Yo me pregunto,
¿por qué, si en este país ponen multa a los conductores que hablan sin manos
libres mientras conducen, no hacen lo propio con los que hablan en la milonga? ¡Deberían
hacerlo!
Algo me queda
claro: no todos disfrutan de la milonga por igual. Y algunos no van a bailar,
sino a algo muy diferente. Eso explica porqué hay parejas que hablan, no entre
tango y tango dentro de la tanda, sino mientras bailan: las que están mirando a
la gente de fuera de la pista todo el tiempo y se enteran perfectamente de
quien entra y quien sale por la puerta de la milonga; las que coquetean y se
dicen tonterías; las que parece que están en una clase o una práctica en lugar
de una milonga (se identifican rápido porque normalmente es él, un tipo que
aventaja a la mujer en experiencia de baile y de vida, que se siente importante
haciendo de maestrillo); las que refunfuñan todo el tiempo y hablan solos en
voz alta porque las demás parejas les chocan, cuando en realidad son ellos
quienes esperan que todo el mundo se aparte a su paso; o las que van “cantando”,
y no hablo de las que parecen ruiseñores precisamente, sino de las que suenan
como un chirrido y a veces incluso se inventan la letra o algo peor.
Necesito
concentración y soy perfeccionista, y obviamente en la mayoría de las
situaciones no tengo el talento de hacer
dos cosas a la vez y encima hacerlas bien. Al bailar me pasa lo mismo y sin
embargo, me han dicho por ahí, que alguna vez me han visto hablar mientras
bailaba. He de confesar que no bailaba: ni siquiera escuchaba la música, tan sólo
me movía siguiendo a mi compañero y hablaba de jardines botánicos. Es lo que
pasa cuando estás en la pista con ciertas personas, o hablas de las flores, o
parece que la tanda no acaba, porque desde luego, bailar no bailas. Ahora bien,
alguna vez he sentido la necesidad de mandar callar a mi compañero de baile en
un intento de ser diplomática, diciendo algo así como “disculpa, pero me temo
que si hablo no puedo bailar: soy como los hombres, no puedo hacer dos cosas a
la vez…”. Y funciona porque se ríen o sonríen y callan, en lugar de ofenderse.
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