Me impactó oír a una amiga
decir que la milonga es cruel, mientras subía y bajaba los hombros, con ese
gesto que hacemos a veces para dar a entender que algo es simplemente así, y
que hay que aceptarlo.
Hablábamos
entonces de las milongas, de cómo a veces se baila y otras no, de cómo algunas
chicas son ignoradas, de cómo la gente solo baila y se relaciona con quien le
interesa. Yo comentaba que hay mujeres, buenas milongueras, a las que no sacan
a bailar simplemente porque ya no tienen 20 o 30 años, y sin embargo hay chicas
jóvenes, aunque no por ello mejor bailarinas, a las que
siempre se las ve en la pista.
Pero en la vida real también es así a veces. Digamos que la vida
no es justa a veces, digamos que la milonga tampoco lo es.
Una noche, después de juntarme a bailar con un amigo, me llevaba a casa cuando en el camino hablábamos de ese tema precisamente: de lo mucho y lo poco que bailan algunas
chicas en la milonga y porqué. Salió el nombre de
una chica que los dos conocemos, de las que siempre están en la pista. Yo expresé que no lo entendía. He de puntualizar que a pesar de saber adornarse, le falta mucho en cuanto a técnica y no es especialmente guapa ni joven, aunque si explosiva, de las que sabe cómo hacer para que todos la miren. Alguna lengua la define como vulgar, pero en realidad es una chica agradable que en lugar de disimular un poquito sus curvas y sacar partido a su cuerpo para parecer sexy y sensual, se excede sin darse cuenta, supongo que por falta de confianza en sí misma, para sentirse bien siendo el objeto de atención de los hombres. Todos estos detalles los omití por respeto a mi amigo, ya que dicen que "donde ha habido fuego, suelen quedar cenizas"...y él, ya había ardido con esa chica en cuestión. Ni corto ni perezoso me respondió "tienes que ser hombre para entenderlo". Y no dijo más, como si esa fuera una razón para él, imposible de entender para mí. Me dieron ganas de estrangularlo, pero casi al mismo tiempo me entró la risa, al entender que no podía haberme dado una explicación mejor...
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