jueves, 30 de mayo de 2013

La segunda cosa más bonita que me han dicho

Acababa de finalizar un festival internacional y mi vuelo de regreso a casa salía dos días después de que éste acabara, con lo cual,  apurando al máximo posible las horas para poder bailar tango, decidí aventurarme a una milonga local a la que me habían invitado.

Ganas tenía todas, pero no estaba segura de que mis pies estarían o no de acuerdo conmigo. De hecho, antes de ir a la milonga fui a cenar con una amiga y me vi en serias dificultades para poder llegar al restaurante: cada paso que daba eran mil aguas clavándose en mis pies, y eso que había tenido unas horas de sueño y durante el día no había bailado en absoluto, tan solo había estado adquiriendo souvenirs, eso sí, caminando por toda la ciudad. Me salvaron mis chancletas de silicona, escondidas en mi mochila, de las de todo a 1 euro, que aún hoy en día sostengo que han sido una de las mejores compras de mi vida. Al final conseguí llegar al restaurante y tras dos horas de relax mientras cenaba en buena compañía, mi dolor de pies mitigó bastante. 

Tomé un taxi del hotel a la milonga y llegué a un hotel en la zona vieja, con suelo de baldosas lisas, de piedra. Nada más entrar el chico que me había invitado me recibió y me sentó en su mesa, con toda su gente. Me presentó a todos los que allí había y la verdad es que me sentí muy bienvenida por su amabilidad. Tras explicarme que con la entrada tenía derecho a dos consumiciones y un plato de fruta fresca, me dejó tiempo para que hiciera contorsionismo y metiera mis hinchados pies en esos zapatitos que ahora parecían de una niña… ¡no entraban! Pero cuando una se propone algo, lo consigue. 

Ya calzada, me brindó la primera tanda de la noche. Desde aquí doy gracias a mi anfitrión por su amabilidad, ya que con ese gesto dio pie a que otros milongueros se percataran de que había chica nueva en la oficina... en la milonga, quiero decir. Pero no era la única, tres simpáticas rusas acababan de entrar y se cambiaban los zapatos al otro lado de la pista. Tras esa primera tanda, siguieron cuatro horas de tango sobre siete centímetros de tacón. Estupendos los anfitriones, que nos tuvieron a las rusas y a mí bailando sin parar de principio a fin, toda la milonga. He de confesar que cada tanda fue increíble, y hoy la recuerdo como una de las milongas con más experiencias religiosas experimentadas en una sola noche. Sin palabras. Tanto, que ni me acordé de que me dolían los pies. Eso sí, regresé descalza al hotel, ya que fue misión imposible calzarme de nuevo los zapatos de calle.

En esa mágica noche en la ciudad de las mil y una noches, me dijeron la segunda cosa más bonita que me habían dicho nunca bailando. Tras una tanda, en la que me lo había pasado realmente bien, con uno de esos bailarines juguetones que le encantan poner trampas a la chica y ver qué pasa, mi pareja de baile me dijo que le había encantado bailar conmigo y sobre todo porque por mi forma de bailar, se notaba que lo hacía con el corazón. Me quedé de piedra porque como es obvio que mi técnica todavía deja mucho que desear, no esperaba escuchar algo así y menos de un bailarín como él. Tardé un rato en reaccionar y darle las gracias por el cumplido. Pero lo que hizo que la piedra se transformara en diamante se debió a que no fue el único, sino que dos bailarines más, como si se hubieran puesto de acuerdo al decírmelo, me dijeron exactamente lo mismo con respecto a mi forma de bailar. Una noche mágica, sin lugar a dudas. Creo que esa noche no dormí mucho, pero no se muy bien si fue por la emoción... o por el dolor de pies.

martes, 28 de mayo de 2013

¿Quién era... Ada Falcón?

Ada Falcón nació en 1905 en Buenos Aires. Su verdadero nombre era Aída Elsa Ada Falcone. Fue hija de descendientes de vascos, y hermana de dos cantantes sin apenas trascendencia: se llamaban Amanda y Adhelma. Ada no conoció a su padre, ya que desafortunadamente él viajo a Francia enfermo de cáncer y murió allí antes de que Ada naciera. Quizás esta fue la razón por la que Ada estuvo tan unida a su madre y permanecieron juntas hasta que esta última murió.
 
 A los 5 añitos, como la "joyita argentina" ya empezó a deleitar al público con su voz, y poco tiempo después ya rompía corazones. En 1919, a los 14 años, debutó en la película muda “El festín de los caranchos”. Dicen que poseía una mirada intensa y con sus ojos verdes cautivaba a las cámaras. En 1925 trabajó en la película "Tu cuna también fue un conventillo".  

 Fue en ese mismo año1925 cuando comenzó su trabajo con la sala de grabación de RCA Víctor, acompañada por la orquesta de Osvaldo Fresedo. Ada Falcón fue la emperatriz del tango durante las décadas de los 30 y los 40, quizás por esa peculiar voz, que tenía un registro de mezzosoprano. Fue la tercera mujer argentina en grabar un disco tras Rosita Quiroga y Azucena Maizani, que lo hicieron en 1923. Después de Ada Falcón, lo hicieron en 1927 Tita Merello, Libertad Lamarque y Mercedes Simone. 

 Para 1929, además de salir en las portadas de revistas como Sintonía y La Canción Moderna, el compositor Enrique Delfino la había hecho firmar con el sello Odeón; él mismo la acompañó al piano en catorce temas, junto con el guitarrista Manuel Parada.  

 Fue amiga y compañera artística de Carlos Gardel y Enrique Santos Discépolo, a quien dicen que siempre cautivó. 
  
 Entre los temas más destacados de Ada están Envidia, Caminito y Cambalache, pero su estilo también quedó plasmado en Madreselva, Tus besos fueron míos, Tres esperanzas, Destellos, Corazón de oro, La pulpera de Santa Lucía, pero sobre todo en Yo no sé qué me han hecho tus ojos, tema que Francisco Canaro compuso pensando en ella.

 Él fue su gran amor, ya casado cuando ellos se conocieron y enamoraron. Era 1929, ella tenía 24 años de edad, y comenzaban también una relación laboral. Llegó a trabajar con él en alrededor de 180 ocasiones, comenzando con la grabación del tango La Morocha. Ya en los años 30 llegaría a grabar con su orquesta quince discos por mes, al mismo tiempo que debutó en Radio Cultura, Stentor, Splendid, Argentina, Prieto, Belgrano y El Mundo.

 En 1934, participó en la película de Eduardo Morera “Ídolos de la radio” como co-protagonista junto a Ignacio Corsini, Olinda Bozán, Dorita Davis y Tita Merello. 

 En 1935, la diva Falcón decidió que no realizaría más presentaciones en público, y Radio El Mundo le puso a su disposición la sala «F», de menores dimensiones, a la cual denominaban «la sala Falcón».  

 En 1938 dejó de trabajar con Canaro. En 1940 terminó cantando escondida tras cortinas, separada de sus músicos.   

 Quizás Canaro consideró en dejar a su mujer, alias La Francesa, por Ada, pero al explicarle su abogado que la mitad de su fortuna pasaría a manos de su ex mujer, decidió permanecer casado, a pesar de que ella había aceptado el divorcio. Quizás fue por esta razón o quizás porque un día La Francesa los sorprendió juntos, a Ada sentada sobre las rodillas de Canaro, y les amenazó a punta de pistola, pero el caso es que en 1942, Ada y Canaro rompieron su relación. Dicen por ahí que hay una tercera versión: aquella en la que Canaro le engaña con Adhelma, una de las hermanas de Ada. Como detalle, es bueno saber que Canaro estrenaba cada año una comedia musical, pero la Falcón que actuaba en ellas era Adhelma, no Ada. Desde que Canaro y Ada rompieron es sabido que las hermanas no tuvieron relación alguna, así que existe la posibilidad que algo de esto sea cierto: dicen que cuando el río suena, algo lleva.

 Fue en ese año cuando grabó su último disco con dos temas, el tango «Corazón encadenado» y el vals «Viviré con tu recuerdo», de Canaro e Ivo Pelay.

 Ada, incapaz de sobreponerse y con el corazón destrozado, deja su carrera atrás y se retira con su madre a la provincia de Córdoba. Debido a sus constantes visitas a la iglesia, la prensa del corazón la calificó como «puta a los 20, monja a los 40». Poco tiempo después había profesado la Regla de la Tercera Orden Franciscana y lo hizo durante el resto de su vida, hasta 2002, año en el que muere casi centenaria por causas naturales. Sus restos fueron trasladados a Buenos Aires, y descansan en el panteón de la SADAIC del cementerio de la Cahcarita, a pocos metros de los restos de Canaro. 

 Se sabe que en 1982 concedió alguna entrevista y ella dijo así: «en plena juventud tuve riquezas y belleza, tuve una visión maravillosa del Señor y no vacilé un instante en dejarlo todo y recluirme en las sierras con mamita, en un convento franciscano, y vivir con humildad. Desde que nací, dormí junto a mi madre, y su muerte me destrozó». Afirmó también estar purgando un pecado, y que le habían robado sus propios discos, casi todas las fotos, las cartas que durante 15 años le había escrito José Mojica, cantor peruano que tomó los hábitos franciscanos. También sus Memorias. Acusó a Odeón de no querer reeditar sus discos, cuando lo cierto era que ella no lo permitía. Además dijo: «durante treinta años cobró otra persona todos mis derechos; fue una venganza de una persona muy poderosa que ya murió, que me dijo que me iba a hacer morir de hambre». ¿Hablaba de Canaro?

 Al año siguiente de su fallecimiento, en 2003, se estrenó un documental sobre su vida titulado "Yo no se que me han hecho tus ojos", melodrama y reportaje, donde se incluye la última entrevista realizada a Ada un año antes de su muerte. Hay algo realmente interesante mencionar, y es que a la anciana Ada, cuando fue entrevistada por última vez un año antes de morir, le preguntaron si tuvo un gran amor y ella dijo que no recordaba. El documental fue dirigido por Sergio Wolf y Lorena Muñoz; producido por Marcelo Céspedes y Carmen Guarini; y participaron en ella Ada Falcón, Aníbal Ford, Rolando Goyaud, José A. Martínez Suárez, Miguel Ciacci, Sergio Wolf.  Obtuvo un premio Cóndor de Plata, un premio Clarín, dos reconocimientos del Festival de Cine de La Habana y otro de BAFICI como Mejor Documental en 2004. 

 

domingo, 26 de mayo de 2013

Si o si

 Durante un festival de tango local, quedé a comer con unos milongueros amigos. Charlamos de música y otros temas, y ya por el café, empezamos a contar anécdotas que nos habían sucedido y los comportamientos curiosos de la  milonga.

 Entonces fue cuando les conté que a veces se dan casos muy peculiares y que una vez vi a un chico, que después de ser rechazado, tomó del brazo a la bailarina, la arrancó de la silla y la arrastró a la pista. Este chico parecía que no estaba dispuesto a aceptar un no bajo ningún concepto. Incluso me atreví a confesar que a mi me había pasado en alguna ocasión. Parece que no me creyeron porque dijeron que ningún bailarín es tan bruto y capaz de hacer algo así.

 Ese mismo día fuimos todos a una milonga de tarde. Llegamos temprano y nos hicimos con un lugar de lo más estratégico para sentarnos, pedir unas copas y además poder ver bien la pista. Estábamos brindando y charlando cuando se acercó a mí un chico conocido y me pidió baile. No era el momento, estaba muy a gusto charlando y la pista estaba todavía medio vacía (no me gusta bailar cuando no hay casi nadie en la pista), así que rechacé con una sonrisa la invitación diciendo "ahora no, bailamos más tarde si quieres". Al ser conocido y para evitar incomodidades le dije que no sonriendo. No sirvió de nada.

 Bien porque no supo aceptar el rechazo, o bien porque no le apetecía aceptarlo, su respuesta fue "es que tú eres la única que me dice que no...". Acto seguido me quitó la copa de la mano, la dejó sobre una mesa cercana, y tiró de mi brazo arrastrándome de la silla hacia la pista. Me pilló tan de sorpresa que ni reaccioné al principio y luego sucedieron tres cosas: una, por no crear una situación aún más incómoda terminé aceptando "su invitación", pero me pareció muy desagradable su actitud, por muy conocido que fuera; dos, los milongueros que me acompañaban se quedaron con la boca abierta sin dar crédito a la escena que estaban presenciando; tres, supe que mis queridos acompañantes ahora sí me creían... y casi hasta llegué a la pista con una sonrisa. Al regresar de la pista no me pude reprimir un "os lo dije... ¿veis? ¡Sí que pasan estas cosas!"

 Espero que los chicos que tienen esta costumbre lean esta entrada al blog y aquí va mi mensaje para ellos: señores, eso no se hace. Si una chica dice que no, significa no, aunque te sonría. Es un comportamiento de mala educación, agresivo y propio de un auténtico bruto. Capito?

viernes, 24 de mayo de 2013

Milonga Rosa

 Estaba compartíendo mate con un amigo cuando me contó que había estado en una milonga rosa. Era la primera vez que oía hablar de tales milongas. Parece que son aquellas milongas en las que es la mujer y no el hombre quien invita a bailar.

 Me interesé en seguida, ya que además de que no he estado en ninguna, me parecen de lo más curiosas, y seguramente de lo más instructivas. De igual modo que opino que muy de vez en cuando, en las clases de tango deberían cambiarse los roles para que las mujeres hagan de hombre y los hombres de mujeres para aprender a ser algo más comprensivos los unos con los otros.

 El fue a bailar con una amiga a una milonga. Al llegar, su amiga en lugar de bailar con él la primera tanda, como se hace por cortesía con la persona con la que has asistido a la milonga o de igual modo bailas la última tanda con esa misma persona, la bailó con otro chico al que ya se la había prometido días antes. Fue su primera sorpresa.

 Poco tiempo después, estaba en la barra y se le acercaron dos chicas con intención de invitarle a bailar. Aceptó una invitación de la primera y a la segunda le prometió la siguiente tanda. Sucedió que cuando iba a buscar a la segunda chica, su amiga le invitó a bailar y tuvo que rechazarla porque ya tenía prometida la tanda. Finalmente se quedó sin bailar porque la segunda chica le dijo que esa tanda en particular que estaba sonando se la había prometido a otro chico... y su amiga ya estaba en la pista acompañada.

Pero hubo más sorpresas. Cuando por fín iba a bailar con la segunda chica, esta le abandonó después de un tango por otro chico, estupendo bailarín, a los que cuanto te invitan nunca les dices que no. Ni corta ni perezosa dejó a mi amigo plantado en la pista. El comportamiento de ella fue grosero como mínimo y creo no conocer a chico alguno que haría algo así. Este pequeño episodio sirvió para que mi amigo crea que esto les sucede también a las chicas,  y supongo que se despertaría en él un sentido agudo de solidaridad hacia nosotras.

 La noche prometía más sorpresas, así que al finalizar la milonga hubo una más. Él ya tenía en el suelo sus zapatos de calle alineados, se había quitado uno de los de baile y estaba a punto de desatarse el otro cuando se le acercó otra chica y le preguntó: "¿te estás cambiando ya?". El se sorprendió de una pregunta que para él era evidente ya que si tienes cuatro zapatos a tu lado y estás agachado, no es precisamente para sacarles brillo, sino para calzarte los de calle e irte a casa. También le sorprendió que ella, teniendo toda la milonga, decidiera sacarle a bailar justo cuando ya se estaba cambiando, como si no hubiera tenido tiempo antes. Aún así, supongo que se volvió a calzar y bailó de nuevo, como hacemos el resto si realmente queremos bailar con esa persona y si los pies nos lo permiten. Porque a veces se quiere, pero no se puede.

  Lo curioso y gracioso de esta última situación: mi amigo me confesó que cuando le sucedió esto último se acordó de mí, ya que esa misma situación se había dado entre nosotros en más de una ocasión, siendo yo la que se estaba cambiando los zapatos y él quien venía a preguntarme si quería bailar. Me resultó de lo más simpático.

No hay nada como cambiar los roles de vez en cuando para aprender a ser más comprensivos. 

 Nota: como lo más habitual es una pareja mixta y que la mujer haga el rol de seguidora, generalizo, aunque hay que entender que al referirme a "mujer" o "bailarina" me refiero a quien hace el rol de seguidor, ya que obviamente hay mujeres que bailan con mujeres y hombres que bailan con hombres.

miércoles, 22 de mayo de 2013

Camino de velitas

 Primavera. Fui con una amiga a una milonga que prometía ser algo especial porque había actuación de una pareja de bailarines profesionales, Murat y Michelle Erdemsel, que habían sido invitados para la ocasión.

  Nos hospedamos bastante cerca de la milonga, pero aún así, fuimos en coche ya que después de una milonga 100 metros caminando pueden parecer 100 kilómetros. Logramos estacionar en la parte trasera del edificio que marcaba el GPS, y luego, poner en funcionamiento la táctica de siempre para localizar la milonga, es decir, esperar a que apareciera alguien portando una bolsa de zapatos de baile y seguirle. Pero nadie aparecía, así que recurrimos a la táctica de emergencia: intentar localizar la música.

 Dimos con una puerta que al abrirla daba a un pasillo de lo que parecía una casa desierta. De repente vimos unas velitas en el suelo, así que en lugar de ir apagando las velitas, decidimos seguir el caminito, y tras un pasillo algo peculiar, atravesamos un patio pequeño algo tétrico pero limpio, aún así yo estaba inquieta, esperando que alguna rata apareciera en cualquier momento. En unos segundos estábamos subiendo unas escaleras de hormigón, que daban a una puerta. Allí supimos que íbamos bien porque todos los fumadores estaban allí aglomerados, apurando las caladitas para volver a la pista. Tras la puerta, otro largo pasillo, y finalmente la milonga.

 Pagamos los 17 euros de la entrada, con la que teníamos derecho a consumición y un postre típico y nos daban una pulserita en forma de cuerda, que luego según nos informaron, era tradición en no-se-dónde y había que atarla a un árbol para que nos diera suerte, o algo así, no nos enteramos muy bien. Buscamos un lugar donde sentarnos. La pista era buena, cuadrada y tenía sillas y bancos alrededor.

 A pesar de ser de las pocas personas de fuera, al principio nadie nos invitaba a bailar, pero fuimos saludando a algunas caras conocidas, aún así sin éxito. Luego, por suerte, llegaron unos amigos y él nos invitó a una tanda a cada una, lo que dio pie a que alguno otro le imitara. Hubo un señor en especial, muy milonguero él, que nos brindó más de una tanda a cada una, todo un anfitrión. También conocimos a una pareja joven y simpática, ella argentina, él francés, y la milonga se fue haciendo amena. Él también nos invitó a las tres. Después tuve la suerte de ir viendo alguna cara conocida y entre saludos y saludos, ni me enteré que la milonga transcurría. Ya anunciaban casi el final de la milonga y estábamos algo decepcionadas por la acogida, y con los pies más fresquitos que una lechuga. Pero al final a mí me pasó algo que hizo que el viaje mereciera la pena: un chico llamado Andrés, al que ya conocía, pero con el que nunca había bailado, me invitó a una tanda. Me encantó, fue mi experiencia religiosa de la noche, y después, despacio me fui descalzando, disfrutando en el recuerdo reciente de esa maravillosa y última tanda.

lunes, 20 de mayo de 2013

Mate en movimiento

 Era un día entre semana, y yo por costumbre ni voy a clases, ni a prácticas ni a milongas durante la semana, ya que tengo bastante con poner lavadoras, hacer la comida para el día siguiente, limpiar algo la casa, ir a clases de estiramientos o pilates, ir a trabajar y ponerme al día con alguna amiga a base de cafés o tés. Pero esa semana me apetecía hacer algo diferente, y aprovechando que había una práctica a la que se me antojó ir, tiré de San Facebook para coordinar con amigos y organizar un mini-convoy para ir.

 Al final fuimos solo dos, número perfecto para hacer el viaje ameno, bebiendo mate todo el trayecto y poniéndonos al día sobre vidas amorosas, milongas, y otros temas, eso sí, de la "cosa" (llámese crisis españolita que no acaba nunca), ni palabra. Prohibido.

 Mi amigo conducía y esta milonguera que escribe, que iba de copiloto, tuvo la difícil tarea de preparar el mate, en movimiento. Yo me dije, si he visto a argentinos prepararse mate mientras van en bici, sin quemarse con el agua hirviendo, esto es pan comido. Pero no señores, de fácil nada.

 En mi papel de alumna, seguí al pie de la letra las instrucciones que me daban, para obtener el mate justo al punto. Primero saqué la yerba y el mate, que es la cosita que se utiliza para cebar el mate. Luego mi amigo se empezó a reír y me dijo que si me atrevía, tenía que echar yerba hasta llenar casi el mate y dejar como un dedo sin llenar, para que nos entendamos, como unos 2/3 de su capacidad. Hasta ahí todo bien. Luego tenía que poner mi mano encima, haciendo de tapa, y dar un golpe seco y agitar un poco al mismo tiempo que lo volteaba todo sobre mi palma, sin dejar caer nada de yerba, y luego volverlo a su posición original. Sus risas las entendí en ese punto, cuando descubrí que mi mano estaba llena de polvo, que por reflejo sacudí un poco, y en consecuencia casi me ahogo con el polvillo. Hace poco me he enterado que el mate se sacude no para quitar el polvillo -que es un mito en la preparación de mate-, sino para mezclar sus componentes. De hecho, el polvillo no es malo, sino que hace que le de un poquito de espuma al mate.

 Lo difícil venía ahora. Tras inclinar el mate unos 45%, de forma que quedara inclinada la yerba, y vertir un poco de agua muy caliente, mientras bajábamos un puerto con más curvas que la calle Lombard de San Francisco, había que introducir en el medio de la yerba mojada la bombilla hasta el fondo, y seguir echando agua, aunque siempre lo más cerca posible de la bombilla. Se supone que el primer sorbo es el de los boludos o ni se cómo lo llamó, porque tomas aire más que mate, así que todo caballero él, dio el primer sorbo.

 Luego siguieron más tentaciones a mi buen pulso, ya que tenía que ir echando el agua próxima a la zona mojada, pero en una zona seca, así poco a poco, hasta después de muchísimas curvas y equilibrios, terminar el agua poco tiempo antes de que la yerba seca dejara de estarlo. Por lo visto deja de tener sentido echar agua cuando la yerba empieza a flotar (lo llaman mate lavado), ya que es entonces cuando deja de tener sabor y hay que reemplazar la parte de la yerba mojada.

Todavía no entiendo porqué no iba yo conduciendo y él, el experto, preparando el mate, pero la verdad es que aprendí mucho sobre un ritual o tradición, que es muy común en Argentina y Uruguay como momento para compartir. La vida pone pruebas dificilísimas a esta milonguera, pero ¡ya se cebar unos “verdes”!

sábado, 18 de mayo de 2013

Tener o no pareja en clase

 Me acuerdo cuando empezaba a bailar tango. Iba sin pareja de baile a las clases, al igual que otras tantas chicas cuya pareja sentimental no bailaba tango o que no tenían pareja sentimental. Pasábamos buena parte de la clase observando, sin bailar, como los jugadores de fútbol en el banquillo esperando a que una mujer con alma solidaria nos dejara un minuto para practicar con su pareja. Si empezaba en la clase un chico nuevo o había alguien con el que nadie quería bailar, nos tocaba a alguna de nosotras. Es lo que había, y lo consideraba el precio para poder aprender tango. 

  Pero llegó un momento en el que decidí que era un precio que no me apetecía pagar. Cambié de clase y de profesores. Estos nuevos profesores, muy amables, porque en reallidad no tenían porqué hacerlo, se encargaban de buscarme pareja. Por diferentes motivos no pude continuar con las clases, aunque esto no me importó demasiado, ya que me parecía que yo evolucionaba al ritmo de mi pareja de baile, y no al mío. Impaciente como soy por naturaleza, unas veces podían mis ganas e ilusión y otras veces no, pero afortunadamente solo me ocurría por temporadas: era como estar sobre una ola... a veces arriba, a veces abajo. El problema, definitivamente, era yo.

 Después vino la etapa en la que decidí que no quería más aventuras en las clases  y quise ir a lo seguro: dije adiós a las clases grupales, aunque eso sí, seguí asistiendo a algunas como oyente, si los maestros me parecían especiales por algún motivo, y creía que podía merecer la pena tan solo escucharles. Y fue un gran descubrimiento hacer esto. Ahora tengo la posibilidad de observar y mi escucha resulta ser mucho más activa, ya que si tengo pareja de baile en la clase, mi naturaleza impaciente se desborda y una parte de mí está deseando que termine la explicación para poder practicar, mientras que si no tengo pareja de baile, deseo que sigan explicando y soltando detalles importantes que de otra manera puedo pasar por alto, pero que son los que realmente cuentan a la hora de perfeccionar una postura o un moviento.

miércoles, 15 de mayo de 2013

Una nueva palabra en el diccionario: tangofobia

tangofobia [tango'foβja] s. f. Miedo enfermizo a que tu pareja vaya a bailar tango. 

tangofobia f. psicol. Temor anormal a que tu pareja vaya a bailar tango acompañado de trastornos nerviosos. 

Síntomas: sudores, malestares estomacales, insomnio, irritación o dolor de cabeza entre otros. 

Otras formas de deterctar el trastorno: eres una mujer y tu pareja te dice al volver a casa que hueles a perfume de otro hombre; eres hombre, y tu mujer te dice que tienes carmín de otra mujer en la camisa; eres hombre o mujer y reprochas a tu pareja que te abandona, que está obsesionada con el tango, y en casos extremos, que quiere más al tango que a ti. ¿Conoceis más ejemplos? Colaborad por favor e informad: se trata de una grave enfermedad terrible que hay que detectar cuanto antes para ponerle remedio. 

Posibles curas
1. Asumir que como toda aficción requiere tiempo, y se hacen buenos amigos con los que te gusta compartir más tiempo.
2. Entender que es una actividad sana, una forma de hacer ejercio.
3. Aceptar que para bailar tango hay que abrazar, y a veces este abrazo se le da a un hombre o a una mujer, es abierto o es más cerrado, pero es tan solo un gesto, una forma de relacionarse.
4. Leer sobre el abrazo y sus beneficios para la salud mental y lo importante que es en nuestras vidas. 
5. Confiar en que tu pareja va a buscar compartir buenos momentos entre amigos o entre desconocidos disfrutando de la música y el baile, no sexo, tampoco un romance.
6. Bailar tango con tu pareja o acompañarle a las milongas.
7. Pedir ayuda médica ya que además de tangofobia puede que se sufra de algo más: celos, necesidad excesiva de control sobre la pareja, o tan solo inseguridad.

Diccionario Enciclopédico de una Milonguera © 2013 Editorial Tanguera, S.L.

domingo, 12 de mayo de 2013

Juego milonguero

¿Os habéis encontrado alguna vez en una milonga donde no conoces a prácticamente nadie, ningún chico te saca a bailar, y encuentras a otras mujeres con ganas de pasárselo bien, pero que están en la misma situación que tú? A mí me sucedió en un festival internacional, allí donde acaba Europa y empieza Asia.

Conocí a dos chicas simpatiquísimas que vivían en el extremo opuesto del globo terrestre. Me sorprendió congeniar tan sumamente bien con ellas, incluso en lo relativo al sentido del humor, ya que al ser algo cultural y pertenecer a culturas tan distintas, a veces no es fácil. Eran alegría en estado puro y su humor de lo más contagioso. Después de un rato compartiendo nuestras experiencias como turistas, en algún momento surgió ese tema de conversación tan común entre milongueras: qué bailarines nos gustan y cuales no, para bailar, claro.

Estábamos sentadas en una mesita rectangular justo al borde de la inmensa pista de baile. Todo lo que había detrás de las mesas que rodeaban la pista eran sillas, con lo cual éramos unas auténticas privilegiadas por tener un lugar donde posar la copa de vino, y el "tablero" de un juego que inventamos in situ. El "tablero" estaba compuesto de dos papeles: uno verde y otro blanco. El juego consistía en observar a la pareja que pasara justo por delante de nuestra mesa, y apuntar lo más discretamente posible con el dedo a la carta verde, si nos gustaría bailar con el chico en cuestión, o apuntar a la blanca si le diríamos que no a una invitación suya. He de confesar que fue muy interesante y divertido comprobar que nuestro criterio era prácticamente idéntico, aunque nuestro nivel de baile no lo fuera. También he de confesar, que una vez inmersas en el juego, la emoción hizo olvidarnos de la discrección, y salió alguna observación hecha con algo más énfasis del que nos hubiera gustado. Aún así, creo que nadie se percató del juego, y nos sirvió para ir quedándonos con las caras de los chicos, y poder aceptar o rechazar invitaciones con más confianza en las siguientes milongas.

Unas semanas después del viaje le conté el juego milonguero a una amiga y decidimos aplicarlo un viernes por la noche mientras salíamos de copas. Ahora bien, la versión del juego era algo diferente: un sorbo a la copa que estuvieramos bebiendo significaba que no aceptaríamos una cita del chico; dos sorbos que sí la aceptaríamos. Nos lo pasamos genial, pero no se en que momento la cerradura dejó de entrar en la llave... aunque claro está, eso es otra historia.


viernes, 10 de mayo de 2013

Otro momento entrañable...

 Era una milonga de domingo por la tarde, la última que se celebró en un festival local. El ambiente, espectacular, con pista rectangular, suelo de madera, y muy cálido. Y allí estaba yo, una milonguera con pies perfectamente descansados, sentadita en un sofá lleno de abrigos y bolsas de zapatos. Y como no, un tema precioso de fondo sonando.

 Y allí estaba él, por entonces conocido, hoy amigo. Observando, escuchando y eligiendo su mejor bailarina para los temas que iban entrando, y justo entonces comenzaron los primeros compases de una tanda de esas en la que parece que tu cuerpo cobra vida y tus pies empiezan a moverse solos.. a pesar de estar todavía sentada. Me buscó con la mirada, pero esta milonguera que se queja tanto de lo poco que se estila el cabeceo en las milongas europeas, nunca mira ni facilita el cabeceo, solo obseva la pista, escucha la música y a veces charla. Muy mal. Así que no hubo encuentro de miradas, pero él ni se lo pensó y vino a buscarme. Sonreí y antes de que me diera cuenta ya estábamos abrazados, mis ojos se habían cerrado y estaba entregada en cuerpo y alma a la música y al abrazo.

 Tan pronto empezó la primera frase musical, llegó la última del último tango de la tanda. Cuando son momentos de entrega y disfrute total, el tiempo vuela. Abrí los ojos, como decepcionada de que acabara la tanda, quería más. Y él me miraba, y vi emoción en sus ojos vidriosos. Sinceramente no me acuerdo del comentario que hice pero dio pie a una explicación, y fue entonces cuando él me dijo "cuando tengo un tema que me llega y lo bailio con una bailarina como tú, no puedo evitar emocionarme". Creo que ese fue una de las cosas más bonitas que me han dicho en mi vida. Conectamos muy bien al bailar y la música y su forma de bailar hicieron el resto. Es de esos milongueritos que apenas hacen una caminadita y dos o tres giros, y ya te hacen sumergirte en otro mundo. Todo un caballero, un once sobre diez.

miércoles, 8 de mayo de 2013

Milongueros invisibles

Fui un fin de semana a bailar a un encuentro, en el cual las milongas eran todas en el mismo lugar: un hotel de cuatro estrellas. Moderno, de esos en los que no puedes abrir las ventanas para conseguir que sea térmicamente eficiente, con un color verde quirófano poco acertado. Habitaciones luminosas, con armarios diminutos y baño de cristal ideal para parejas, puesto que podías elegir o no si tener intimidad al ducharte. 

 Llegó la hora de prepararse, y me costó elegir qué ponerme. Todos los días no estoy con el mismo humor, ni con las mismas ganas de vestir una u otra cosa, así que fui haciendo la pasarela Cibeles delante de mi compañera de habitación. Para cuando por fin me decidí, me duché, me maquillé y me puse los tacones, hacía más de una hora que la milonga había comenzado. 

 Bajé a la milonga. La sala tenía un suelo espectacular de madera, ideal para bailar. Las mesas, enormes, estaban distribuidas de tal forma que ocupaban gran parte de la pista de baile. Encontré un lugar en un lugar poco visible, pero no quedaban mejores sitios. Seguramente había gente haciendo cola antes de que empezara la milonga, esperando a que dieran permiso para entrar y hacerse con una buena mesa. Además, estaba toda la gente que había ido llegando antes que yo y que había ocupado las siguientes mesas. Dicen que es el pájaro madrugador el que se lleva el gusano, aunque no siempre he estado muy de acuerdo con este dicho ya el gusano madrugador no creo que corra la misma suerte. 

  Pero hay gusanos madrugadores de otro tipo. Todos sabemos que al entrar a una milonga a veces te encuentras con las típicas mesas de milongueros invisibles, no porque estén tomando algo en la barra, o estén en el baño o bailando, sino porque van a la milonga mucho antes de que ésta empiece, ocupan las sillas con abrigos, luego se van a cenar, se duchan, se visten y llegan dos horas tarde a la milonga, y encima encuentran sus sillas y sus abrigos esperándoles, en primera fila de la milonga. Pero parece ser que esta vez no fue así: a los pájaros madrugadores no les hizo gracia encontrar las mejores mesas con milongueros invisibles. Así que estos pajaritos, ni cortos ni perezosos, movieron los abrigos sin dueño a las mesas más alejadas de la pista. Ellos entonces se sentaron en primera fila, puesto que para eso habían “madrugado”.  

 La tormenta debió de estallar cuando los milongueros invisibles dejaron de serlo, y encontraron que sus abrigos no estaban, que les habían “robado” las mesas y sillas. Yo no presencié la escena, pero me la contaron, y parece ser que dio mucho para hablar. ¿Qué opináis? Este es un tema espinoso. En la cultura española, las abuelas lo primero que te enseñan cuando eres una mocosa es que “quien fue a Sevilla, perdió su silla”, es decir, nada de respeto, y el mensaje de andarse listo queda muy claro. ¿Cómo esperamos entonces que no ocurran estas cosas? Algo que me llama la atención es que por ejemplo se considera correcto ocupar una persona una silla y siete o ciento siete más para todos sus amigos aunque estos no hayan llegado, pero ya no lo es cuando no hay un representante del grupo.

 Creo que puesto que la educación a veces brilla por su ausencia, quizás los organizadores de las milongas deberían plantearse poner unas normas de civismo ya que los adultos parecen niños de guardería a veces. O quizás, poner suficientes mesas y sillas para todos, porque el problema suele llegar a extremos algo incómodos cuando hay trescientos milongueros y ciento cincuenta sillas. Todavía no he visto a nadie llegar a los puños, pero a este paso, todo llegará.

lunes, 6 de mayo de 2013

¿Quién era... Francisco Canaro?

 Francisco Canaro cuyo nombre original es Francisco Canarozzo nació en San José de Mayo, en Uruguay en el año1888. Alias Pirincho, según cuentan porque fue lo que exclamó la partera al verle nacer debido a la forma de su pelo, aludiendo a un pajarito común en Río de la Plata.

 De niño fue a vivir con sus padres a Buenos aires, en conventillos o casas de inquilinato, ya que su familia era muy humilde, y por esa razón, a la temprana edad 10 años Canaro ya trabajaba en las calles vendiendo periódicos. Luego fue pintor de brocha gorda, e incluso de dice que trabajó en las obras del Congreso de la Nación. Amante de la música, probó sacando unos tonos a una guitarra gracias a las enseñanzas de un vecino zapatero. Pero como le cautivaba el violín, él mismo construyó su primer violín con envases de aceite de lata, y así inició su carrera, tocando en bailes de la vecindad hasta ganar suficiente dinero para comprar un violín de madera.

 En 1906 comenzó a tocar el violín en un trío, donde debutó en Ranchos, un pueblo muy a las afueras de Buenos Aires. Pero no actuaron por mucho tiempo y ya en 1908 debutó en de La Boca, Buenos Aires. A pesar de no tener formación académina, era un genial autodidacta y tuvo la suerte de tener como vecino el bandoneonista Vicente Greco, cuyos conocimientos influyeron en Canaro. En 1910 actuó con la orquesta de Vicente Greco y contunuaron de giras durante 6 años. Durante esa gira, en 1912, empezó a componer y creó "Pinta brava" y "Matasanos". Esta última la escribió por petición de los estudiantes de medicina a punto de recibirse, que en el día de la primavera organizaban los llamados "Bailes del internado".

 En 1916 Canaro fundó su propia agrupación, muy exitosa a nivel local. Musicalmente hablando, sus conjuntos no cultivaron un estilo definido, sino que Canaro fue adaptándose a cada momento, encontrando siempre la manera de conservar su espacio sin entrar en competencia con otras figuras del género.

 Fue él quien en 1918 luchó por los derechos de autor, no reconocidos en la época, que llevó a que posteriormente, en 1935 se creara la actual SADAIC (Sociedad Argentina de Autores y Compositores de Música), cuyo edificio fue construido sobre terrenos adquiridos por Canaro.

 Durante estos años, hasta que grabó su primer disco en 1922,  incorporó el contrabajo a la orquesta de tango, eligiendo para ello a Leopoldo Thompson. Dos años más tarde incorporó una voz por primera vez en una orquesta, aunque solo fuera para cantar el estribillo. Así comenzó una nueva era de "estribillistas" o "chansonniers", de los cuales el primero fue Roberto Díaz.

 En 1925, es decir, un año después, comenzó una gira por el mundo, visitando países como España, Francia y Estados Unidos, hecho que contribuyó a la extensión y popularidad del tango en Europa. Primero visitó París, donde el tango era muy popular y donde estaban Manuel Pizarro y sus hermanos. Canaro fue allí con los estribillistas Agustín Irusta y Roberto Fugazot, dúo al que junto al pianista Lucio Demare triunfaron por más de 10 años en España y otros países. Trabajó también en paris con una cancionista llamada Teresa asprella y luego en Estados Unidos, con Linda Telma.

En 1932 regresó a Buenos Aires donde comenzó su etapa de director y compositor.

 Ahí comenzó a escribir partituras para comedias musicales y más tarde se estrenó “La muchachada del centro” en el teatro El Nacional. Con los años, siguieron estrenos como “La historia del tango” en 1941, “Sentimiento gaucho” en 1942 y “Dos corazones” en 1944. Los éxitos continuaron con “El tango en París” y otras obras posteriores.

 Canaro convirtió muchos tangos ya existentes en versiones más sinfónicas, cambiándoles el nombre, y además, si más tarde les añadía letra, volvía a cambiarles el nombre. Por ejemplo, su tango sinfónico "Pájaro azul" provenía de su anterior "Nueve puntos"; "Halcón negro", de 1932, era previamente "La llamada", y ya con letra pasó a ser "Rosa de amor". Intentó introducir un nuevo ritmos, llamado tangón, pero aquello no terminó de funcionar. Igualmente lo intentó con el milongón, con idénticos resultados.

Como detalle, decir que en 1940 se nacionalizó argentino.

 Otro detalle es que fundó la productora Río de la Plata e hizo sus pinitos en el cine, pero fracasó.

 Sus tangos más destacados son Se dice de mí, del año 1943, especialmente conocida la versión de Tita Merello. Muy recomendada, me encantó la primera vez que la oí y me hizo reír. También son conocidos Madreselva, del año 1940 y llamada anteriormente La Polla, Sentimiento gaucho, y Envidia. Otros temas conocidos son: Yo no sé que me han hecho tus ojos, del año 1933 (dedicada a un amor: Ana Falcón, emperatriz del tango), Adiós, pampa mía, de 1945, en la que fue coautor junto con Ivo Pelay y Mariano Mores, Pinta brava, del año 1912, Sufra, La última copa, el maravilloso vals Soñar y nada más, Mano brava, El alacrán, Dos corazones, El internado, y Destellos, del año 1942, El chamuyo, El pollito, Charamusca, Nobleza de arrabal, La tablada, El opio, Sentimiento gaucho, La última copa, Déjame, Envidia,  La brisa,  y El tigre Millán.

 En 1956 publicó sus memorias, tituladas "Mis 50 años con el tango".

 Canaro actuó en diversos países de Sudamérica, como Brasil, Uruguay y Chile. Ya en los 60 se animó a hacer gira por Japón.

 En su trayectoria, se registra que grabó 7.000 discos de tangueros, y se dice también que compuso tal número de obras que se cree que muchas de ellas las firmó a cambio de dinero, aún así, no se puede quitar mérito a todo su impresionante creacción y trabajo.

 Este compositor, violinista, director de orquesta, y pionero del jazz en Argentina, y una de las figuras más conocidas en el mundo del tango y amigo de Gardel, dejó que la enfermedad de Paget se lo llevara de este mundo en 1964, en la ciudad de Buenos Aires. Fue tan rico, que popularmente había un dicho que decía «tiene más plata que Canaro».


Entre milongas: ya 5 meses...

 Me gustaría daros las gracias a todos los seguidores de Entre Milongas. Desde que inicié el blog hace ya cinco meses, veo que cada vez sois más y de más procedencias, entre ellas España, Estados Unidos, Rusia, Alemania, Reino Unido, Argentina, Colombia, Francia, Chile, Brasil y Ecuador.


Me encantaría no obstante recibir comentarios, pero todo llegará. Dicen que la paciencia es una gran virtud, y tenerla con mi "niña" Entre Milongas es además, un placer.

 Solo deciros que estoy abierta a sugerencias sobre los temas que más os interesan, ya que a pesar de que tengo más de un centenar de entradas listas para publicar, iré amoldándome también a vuestros intereses.

¡Un abrazo a todos!

viernes, 3 de mayo de 2013

Aceptar por compromiso

Tengo amigos que dicen saber perfectamente cuando una bailarina quiere o no bailar con ellos, y si está cómoda o no bailando, y estos mismos afirman que quien dice lo contrario, miente.Yo sin embargo creo que hay hombres que realmente no se enteran, de igual modo que hay gente en la vida que parece que nunca se entera de nada. 
 
 Algunos milongueros van a pasar un buen rato, viven la música como nadie, y son amantes del tango como ninguno, y aunque intentan tratar a su bailarina como una reina, realmente no la escuchan.Y cuando invitan a bailar, hacen exactamente lo mismo: no leen el lenguaje corporal, que dice más que mil palabras, así que cuando ella no quiere bailar, ni se dan cuenta. Y ellas encima, no arreglan nada el asunto aceptando la invitación por compromiso.

 Hay mujeres de lo más diplomáticas, de las que nunca dicen que no aunque quieran rechazar la invitación: se lo bancan todo. Y se les nota mucho porque muchas de ellas cuando bailan no saben como fingir que están disfrutando, y en realidad están deseando que acabe la tanda. ¿Habeis observado alguna vez las expresiones de la gente cuando baila? se nota perfectamente los bailarines entregados y disfrutando, a los que están incómodos, y a los que ni les va ni les viene, les da todo igual. 

  En mi opinión, la mujer debería rechazar la invitación si no le apetece bailar, y no sentirse mal por ello. Y el hombre debería aceptarlo de forma natural, sin hacer drama. Y si esto no es plato de buen gusto para todos los milongueros y milongueras, quizás podrían invitar tanto ellas como ellos. Cualquiera de las dos opciones sería justa tanto para hombres como para mujeres. ¿O no?