viernes, 28 de marzo de 2014

Los otros animalitos del zoo de la milonga

El zoo de la milonga es muy generoso, y en él no solo abundan muchas especies de milongueras sino también de milongueros. Obviamente, como yo bailo con ellos, soy capaz de diferenciar más tipos de animalitos que en el caso de las milongueras.

Los perros pastores son pocos al lado de un gran rebaño de ovejas, igualito que algunos milongueros en una milonga llena de milongueras, sentadas, esperando una invitación. Sepan o no conducir al rebaño, van paseándose eligiendo ovejas. Algunos de ellos se enfadan o molestan cuando una oveja se sale del rebaño, que en términos milongueros sería algo así como declinar una invitación directa suya. Muchos de ellos, en su rol de perros pastores, no saben que aunque ellos son los que lideran, no son los únicos que cuentan a la hora de decidir. Los perros pastores rara vez se acercan a las leonas; las serpientes suelen escaquearse de algunos de ellos cuando es necesario, sobre todo cuando ven que muerden; y las lobas les atacan de vez en cuando, si es que son buenos guiando. A estos los observo y si creo que voy a disfrutar la tanda con ellos y no hay algo de fuerza mayor que me cause rechazo, les doy una de mis mejores sonrisas y me aventuro a disfrutar una tanda con ellos.

Los pavos reales son aquellos que visten de forma muy llamativa, supongo que para dar el pego de que son muy milongueros. A veces, incluso lo son. Les gusta destacar, que les miren. Son animales muy curiosos y desde luego no pasan desapercibidos, por lo general, tampoco su forma de bailar. Con estos bailo a veces porque pueden llegar a ser divertidos, pero otras los rechazo porque me de vergüenza bailar con ellos: soy demasiado consciente de que llaman mucho la atención y eso es precisamente lo que yo evito.

Los leones, reyes de la milonga, son estupendos bailarines con quienes todas quieren bailar, pero ellos por lo habitual solo bailan con leonas de la misma manada o de alguna otra manada que conocen. Suelen ser el principal objetivo de las lobas. Algunos de ellos aceptan por compromiso, pero otras veces los he visto rechazar abiertamente una invitación sin reparo alguno. A estos los admiro de lejos, y alguna vez, una vez cada mil años, uno de ellos se confunde y me invita a bailar: suele ser mi día de suerte.

El equivalente a la serpiente en los milongueros es el cocodrilo. Es un animal que observa y no se mueve hasta que elige. Suele cabecear, baila pocas tandas, es un estupendo bailaín y disfruta de casi todos los abrazos que regala. Suelen ser los favoritos uno de los animalitos favoritos de las lobas.

El lobo es aquel que cree que porque hace más años que nadie que baila, todas estarán encantadas de bailar con él, aunque no sepa bailar. Elije alguna oveja, pero por lo general más bien corderitas principiantes, que le miran como a un dios, justo lo que él quiere y necesita. A estos les tengo casi el mismo cariño que a las lobas. Lo bueno, es que esta especie no abunda.

El grillo es aquel que no calla mientras baila. Da igual que lo que le digan, él sigue a lo suyo y te impide escuchar la música. Con él es imposible bailar, tan solo moverse por la pista. Normalmente caigo una vez, pero luego, una vez que identifico esa cosita negra gritona cerca, decido ir a escuchar música a otra parte.

El caballo se diferencia del cocodrilo básicamente en que es bastante más abierto y receptivo a que le inviten a él: por esa razón baila bastantes tandas que no disfruta, por compromiso. Por lo general es educado, sonríe mucho y tiene un buen abrazo y musicalidad, aunque sea muy principiante. No se enfada si un día no bailas con él, es amigo del cabeceo pero si tiene mucha confianza, también invita acercándose. Es ese tipo de milonguero con el que te sientes segura incluso en una milonga llena de gente. Y por cierto, uno de mis animales favoritos.

martes, 25 de marzo de 2014

El zoo de la milonga

Poniendo un poquito de humor diremos que la milonga es como un zoo, en el que abundan muchas especies de "animalitos", tal y como sucede también fuera de la milonga. Aqui hablaremos de ellas.

Normalmente en una milonga las mujeres abundan, los hombres escasean. Para la milonguera más común, bailar es algo así como una lotería cuando se queda sentada esperando a ver qué sucede. En esta situación no importa su ubicación, ni si conoce o no a otros milongueros, simplemente se produce un proceso de transformación a un ser traslúcido, etéreo, casi invisible. Otras veces sin embargo, sin saber porqué, ella brilla la que más entre todas. Supongo que esto es debido a la energía que proyecta en cada momento. Este tipo de milonguera, la más común, es a la que yo llamaré oveja

La luciérnaga es aquella milonguera, de las que no destaca por su baile, pero que viste de forma provocativa para llamar la atención de los hombres y tener así más oportunidades. Creo que en mi vida de milonguera yo me he transformado en casi todos los animalitos y por su puesto a ratos fui luciérnaga cuando aprendía a bailar, pero pronto aprendí que por mucho que enseñes la alas, vuelas cuando tienes que volar.

La leona es reina de la milonga, estupenda bailarina, a quien nunca le faltan invitaciones. No nací de esta especie, pero aún así me gusta admirarlas cuando las veo por la pista.

La loba es esa milonguera que destaque o no por su baile, va siempre en busca de bailarines para invitarles, sin cabeceo alguno, tal y como hacen muchos milongueros cuando se ponen delante de una milonguera y hacen que ella acepte la invitación por compromiso. Son las que menos me gustan y las que más molestas me resultan. Creo que nadie, hombre o mujer, debe imponerse o comprometer a alguien: para eso está el cabeceo, para que ambos elijan.

La serpiente sería la que espera hasta que ve algo que quiere, y sin ser una loba, usa tácticas para conseguir que el milonguero que le interesa la invite a bailar, aunque muchas veces no lo consigue y esas veces termina bailando poco en la milonga. Aquí es donde esté equivocada o no, yo me identifico casi todo el tiempo.

Luego está la mariposa, que sería aquella que viste con colorines, que es muy simpática, y que parece conocer a todas las flores y capullos de la milonga. Creo que a veces me trasformo en algún bichito parecido a la mariposa pero sin serlo, y me retan por ello, ya que me acerco a muchas flores para charlar y luego nunca estoy atenta al cabeceo. Pero nunca podría ser mariposa ya que no es muy compatible con mi personalidad: solo me sale ser simpática con quien me cae bien, y fingir lo contrario no es uno de mis fuertes. Además, aunque de vez en cuando me pongo algo de color, la única vez que me puse modelito color verde esperanza, debieron de confundirme con la hierba... porque no bailé casi nada.

Quizás depués de tanto análisis, a lo mejor resulta que soy un camaleón... ¡vaya!

viernes, 21 de marzo de 2014

Bailando con un músico

Era un festival de tango al que fui solamente a la milonga del sábado, y encima llegué tarde. Pagué la barbaridad de veinte euros por la entrada a una milonga en la que hacía un calor infernal y en la que media hora después de entrar iba a tragarme una orquesta imbailable por casi una hora. Al menos, después quedaron otras dos horas de buena musicalización, regalada por Ariel Yuryevic.

La hora de orquesta la dediqué a charlar con amigos y comer unas riquísimas empanadas caseras que ofrecían. Parte del tiempo lo empleé en acompañar al amigo con el que había ido a esa milonga, a dar una vuelta y ver el ambiente, mientras él murmuraba: "¿¿cómo pueden tocar esto??¡pero si no se puede ni bailar!". Luego me pasé a ver modelitos en los puestos de ropa y zapatos de tango, pero al menos fui lo suficientemente sensata como para no pecar y terminar metiendo un trapito más en mi abarrotado armario.

Una vez que dieron paso al DJ, recibí una invitación de un chico joven, de unos treinta años o alguno más, y como la media de la mayoría de los asistenteses era de exactamente el doble de su edad, pues fue como encontrar la nota discordante. Acepté bailar con la nota discordante. No era un sol, era un do, y de pecho. Lo digo porque de ahí precisamente salió la tos que me dio al atragantarme cuando me preguntó qué me había parecido la orquesta. Y en uno de esos extraños momentos en el que dejo que la sinceridad se atragante un poco y permito que la diplomacia me haga quedar bien, le contesté que había llegado tarde, por lo que me había ido a comer algo y saludar a unos amigos, y que casi ni me había parado a escuchar la orquesta. Me quedé sorprendida de lo cercano a la verdad que era lo que había dicho, evitando criticar a la orquesta. Menos mal que no lo hice. Él se presentó como uno de los músicos. Caaaaaaasi. Casi la lío.

El simpático chico bailaba raro. Así lo definiría. Poco y raro. Parecía más bien que intentaba interpretar la música como él lo haría con un instrumento musical. No se baila como se toca, pero supongo que él era tan principiante como bailarín, que estaba en el proceso de entenderlo. Los conocimientos de música pueden ayudar a la hora de bailar y comprender la musicalización a la hora de interpretar un tango bailándolo, pero nada más. Son dos mundos diferentes. Lo se porque yo aprendí solfeo por años, e incluso toqué piano, hasta que me di cuenta de que no era lo mío, o mejor dicho, hasta que mi madre se dio cuenta de ello. Por cierto, tardó unos diez años.

domingo, 16 de marzo de 2014

Yo quiero un sótano como ese

Era una milonga organizada por una asociación de tango, en la que había gente de otros países vecinos, pero principalmente de muchos rincones de la península ibérica, con lo cual era una ocasión especial para conocer gente nueva y admirar nuevas formas de interpretar un tango. En aquella milonga hubo una pareja que admiré de forma especial, por su estilo milonguero, del que confieso tengo debilidad, y por su originalidad: se llaman Julio y Juana.  

Después de ojearles durante alguna que otra tanda, en un momento avanzado de la noche, en el que yo estaba descansando y ya no había mucha gente en la pista de baile, decidí observarles una tanda entera. El primer tango lo comenzaron con una secuencia en la que ambos caminaban hacia adelante. Definitivamente se ganaron toda mi atención, ya que era la primera vez que milongueando veía a una pareja empezar un tango de una forma tan original. He de reconocer también que me sorprendieron positivamente por la conexión que transmitían, el juego que había en su tango, el disfrute que se veía en ellos mientras bailaban: me tuvieron hipnotizada toda la tanda.

Esa misma noche, al comentar a una amiga lo mucho que me habían gustado y preguntarle por ellos, me comentó que eran milongueros conocidos y que no solo eso, sino que entre otros reconocimientos estaba el de

su energía positiva y también por su calidad humana. Os dejo un par de vídeos que he encontrado en YouTube, en los que bailan desde el maravilloso sótano de su casa, para felicitar la Navidad a sus amigos milongueros... ¿¿os he dicho que quiero un sótano como ese?? ¡Qué preciosidad!


miércoles, 12 de marzo de 2014

¿Una coincidencia?

Tengo temporadas en las que me gusta sentarme en una mesita de la milonga y observar. Antes me resultaba más fácil, pero ahora es casi imposible pasarme media hora sin una amiga a mi lado dándole a la sin-hueso sin parar, aunque siendo justa, a lo mejor es que tengo yo algo que ver con eso: no por nada me han retado por ser "difícil de cabecear" por esa misma razón. 

En esas temporadas, mentras no les quitaba el ojo de encima a los milongueros y milongueras al bailar, me fijaba en su interpretación de la música, en sus gestos, su abrazo y su postura, me imaginaba también lo que sentirían. Es increíble todo lo que se aprende observando. Así es como empecé a darme cuenta de que es muy sencillo distinguir a la milonguera que está apurada porque no está a la altura de su bailarín, ya que se la ve nerviosa, disculpándose, tropezándose, buscando con la mirada una aprobación; a la que está incómoda porque ha elegido mal la ropa para bailar, por sus constantes intentos por ajustarse un tirante, la falda, y también por las miradas de ellos que dicen bastante más que un tirante fuera de su sitio; a la que se está disfrutando del abrazo, que baila con los ojos cerrados, que se le escapa un suspiro al terminar el tango; a la que se simplemente se divierte y la ves reírse; a la que está incómoda porque su pareja ya no es un osito de peluche que huele a lavanda sino más bien un gato al que acaban de sacar de una pileta; a la que le hacen daño y se mueve más que en una cama llenita de pulgas; y a la que le gustaría estar más bien en Marte porque tiene tal cara de aburrida que obviamente está bailando por compromiso.Pero a ellos también se les nota, aunque bastante menos que a nosotras: digamos que somos algo más protestonas con todo.

Observando y mirando montones de fotos es como di con una coincidencia que quizás no lo sea tanto: descubrí una de las caras más comunes que ponen los milongueros cuando están concentrados. Normalmente esto no se aprecia en las fotos colgadas en las redes sociales porque ahí solo se publican las seleccionadas, pero, si te pasas una noche entera haciendo fotos hasta a las patas de las sillas, es cuando para tu sorpresa encuentras una grandísima cantidad de fotos en las que ellos salen con la punta de la lengua fuera, concentradísimos. Al principio pensé que era casualidad, pero en mi tierra dicen que cuando el río suena, algo lleva. En este caso concretamente, por estadística, creo que es un gesto inconsciente que hacen muchos milongueros al bailar. O eso o bien yo tengo una suerte de mil demonios y siempre capto fotos en el momento menos oportuno.

sábado, 8 de marzo de 2014

Magia

Los momentos más intensos y bonitos de la vida, en cuanto a emociones, son aquellos que repetimos una y otra vez en nuestro recuerdo, como cura o consuelo, cuando la vida no nos trata bien. En esas situaciones en las que nos roba a seres queridos u otros amores, alegrías, o nos pone en situaciones que se vuelven tan difíciles que nos desbordan. Entonces las memorias felices vuelven, son como un salvavidas en un mar donde creíamos ahogarnos. Pero lo hacen efímeramente porque tan solo las revivimos en nuestra mente, no con nuestros sentidos reales.

Esos momentos intensos y maravillosos también los vivo yo en el tango: un abrazo, una mirada, un solo sentir, esa conexión tan especial que llegas a sentir a veces con alguien. Pero aunque es también una ilusión que se desvanece en cuanto el tango termina, es muy real mientras dura. Son instantes tan intensos, en los que parece que el aire se corta en pedazos, en los que la gente de alrededor deja de existir y solo sientes tu corazón latir, como si fuera a salirse del pecho. La respiración queda en el olvido y solo existe una mirada intensa que te atraviesa y te desnuda el alma.

Ayer viví uno de esos momentos, justo al final de cada tango que bailé con él.

Cuando se siente algo así, siempre se tiene la certeza de que es algo compartido y las palabras sobran. Luego la magia se va disipando en cuanto percibes que la gente regresa a sus respectivas mesas y con la mirada siguen buscando nuevos abrazos. No en cada milonga, pero en algunas de ellas vuelves a sentirla, y ese anhelo de sentirla lo que que hace que pasemos tanto tiempo entre milongas.

Estoy segura de que volveré a abrazarle, a sentir que el aire se corta al perderme en su mirada, pero también estoy segura de que antes, si no es con él, lo sentiré con otro. Simplemente lo sé, el tango es así.

martes, 4 de marzo de 2014

Como cuchillos en los pies

Supongo que todos vosotros milongueros como yo, sabéis lo que es sentir algo así como cuchillos en los pies. Suele ser buena señal: has bailado, has disfrutado, has milongueado sin parar. Pues bien, os voy a dejar algunos consejos que a mí me funcionan para aliviar el dolor de pies, ya sabéis esas "cosas" compuestas por 26 huesos, 32 articulaciones, 19 músculos y más de cien ligamentos, que tenemos unidas a los tobillos. Espero que os sirvan a vosotros también.

1. Conviene calentar y estirar antes y después de bailar (eso que yo debería, pero que nunca hago).

2. Tengo un ritual que me funciona de maravilla: meter los pies en hielo tras una noche de milongueo. Si no hay hielo, sentarse en la bañera también vale, y mojarse las piernas con agua bien fría es otra opción igualmente válida.

3. Apoyar el trasero junto a la pared, con la espalda en el suelo y las piernas en alto, hace que descansen de una manera increíble.

4. Están las cremas y demás fármacos antiinflamatorios, pero yo soy de las que creen que lo natural es lo mejor, aunque a veces, está bien tener un kit de emergencia.

5. Las pelotitas: así como la de tenis va bien para la espalda si te apoyas en ella contra la pared, las de pin pon o de goma son ideales para masajear los pies, colocándolas justo debajo de éstos mientras sentada intentas que pasen por cada centímetro de tus pies. Duele, pero sienta bien.

6. Mis zapatillas de casa son calcetines con suela: qué maravilloso día el que descubrí este tipo de calzado.

7. Siempre que se puede, sentada en la milonga, no es mala idea mover los pies hacia abajo y hacia arriba, sin mover las piernas ni los tobillos. También es agradable hacer círculos con los tobillos.

8. Entre semana yo tengo un ritual que hago cada jueves, justo antes del fin de semana y del milongueo: después de ducharme embarruno de crema hidratante los pies de forma exagerada; los meto en bolsas de plástico y las cierro con goma a la altura de los tobillos; luego los meto en un balde de agua muy fría, luego hago lo mismo con agua muy caliente, durante unos minutos para que los pies absorban mejor la crema con el calor. La sensación es maravillosa. 

9. Se dice que si el dolor de pies es muy agudo, meterlos en agua con hojas de árnica, arcilla verde o melisa y dejarlos ahí por un cuarto de hora, funciona de maravilla. Tengo que ver, todavía no me he aventurado a hacerlo yo.

10. Y el lujazo: un auto-masaje, o un masaje si tienes quien te lo de, y si el masaje termina en final feliz, ¡seguro que ni te acuerdas de los pies!