lunes, 18 de julio de 2016

¡Sillas, por favor!

Era un festival de tango y como suele ser habitual en todo este tipo de eventos había artistas invitados para dar clases y hacer exhibiciones en las milongas. Durante la primera noche de milonga, a medianoche más o menos se interrumpió la música; poco después apareció un  organizador - argentino él-, y se situó en el centro de la pista para presentar a la pareja de bailarines que esa noche harían la exhibición. Mientras, los milongueros allí presentes salieron disparados a buscar un lugar donde sentarse o permanecer de pie sin molestar a los demás y así poder ver la actuación. Quien no pudo encontrar su espacio tuvo que sentarse en el suelo.

Yo tuve la suerte de encontrar una silla. Y digo suerte porque como era de esperar, el pibe habló y habló durante lo que pareció una eternidad: se movía de un lado al otro mientras parecía escucharse a sí mismo, bastante reacio a que aquel momento suyo de gloria terminara. Sé honestamente que fueron tan solo unos minutos pero a mí me parecieron horas, y supongo que al montón de gente que, a falta de sillas para todos, tuvo sentarse en el suelo helado de piedra o bien quedarse de pie, seguro que les parecieron días. Me parece bastante cansino tener que pasar por eso una y otra vez. Y no me refiero tan solo al hecho de parezca que a los organizadores les cobran 1000 euros/hora el alquiler de una silla (razón por la que entendería que siempre escaseasen), sino más bien porque cada vez que es un pibe argentino el que presenta una exhibición, nos dan las uvas (término español para decir que el tiempo parece que se alarga hasta el momento en el que dan las campañadas del nuevo año, que en España es cuando se comen las uvas, una por campanada). ¿No se dan cuenta mucha gente nos sentamos a veces en sillas pero otras veces en suelo helado de piedra porque no hay más sitio donde sentarse, y que lo que para ellos es un discursito (más largo a veces que la propia exhibición de los bailarines) es para todos los demás una gran posibilidad de enfriarnos y terminar enfermos? ¡Pues deberían!

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