Si trabajas en una empresa habrás oído muchas veces decir que solo sobreviven aquellas empresas que saben adaptarse. Ocurre como en la vida misma, en la que aprender a hacerlo forma parte de la madurez y del camino para encontrar un equilibrio y ser feliz. En el tango, como en cualquier otro aspecto de la vida, también es algo así, y también es igual de difícil hacerlo. Se trata de conseguir una conexión total con tu pareja, con la música y con una misma. Todo un reto, pero conseguirlo te regala la magia de sentir algo increíble.
Lo que a mí me ayuda a conseguir esa conexión es la espera, el no ser impaciente a pesar de que mi naturaleza es otra. Reconozco que hasta el momento es lo que más esfuerzo me ha costado conseguir al bailar y hay un antes y después en mi vida de milonguera desde que aprendí a esperar.
Supongo que como a todos en clase, me lo repitieron muchas veces antes de que en mi cabeza pasara del inconsciente a la forma consciente. Pero llegó un día en el que por fin comprendí qué era eso de esperar: ir una milésima de segundo por detrás en el movimiento del chico. A mí me permite escuchar su intención, percibir y dirigir su energía adecuadamente y también poder tomar el tiempo que necesito para llegar a la posición final de mi eje y mantenerlo. Me supone un mayor disfrute, una mejor conexión con mi pareja de baile y con ello también un mejor control sobre mi cuerpo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario