martes, 31 de marzo de 2015

Mi primera clase de kizomba

La primera vez que oí hablar de este baile fue hace un par de años. Mi curiosidad fue más allá y busqué en YouTube vídeos para saber cómo era la música, cómo se bailaba. No tenía nada que ver con otros bailes como la salsa, el merengue o la bachata, sin embargo se baila cada vez más y además en los mismos lugares, como si de un baile latino se tratara, aunque por lo que tengo entendido, su origen es africano.

Debido a mi crisis milonguera, decidí empezar de cero en otro baile que me gustara y en el que al ir a bailar tuviera la sensación de que todos son estupendos bailarines para mí y por tanto alejar esa sensación que tengo ahora en el tango, en el que no me apetece mucho ir a las milongas locales porque me cuesta cada vez más encontrar gente con la que disfruto bailando. Soy consciente de que es un proceso natural y quizás este descanso con la kizomba me vendrá bien. Eso no significa que me olvide del tango: siempre estará ahí, al fin y al cabo, es parte de mí.

Tomada la decisión, fui a mi primera clase de kizomba. Lo primero que me sorprendió es que había más chicos que chicas (seguramente fue una casualidad) y lo segundo es que casi todos los asistentes ya bailaban salsa, bachata, y otros bailes considerados "caribeños": yo era la única cuyas caderas no se movían con soltura: yo era algo así como la nota discordante de la clase.

La pareja que enseñaba hizo una pequeña exhibición del estilo portugués y francés. El primero requería más meneíto de cadera, del que a día de hoy soy incapaz, pero el segundo, a efectos visuales era algo así como una imitación de tango pero mal bailado. Raro. La música me gustaba, aunque he de reconocer que me parecía un poco todo de lo mismo todo el rato: supongo que en mi subconsciente no paraba de compararla con el tango, y claro, en cuanto a riqueza musical, ni siquiera es comparable. 

Después de hacer un precalentamiento de pasos básicos, en los que me hice un lío con los pesos porque no explicaban nada sobre eso ni sobre ejes, decidí relajarme y olvidarme de la técnica: todo valía con tal de conseguir que salieran los pasos, que por cierto, me resultaron más sencillos de lo que esperaba.

Luego tocó el momento de practica en pareja, así que hicimos un círculo y las chicas nos íbamos rotando para practicar con todos los chicos. Es ahí donde nos explicaron que la conexión se daba arriba, en el torso, y en las piernas. Y como en todas las clases, alguno debió de entender mal y creía que la conexión tenía que ser en otra parte del cuerpo. Pero menos mal que a estas alturas una ya sabe como aclarar esta clase de malentendidos. Así que ni corta ni perezosa pedí que me confirmaran que la conexión debía de ser solo en el torso y las piernas y no en ningún otro sitio entre las piernas de uno. Fui un poco mala, lo reconozco, pero por arte de magia, los confundidos dejaron de estarlo.

jueves, 26 de marzo de 2015

Sí podía ser peor

Me equivocaba: sí podía ir a peor.

En Facebook salía publicado un evento organizado por la Asociación Aragonesa de Bailes de Salón que decía: "1er CURSO PARA LA OBTENCIÓN DEL TÍTULO OFICIAL DE PROFESOR DE TANGO ARGENTINO". Obviamente me picó la curiosidad, así que entré en el evento y lo que encontré allí me dejó sin palabras.

Tras 16 horas de clases y desembolsar un pastón, o lo que es lo mismo, 180 euros por el curso, y luego 165 euros por el derecho al examen para obtener el título, podías convertirte en profesor de tango, con título oficial válido en el mundo entero. Eso sí, para ello, aconsejaban tener algo de experiencia pero tampoco lo obligaban, de hecho, el curso estaba dirigido a profesores y alumnos avanzados de baile de salón, salsa, ballet, jota, kizomba, hiphop, estudantes de INEF y músicos.. ¡tóma ya!

El tango atrae porque se vende en ciertos círculos como un baile sensual y encima se ha puesto bastante "de moda" pero y por eso creo que hay ciertos círculos de personas de otros bailes que quieren incorporar el tango como parte de sus conocimientos, para poder impartir clases y ganar dinero de forma fácil. Creo que es un insulto a los profesionales del tango y al tango como cultura.

Lo primero de todo, es que es imposible adquirir los conocimientos necesarios para impartir clases de tango en solo 16 horas, aunque seas una persona con formación en la danza de toda una vida. Es como si alguien me dice que con solo aprender 1000 palabras en un idioma puedo ser profesora de ese idioma: es ridículo, un idioma es muchísimo más que eso.

domingo, 22 de marzo de 2015

La razón de los juicios

Si vas a algún curso sobre liderazgo, gestión de equipos de trabajo o capacitación de mandos y encargados, seguramente te hablen de la comunicación y cómo en ella las personas son mas propensas a hacer juicios que a hablar de hechos, cosa que facilita los malentendidos y crea situaciones tensas en el trabajo. Fuera del trabajo también ocurre, y claro está, también en el tango. Supone mucho esfuerzo madurar y aprender a controlar los juicios que hacemos, sobre todo en cuanto a personas. Yo soy la primera que peco de ello, aunque estoy trabajando para no hacerlo tanto.

Para quien no comprenda bien el significado entre hecho y juicio pondré un ejemplo: no es lo mismo decir "hace bastante frío" (juicio) que "hace 5ºC" (hecho). La razón: habrá personas para las que "bastante frío" sea 15ºC y otras para las que -10ºC, sin embargo, 5ºC son 5ºC para todos por igual. 

Normalmente hacemos juicios basados en nuestras experiencias, e incluso a veces, en las experiencias de los demás, o en lo que nos cuentan y nos creemos sin ni siquiera cuestionar. Creo que por esa misma razón es tan fácil equivocarse. Sin embargo, a veces hacer juicios, si estos son totalmente subjetivos, y formados a partir de nuestra experiencia, no son tan mala idea, puesto que equivocadamente o no, son parte de nuestro aprendizaje.

La razón de esta última afirmación la encuentro en mi experiencia con el tango, en la que me he equivocado muchas veces y se que lo seguiré haciendo. Hablo de esa experiencia que te dice por ejemplo que si la mayoría de las veces que he visto a un chico con unos jeans y unas deportivas en una milonga, he pensado que era un principiante, y lo era, lo más probable es que en situaciones futuras en las que encuentre a un chico vestido así, también lo sea. Idem para la mayoría de las veces en las que he visto a un chico con zapatos de baile y con traje, y lo he tomado por un bailarín experimentado, cuando en realidad lo era; o la mayoría de las veces que alguien me ha invitado de forma muy directa y comprometida y he pensado que no conocía los códigos de la milonga y era inexperto, o bien que era un milonguero al que ninguna chica miraba por no querer bailar con él, y en ese caso también acertaba; o la mayoría de las veces en las que un milonguero me ha invitado desde lejos, por medio del cabeceo y he pensado que era conocedor de los códigos de la milonga y por tanto experimentado, y también daba en el blanco. Pero no siempre ha sido así, porque un ejemplo en el que me equivoqué os lo relaté el 2 de noviembre en mi entrada "un cabeceo maestro".

Son tantos los ejemplos, que asustan y por eso, aunque todos sabemos que lo ideal es no juzgar, no podemos evitarlo, porque al fin y al cabo hay cierta razón en los juicios que hacemos.

miércoles, 18 de marzo de 2015

Cuando sales de la zona de confort

Sonaba un tema del año 42 llamado Al Compás del Corazón, de la Orquesta Miguel Caló con Raúl Berón como vocalista cuando lo vi bailando, concentrado, entregado al abrazo y a la música. Me sorprendió verle bailar aquel tema, porque de alguna manera me parecía que no pegaba con él, con lo que conocía de él, con su forma de bailar. Yo seguramente no habría bailado con él una tanda de Caló porque ya lo tenía encasillado en otro ritmo, otra orquesta.

Es bastante común entre milongueros bailar con las mismas personas las mismas orquestas, o los valses o las milongas, encasillando a un milonguero en un estilo o una orquesta. Nos encerramos en nuestra zona de confort elegida en cuanto a bailarines con los que nos gusta bailar y en cuanto a qué nos gusta bailar con ellos. Preferimos ir a lo seguro y disfrutar, que arriesgarnos y decepcionarnos. Pero aunque son etapas, y eso no ocurre siempre, sí es más habitual en las milongas locales.Y está bien, es una elección, pero también es cierto que quedarte relajado en tu zona de confort a veces te hace perder experiencias increíbles.

A mí me sucedió poco tiempo después, cuando yo estaba en una de esas etapas en las que nadie te saca de tu zona de confort fácilmente en las milongas locales, e iba a lo seguro siempre: mis dos o tres tanditas a gusto y luego, para casa. Pero la verdad es que el ver bailar a este chico aquella tanda de Caló fue como darme un toque de atención y decidí experimentar de nuevo. El resultado fue que aunque terminé bailando un montón de tandas por bailarlas, sin disfrutarlas apenas, descubrí a un chico con el que me encantó bailar milonga. Eso sí, después de aquello, volví a entrar en mi zona de confort, pero con uno más en la lista para bailar milongas... ¡no tengo remedio!

sábado, 14 de marzo de 2015

Nuevamente indignada

Es curioso cómo un día vas a una milonga, ves en la pista a uno de esos milongueros con los que no bailarías con él ni aunque te pagaran, y de repente alguien te comenta que ahora es profesor de tango en una ciudad pequeña del norte. Mi reacción, digna de película: casi tiro lo que estaba bebiendo... ¡del susto!

Hablo de un chico que hace años que toma clases, que apenas milonguea, y que tal como un pez trepa un árbol, él baila. Me imagino sus clases y lo que enseñará: cómo salirse del eje, cómo sacar a la pareja de su eje, cómo no hay que circular por la pista, cómo hay que dar clases mientras se baila, y de cómo empujar a las chicas al lugar al que quiere que se muevan si no se tiene la más remota idea de cómo hacer la marca. Un terrible.

Hace ya bastante tiempo, el 26 de noviembre de 2013, que publiqué una entrada sobre este tema, en el que gente sin tener preparación alguna o que baila fatal, e incapaz de hacer auto-crítica, se autoproclama maestro y empieza a difundir su sabiduría... obviamente haciendo flaco favor al tango nacional. Estoy indignada. Por lo que veo, esto no puede ir peor...

martes, 10 de marzo de 2015

TangoClub Zaragoza 2015

El TangoClub Zaragoza lo anunciaban como un evento en el que había equilibrio entre líderes y seguidores y que consistía en 30 horas de milongas de tarde y noche, sin clases ni exhibiciones, donde se invitaba al abrazo cerrado y cuyo código de invitación era el cabeceo. Era además bastante económico, ya que por unos 46 euros, teníamos todo incluido, y quizás por esto, o por quienes lo organizaban, para ser la primera vez que se celebraba, hubo una gran afluencia de milongueros/as de toda la península y también del extranjero. Pintaba bien.

Lo que yo me encontré fue efectivamente lo que que habían prometido en cuanto al ambiente de buena onda y equilibrio entre leaders y followers. Lo del abrazo cerrado, el cabeceo y la cordialidad entre los milongueros, como sucede en la mayoría de las milongas españolas, se quedó en una buena intención por parte de los organizadores, que bien poco podían hacer, salvo claro está, no aceptar al evento a los peligros nacionales conocidos por todos.

La ilusión de los anfitriones se palpaba y nos recibieron y agradecieron personalmente a cada uno de los milongueros que asistimos mientras nos acomodaban en la hilera de sillas que rodeaba la pista según sus sugerencias, cosa que aunque bien-intencionadas, puesto que pretendían facilitar el cabeceo, aunque a mi no me gustó. Soy más bien de las personas que les gusta la libertad para elegir donde sentarme entre los lugares disponibles. El primer día me tocó sentarme en el "polo norte" y al siguiente en aquel rinconcito "donde Wally se escondió y nadie le encontró jamás", muy fuera de la pista principal. Lo bueno, es que como el cabeceo no funcionó, una vez que me localizaron esos amigos milongueros a los que hacía tanto que no veía y con los que me encanta compartir abrazos, llovieron las invitaciones. Pero claro, también llovió la de algún milonguero local al que no conocía, y cegada por la ilusión del fin de semana de tango que empezaba, cometí el grandísimo error de aceptarla. Pagué por ello: sufrí dos eternas tandas, que mis amigos milongueros hicieron algo más amenas gracias a esa mezcla de apoyo, pena y cachondeo al ver verme bailar con ellos.

Durante ese fin de semana, las milongas principales tuvieron lugar en un gran salón de un hotel muy céntrico, cuya pista principal de baldosa de mármol, si mal no recuerdo, era agradable para bailar a pesar de ser un suelo duro para las articulaciones. La pista principal era rectangular, con dos columnas en el centro, muy bien dispuestas para promover la buena circulación en la pista, aunque aquello iba más con los milagros que con las columnas.

El servicio de recogida de abrigos y de barra era de muy buena calidad y los precios aceptables: se veía que todo había sido organizado al detalle y con cariño. Había tres camareros disponibles en la barra e incluso algo de comida, aunque para engañar al estómago, en mi humilde opinión, no era suficiente. Aún así, lo compensaron con el chocolate con churros y las ricas tostadas de queso y membrillo que ofrecieron en el after.

En el mismo salón, junto a la pista principal,  había también una pista más pequeña, cuadrada, que resultó muy útil en ciertos momentos, aunque cortó un poco el ambiente de la milonga, sobre todo el sábado, en la que claramente parecía que había dos milongas en lugar de una. También el espacio donde tenía lugar el after, en la sala de baile La Galería, era muy pequeño y su iluminación muy poco acertada. Lo bueno de todo esto, es que creo que lo percibieron los organizadores y que el año que viene mejorán estos pequeños detalles.

No pude escuchar a todos los DJs y musicalizadores porque no estuve todo el fin de semana (cosa que me apenó bastante porque no disfruté de la música de Mariano Quiroz), pero de los que escuché, me parecieron muy acertados casi todos. El que más me gustó (me encantó más bien) fue sin duda David González Luengo, que ya conocía, y la que menos, la DJ del after del sábado, que decepcionó un poco en general, ya que no pudo conseguir mantener la pista llena, y tristemente la gente fue retirándose a sus hoteles tras el picoteo. Quizás el cansancio de los milongueros también algo tuvo que ver.

En resumen, la milonga que más me gustó fue la del viernes noche, en cuanto ambiente, música y organización, a pesar de que era el día que más cansada estaba. Además ese día, como algunos milongueros no se incorporaron hasta el día siguiente, la pista estaba más vacía y por tanto los milongueros con los que bailé tuvieron menos dificultades para desplazarse de forma totalmente segura.

Personalmente me lo pasé muy bien durante ese fin de semana y seguramente repita el año que viene: me encanta juntarme con viejos amigos y compartir todas clase de momentos y abrazos.Además, la experiencia global del encuentro fue positiva, pero obviamente les queda trabajo por hacer a los organizadores en cuantos a mejoras, pero creo que lo harán bien: ilusión no les falta.

viernes, 6 de marzo de 2015

Cuestión de abrazos

Le conocí hace años. Él, un chico que podía pasar desapercibido por su timidez, destacaba porque derrochaba buena onda y no tenía reparo alguno en mostrar su cariño a quien estuviera dispuesto/a a recibirlo. Quizás un chico de los que son demasiado buenos, de los que dan, pero que apenas piden, y menos aún reciben, quizás por motivos de inseguridad. Pero fue esa forma de ser suya la que despertó en mi ciertos sentimientos especiales, que creo que aunque no germinaron del todo porque andábamos en ondas diferentes, tampoco fueron compartidos.

A día de hoy no conozco una sola persona que no le quiera: es imposible no hacerlo. Bailando es dulce, suave, y entregado, pero por alguna extraña razón, muy rara vez yo he conectado con él en el abrazo. Ahora lo sé: buscábamos abrazos diferentes.

Yo soy de las que necesita el torso del hombre para bailar, de las que no les gusta despegarse mas que lo justo, de las que creo que baila tan solo concentradas en la conexión y en la música, con los ojos cerrados, olvidándose de todo y de todos. Mientras bailo me gusta imaginar un mundo en el que solo estamos la persona a la que abrazo, yo, y la música. El abrazo abierto, tango nuevo y todo aquello que me hace despertar del mundo en el que me sumerjo, no me suele gustar.

Él sin embargo no es tanto de ese tipo de abrazo. No tengo duda alguna de que él también imagina un mundo entre dos, se entrega en exclusiva a su pareja y la música, pero lo hace con un tipo de abrazo más abierto. Tardé tiempo en llegar a esta conclusión, y solo recientemente lo apliqué en una tanda maravillosa con él.

El primer tango fue de total desencuentro, como si jamás hubiéramos bailado antes juntos; el segundo fue mejor, el desencuentro solo fue a ratos; y ya, en el último tango de todos, yo cambié mi abrazo y empezamos a hablar en el mismo idioma. El cambio fue tal, que al terminar la tanda, abrazados y riendo, mientras me acompañaba a mi silla y nos dábamos las gracias, le comenté que esta vez sí que habíamos conectado de otra manera. El me miró y son esa sonrisa suya, me plantó un beso en la mejilla y dijo que tenía razón. Son los momentos como este los que hacen del tango un baile tan especial.

lunes, 2 de marzo de 2015

Aprendiendo de milonguera: cuando una ser arma de valor (PARTE VIII... y última)

Me quedó claro como el agua el mensaje: hay que aprender a recharzar invitaciones.

No solo estoy intentando seguir los consejos de estos dos buenos amigos, sino que estoy aprendiendo a seleccionar la música que me apetece bailar y con quien quiero bailarla. Lo que es más, a darme cuenta de que hay milongueros con los que disfruto bailando ciertas orquestas pero con los que nunca bailaría otras. Y no pasa nada, es normal.  Aceptarlo por ambas partes, también debería serlo. Creo que de esta forma es más fácil poner además del corazón, el alma. De esta manera, habrá ocasiones en las que la magia de un tema se fundirá en un abrazo, y entonces el último compás llegará a su fin mientras dos personas suspiran y tiemblan de emoción.

No cabe duda de que en el aprendizaje del tango hay tantas etapas como lecciones seas capaz de aprender, al igual que ocurre con la vida, en la que tu madurez y tu actitud también se ven reflejadas al bailar y en el comportamiento en la pista de baile: al fin y al cabo somos lo que somos, dentro y fuera de la milonga.

En este momento, en el que no he llegado ni a un cuarto del camino con respecto al aprendizaje del tango, acabo de salir de lo que casi fue una etapa kit-kat, por no llamarla crisis milonguera. En ella me replantee muchas cosas, como por ejemplo si volver a tomar clases era una buena idea o no, si me iba a dedicar a solo milonguear, o a poner banderitas en las cimas de las montañas. Pero ya he tomado una decisión: seguiré bailando tango porque es un amor al que no voy a abandonar, pero el tiempo que le dedique será menos y de más calidad, no solo en cuanto a milongas a las que asisto, sino también en cuanto a los milongueros con los que bailo. 

A partir de ahora, gran parte de mi tiempo libre lo dedicaré a otros amores como son la familia y los amigos de siempre, a los que últimamente no he dedicado tanto tiempo como solía hacer, y a mis otras aficiones, como son los paseos por el monte, la fotografía, los trabajos manuales... y escribir en este blog. :-)