Domingo. Milonga de tarde. Milongueros locales y de las proximidades. Un sótano precioso ambientado para celebrar una milonga. Ambiente familiar. Una barra, pista con dos columnas, mesitas y un jardín. Un apasionado del tango que organiza una milonguita en ese lugar. Son diez euros la entrada, con una consumición, por cuatro horas de buena música.
La gente va llegando, saludan, se besuquean, como hacemos todos cuando llegamos a una milonga. Bien es sabido que el tango nos vuelve besucones a todos, hasta a los más ariscos. Algunos se acercan a la barra y pagan sus diez euros a cambio de un papelito canjeable por una bebida. Otros se olvidan, o acordándose, prefieren no acercarse a la barra. A veces, son los mismos a los que les falla la memoria o las ganas de ser honestos y pagar lo que deben.
Ante una situación así, ¿qué puede hacer el anfitrión? Se me ocurren varias soluciones, en este orden:
* Recordar en las invitaciones a la milonga, que hay un precio de entrada: si es en letras negritas, mejor.
* Recordar a los asistentes en el momento de los anuncios, que alguna
persona se ha olvidado de pagar la entrada, sin dar nombres.
* Apuntar los nombres de los olvidadizos, y cobrarles cuando sea posible, bien cuando pidan una bebida o la próxima vez que vengan, pagando doble.
* Poner una mesa en la entrada como taquilla. Esto me parece excesivo, pero si no funcionan el resto de las soluciones, quizás sea lo más acertado.
* Usar un "quita-manías". De hecho tengo yo en casa uno que no uso: igual hasta se lo regalo la próxima vez que le vea. Me explico, para los que no sepan lo que es: un "quita-manías" es tan solo un inofensivo bate de béisbol con la palabra "quita-manías" escrita... normalmente la sugerencia hace que no sea necesario usarlo. Y por cierto, creo que la última solución es la más efectiva.
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