumplir años o cuando se aprende un idioma y llega un momento en que se tiene la sensación de que no se avanza en el aprendizaje: hay que pasarla, pero mientras tanto yo le he aconsejado que se centre en otras en su tiempo libre: viajar y conocer pueblos y ciudades con encanto, disfrutar de más encuentros familiares, bailar algo diferente por un tiempo, hacer cenas con amigos a los que tiene algo descuidados por sus fines de semana tangueros... hasta que vuelva a echar de menos el tango. Y se que lo hará.
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