domingo, 8 de junio de 2014

Viva la espontaneidad

Era una milonga de domingo, la última de un festival, en la que fueron los miembros de una asociación de tango local los que muscializaron. Como en muchas asociaciones de este tipo, ponerse de acuerdo y consensuar algo es complicado, con lo cual esta vez no fue una excepción: no se pusieron de acuerdo sobre quien iba a musicalizar la primera parte de la milonga y quien la segunda, y creyeron tener buen atino al optar por una solución salomónica: ni para ti ni para mí, mejor una tanda cada uno. La intención fue muy buena, pero el resultado un desastre.

Musicalizaban dos voluntarios. Con uno de ellos, un chico amante del tango nuevo, con el que bailé por primera vez durante ese fin de semana. Él, muy amable, se había sentado a mi lado para darme conversación y allanar la invitación que vendría minutos después. Hice una tontería de libro al aceptarla sin saber cómo bailaba. El chico no era capaz de mantener el eje, era algo brusco y me daba la sensación de que bailaba para sí mismo y para que le vieran, es decir, tenía todas las virtudes que en circunstancias normales me hacen rechazar una invitación. Intuyo además que tiene una gran opinión de si mismo como bailarín, y como Dj. Aclaro que era tan buen Dj como bailarín, pero allí donde no estaba gente cercana a él para abrirle los ojos, lo hizo de forma espontánea toda una milonga.

Supongo que la música había sido preparada con antelación, las tandas enlatadas, simplemente alternando las de uno y las del otro, y con cortinas entre ellas. He de confesar que en más de una ocasión tuve problemas para identificar alguna de las cortinas porque había tandas, estilo tango nuevo, que eran cualquier cosa, muchas imbailables, pero que al Dj de tango nuevo le encantaban. Al menos, no nos encontramos ninguna jota aragonesa como parte de la tanda, aunque creo que a esas alturas no me hubiera sorprendido. Así de triste era la situación.

Los milongueros que habían venido desde muy lejos estaban indignados y vi cómo algunos bromeaban con el asunto, otros tenían caras muy serias, y alguno incluso llegó a llevarse las manos a la cabeza. Así que tras una de las tandas más horribles, en la cual la pista estaba vacía, a excepción del Dj de tango nuevo bailando, y alguno otro que se movía por no quedarse frío, llegó una cortina que pasó totalmente desapercibida. Y luego ocurrió algo  que jamás había presenciado en una milonga: sonó una tanda de Ricardo Malerva con los temas Embrujamiento, La piba de los jazmines y Violín, y de repente todos los milongueros presentes comenzaron a aplaudir de forma espontánea. El Dj de tango nuevo se quedó mirando alrededor intentando comprender, y la verdad le debió caer como un jarro de agua fría cuando practicamente la milonga al completo se apresuró a abandonar las sillas y a llenar la pista de baile.

Segun esto sucedía, recibí un cabeceo del otro musicalizador, al que creo que hice pasar un rato de apuro, ya que al acercarme a él no pude reprimirme, y exclamé "¡qué bien, esto sí que es una tanda!". Odio ser tan espontánea a veces, con lo casi-guapa que estoy callada. Al instante siguiente de pronunciar las palabras recibí una mirada de reproche: era la forma de mi compañero de baile de hacerme callar porque a un escaso metro de distancia estaba el otro Dj. Creo que lo oyó todo, pero hizo como que no, que no iba con él. Sin embargo no me disculpé: supongo que en ese el momento no sentí que debía hacerlo, o porque soy más bruja de lo que pensaba, y aún estaba molesta con él por haberme hecho sentir maltratada dos días antes, durante la tanda que había bailado con él.

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