A estas alturas, tengo mis dudas. Me enseñaron que todo se aprende, pero creo que se equivocaban: no se aprende cuando no se quiere aprender. Me enseñaron que aprendes cuando
te enseñan, pero creo que también se equivocaban: se aprende cuando estás preparado para
aprender, no cuando te enseñan.
Me enseñaron que con trabajo y
esfuerzo se puede conseguir todo. De nuevo, creo que también se equivocaban: casi todo, sí; todo,
no. Un ejemplo es que uno no se hace rico solo con trabajo y esfuerzo. Se olvidaron de mencionar las limitaciones que existen, que en el caso de las artes y concretamente del baile, son las capacidades o dones con los que se nace, por mucho que se puedan adquiririr con
trabajo y esfuerzo, esto solo sucede hasta cierto punto. Yo he llegado a la conclusión de que jamás cantaré bien por mucho que lo
intente y que me guste, ya que la naturaleza me privó de oído y de voz. Y por supuesto, también están las limitaciones que nosotros mismos nos ponemos, pero eso es otra cosa.
Dentro de estos dones de la
naturaleza y dentro de los que sí se pueden aprender, hay uno que no se ve mucho entre milongas: la musicalidad. Es fácil
ver a milongueros intentando ir a ritmo: algunos lo consiguen, muchos son los
que no, por mucho empeño que pongan. Es como cuando yo intento cantar como
Celine Dion: lo intento, y a veces incluso me creo que canto bien, pero lo
cierto es que no. Soy feliz con eso, me basta... aunque supongo que a alguien
con oído musical no le hará mucha gracia hacer un dúo conmigo. En la
milonga es igual: hay milongueros que intentan ir a ritmo y con eso les vale. Dentro
de los que van a ritmo, pocos son los que juegan con la música, los que te
hacen descubrir mil maneras de escuchar con tus sentidos una misma pieza
musical. Suelen ser aquellos que emocionan y transmiten no solo a sus parejas
de baile, sino a quienes los ven, cuando convierten el movimiento de su cuerpo en un
instrumento musical.
Aún así me siento positiva y creo
que la musicalidad se puede aprender escuchando, bailando. Si no se tiene de
forma natural, surge con el tiempo, del mejor entendimiento de la música y la
adaptación de tu cuerpo al baile, una vez que ya el movimiento sale solo,
cuando ya no hay que pensar, sino solo sentir. Y se necesita mucha paciencia,
empeño y entrega. No surge solo cuando se sigue el ritmo de un
tema, sino cuando se escucha e interpreta la música. Supongo que es lo que yo
entiendo como la parte emocional de la interpretación de la música, esa
sensibilidad que también forma parte de la comunicación con la pareja. Y es la
comunicación la parte difícil, lo que como en la vida misma, no siempre fluye.
Y luego está ese toque mágico que
va más allá de la musicalidad. Ahí solo hablo de privilegiados: se
tiene o no, como la voz. Una forma de
interpretar las pausas o la respiración musical, de acentuar las frases
musicales con su empiece y su final, de darles un sentido, de arrastrar las notas musicales con el cuerpo, de bailar los
silencios. Es también un sello personal en la forma de interpretar la música.
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