viernes, 30 de agosto de 2013

Cuando el sol se vuelve tu enemigo

Bailaba ya mi quinta tanda en una milonga local, entre amigos. Ese día estábamos todos de buen humor, supongo que porque al sol le dio por hacer acto de presencia después de hacerse el tímido por meses. Hacía calor y yo había decidido ponerme un vestido blanco precioso, con encajes justo debajo del pecho. Sencillo, pero bonito. Había decidido que era la última vez que lo vestía antes de meterlo en la caja de ropa para Cáritas ya que se me estaba quedando algo ajustado ya por ciertas partes de mi cuerpo y empezaba a resultar un poco incómodo, especialmente para bailar. Por esa razón le quité el forro y después de mirarme en el espejo y ver que todo estaba en su sitio, me planté en la milonga.

El sol empezaba a entrar por un ventanal de la sala en la que bailábamos y yo cerré los ojos para disfrutar aún más del momento: un temazo, un milonguero abrazado a mí de lo más agradable y el calorcito del sol en la piel. En algún momento abrí los ojos y vi a un chico mirándome. Los cerré de nuevo y los volví a abrir un rato después para ver si seguía mirando: tengo esa mala costumbre de que siempre que descubro a alguien mirando, sea hombre o mujer, vuelvo a mirar para ver si te sigue mirando.. y ni idea de por qué lo hago, simplemente no puedo evitarlo. Esta vez no le vi a él mirando sino a otro más, y la siguiente vez que miré para ver si ese otro más me miraba, descubrí a un tercero. Empecé a ponerme nerviosa ya que acostumbrada a que me pase de todo, ya me estaba imaginando con un chicle pegado al trasero o algo peor, pero afortunadamente no tocaba que la luna alterara mis hormonas y de haber sido así y hubiera sufrido un accidente de algún tipo, cualquier solidaria mujer me hubiera avisado.. y más aún vistiendo un vestido blanco! Miré hacia la parte de atrás de mi vestido en esos segundos que transcurren entre un tango y otro en la tanda, pero mi vestido estaba perfecto, mi pelo también, mis tacones también: no entendía. Me estaba volviendo una paranoica. 

El siguiente tango lo bailé con los ojos abiertos la primera parte y siguiendo con la paranoia, creí ver a alguno más mirando. Decidí cerrar los ojos y olvidarme, disfrutar de esa maravillosa tanda. Fue más tarde, al terminar y dirigirme a mi silla cuando se acercó un amigo para decirme que el vestido era muy bonito y especialmente cuando me acercaba al ventanal de la sala y el sol clareaba por completo la tela hasta hacerla prácticamente transparente a los ojos de quien mirara desde el otro lado. No era paranoia: ¡me había visto media milonga prácticamente desnuda!

Mundial de tango 2013

Esta semana ha sido el campeonato mundial de tango en Buenos Aires pero para verlo en directo era necesario estar lista a medianoche con los ojos bien abiertos, por la diferencia horaria entre continentes. No aguanté y me quedé dormida. Aún así, al día siguiente fui recopilando noticias, vídeos, comentarios de amigos porteños y no porteños en Facebook y toda clase de información que encontraba.

 El exitoso evento de este año tuvo lugar, como cada agosto en Buenos Aires, durante dos semanas llenas de espectáculos y actividades, y convocó a más de medio millón de personas, señal de la gran pasión que despierta el tango en todos los rincones del mundo. Da gusto saber que no soy la única adicta a los abrazos, ni la única a la que el tango ha robado el corazón.

Guido Palacios y Florencia Zárate Castilla fueron los ganadores en la modalidad de "tango escenario"; en segundo lugar quedaron Nicolás Matías Schell y Macarena Schinca Rosas; el tercer puesto lo obtuvieron la pareja porteña Juan Pablo Bulich y Rocío García Liendo; la cuarta posición correspondió a Matías Gabriel Casali y Talia Salomone Gorla y el quinto puesto fue para los rusos Dmitry Vasin y Esmer Omerova.

En la modalidad de "tango de pista", mi modalidad favorita, quedaron en primer lugar Maximiliano Cristiani y Jesica Arfenoni. Y de ellos os dejo unos vídeos:



miércoles, 28 de agosto de 2013

Brazos al cuello

En aquella milonga yo había bailado poco y me volví atrevida esperando que el viaje mereciera la pena. Me dio por jugar a la ruleta rusa aceptando bailar con hombres con los que no había bailado antes ni había visto bailar. No hubo ninguno que me encandilara de forma especial pero sí un par de tandas de las que deseas que se acaben antes de empezar, y a las que no me atreví a dar el “gracias” y sentarme a media tanda por no hacer sentir mal a nadie, aunque al menos uno de ellos se lo mereció con creces.

Hablo de un señor más o menos de un metro setenta de altura, con una barriga de esas típicas de los hombres que no se cuidan mucho y que se entregan con ganas al buen comer. El milonguero en cuestión no tenía un abrazo desagradable pero o bien era muy principiante y no sabía cómo arreglárselas en una pista repleta de gente, o bien era de los que no tienen el don de circular sin estrellarse contra todo el mundo.Yo estaba nerviosa después de recibir dos taconazos y tenía tanto miedo por darlos yo, como por recibirlos. Decidí bailar con los ojos cerrados para poder centrarme en la música y que la tanda no se me hiciera muy larga. 

No sé exactamente en qué momento fue, pero el tipo, después de que yo chocara contra dos o tres parejas gracias a él, decidió que por alguna razón absurda la mejor forma de proteger a su bailarina de los golpes era tomarle los brazos con toda la familiaridad que le dio la gana y colocarlos alrededor de su cuello, como si de un baile de enamorados se tratara. Hasta ahí llegó mi paciencia. Me solté bruscamente, abrí los brazos marcando claramente cuál iba a ser nuestro abrazo (es decir todo lo ancha que puede ser Castilla) y levanté las cejas con un gesto de lo más obvio. Creo no hizo falta mencionar eso de “esto es lo que hay, lo tomas o lo dejas… y estoy siendo más que amable contigo porque te debería haber sentado hace un buen rato”. El señor siguió bailando como si nada así que he de suponer que le pasará a menudo, cada vez que se toma libertades que no corresponden, y está acostumbrado a que le pongan en sus sitio. Obviamente si me lo vuelvo a encontrar en un futuro tendré la sensatez de rechazar su invitación desde un principio.

lunes, 26 de agosto de 2013

Zzz

Asistía por última vez a una milonga en aquel festival que se celebraba al lado del Atlántico, después de una semana haciendo turismo y asistiendo a milongas hasta las tantas de la madrugada. Me senté en una mesa como cada noche, hablé con amigos y conocidos, bebí un par de copas y esperé a recibir alguna invitación.

Tras unas tres horas de espera me di cuenta de que las invitaciones probablemente no llegarían. Estaba asumiendo este hecho cuando la mezcla de la relajante música, el cansancio y el calorcito que me proporcionaron las dos copas de vino que tomé, hicieron que entrara en un estado de relax increíble. Apoyé el codo en la mesa y la cabeza sobre mi mano para cerrar los ojos un rato y disfrutar más aún de la música, pero al hacerlo debí de colarme de mundo y me olvidé de la realidad de la milonga: me quedé dormida.

Creo que que de haber estado en horizontal, hubiera llegado al noveno sueño en cuestión de segundos.No se si ronqué... solo espero que no. Recuerdo a una amiga viniendo hacia mí al finalizar una tanda, con esa cara de reproche de "no bebas más vino". Intenté abrir los ojos e incorporarme sin éxito alguno.  Fue en ese momento de certeza cuando decidí que lo mejor era retirarme, no sin antes explicarle a mi amiga que había tomado solo dos copas y mucha agua, y que no me quedaba dormida por el alcohol, sino por una mezcla desproporcionada de un tercio de cansancio y dos de puro aburrimiento. Un festival para no volver, sin duda. Descubrí por la red que no soy la única que se sintió así. Ya veré si es en un futuro uno de esos sitios a los que se les da una segunda oportunidad: quizás sí, soy de las que dan una segunda oportunidad, no una tercera. Aunque en contra tengo que en lo que a milongas se refiere, las segundas oportunidades suelen decepcionar bastante.

Aquella milonga fue la primera en la que no bailé ni una sola tanda, la primera en la que me dormí, y también la primera en la que vez en mi vida que me dormía sentada... ¡en una mesa con gente!

jueves, 22 de agosto de 2013

La milonga no es una ONG

 Estaba sentada en el banquito de una milonga con una amiga degustando unos dulces mientras compartíamos un combinado. Ya había transcurrido más de la mitad de la milonga, yo estaba tranquila y muy a gusto pero mi amiga estaba con la espita de que nos habíamos hecho un largo viaje para ir a aquella milonga y apenas habíamos bailado. En un momento dado ella hizo una apreciación mientras observaba la pista: "esa chica está bailando la tercera tanda seguida con el mismo chico...". Y ahí empezó un interesante intercambio de opiniones.

La chica a la que se refería es encantadora y una estupenda bailarina a la que conozco desde hace un año aproximadamente, y no es del tipo de mujer que acapara a los hombres "obligándolos" a bailar con ella. Había ido sola a la milonga porque su pareja había tenido un accidente doméstico y estaba de reposo en casa, con lo cual, algunos chicos aprovecharon para invitarla a bailar más de lo habitual, ya que ella a pesar de que baila con otros bailarines, con quien más disfruta bailando es con su pareja, un estupendo bailarín.

Hablamos de si estaba bien o no que una chica acapare a un chico cuando hay muchas mujeres en la pista sin bailar, y si es o no solidario para con las demás. A mí particularmente me parece lógico que si una pareja está bailando a gusto y quieren seguir bailando juntos, que lo hagan. La milonga no es una ONG, y la gente va a divertirse, y todos pagan entrada para ello por igual. Además creo en la libertad de poder elegir, no tienen obligación alguna de bailar con otra gente, aunque esa otra gente no esté bailando. Del mismo modo que yo no tengo la obligación de cederle mi asiento en el autobús a otra persona por la simple razón de que he estado más tiempo sentada. Entonces, ¿porqué esperamos algo así en la milonga? La generosidad es cosa de cada uno, y por tanto es su elección brindar o no tandas a otra gente bien por amistad, o por puro altruismo. No entro a juzgar si socialmente en la milonga eso estaría bien o mal, porque cada uno tiene sus razones para hacer lo que hace.

 Y os pongo un ejemplo: pasaba un momento personal difícil, y decidí ir con un amigo a bailar a una milonga local para cambiar de aires, donde todos éramos conocidos y bastante principiantes bailando, a excepción de mi amigo y alguno más que bailaban algo más que la media. A medida que iba pasando la milonga, la gente me preguntaba cómo estaba, y eso me fue hundiendo poco a poco, ya que había ido a desconectar, no a recordar. Llegó un momento en el que estaba a punto de derrumbarme y decidí ir a casa. Como habíamos venido en coche, le propuse a mi amigo volver a buscarle más tarde a la milonga, si es que él quería quedarse bailando. Era evidente que sí quería, pero en lugar de acceder o venirse conmigo me hizo una propuesta bien diferente: bailar todo el tiempo conmigo sin parar para relajarme y no soportar las preguntas de la gente. Y no muy convencida al principio, eso hicimos. Me hizo mucho bien bailar esa noche, y casi toda la segunda parte de la milonga, sólo con él. Y aún así hubo una mujer que vino a recriminármelo: "bueno, has estado toda la noche acaparando al nuevo, ¿es que no piensas dejarle un rato para que podamos las demás bailar con él?". En aquel momento, la hubiera estrangulado, sobre todo, teniendo en cuenta que fue una de las personas que más me incomodó con sus preguntas. Y como decía antes: cada unos tiene sus razones para sentir lo que siente y hacer lo que hace... y no debemos juzgar.

Y a los que os gustan las moralejas y los cuentos, os recomiendo esta historia que va precisamente de juzgar, y transcurre en un aeropuerto: el paquete de galletas.

martes, 20 de agosto de 2013

Montando una milonga

Esta entrada está dedicada a toda esa gente que pone todo su esfuerzo e ilusión en crear el ambiente adecuado para que todos podamos disfrutar de una milonga.

Solo una vez he colaborado en el montaje de una milonga, sin contar las pequeñas milongas locales de la asociación de tango a la que pertenezco en las que he puesto velitas y las he quitado de las mesas o he colocado alguna silla que otra. Había visto una foto de aquel lugar, donde cada año se celebra una milonga por las mismas fechas, pero la foto era del año anterior en plena milonga cuando ya todo estaba precioso. Calculé que en una hora o dos estaría todo listo, pero lo que no había calculado era la sorpresa que me esperaba.

Para empezar, al llegar por la mañana al lugar ni siquiera lo reconocí: era un gimnasio de un colegio con colchonetas y espalderas por cada rincón, con espejos sucios, con poca decoración y encima horrible, pero afortunadamente el suelo prometía. Ya había gente empezando a preparar el lugar, sacando toda la chapa y pintura que iba a ser necesaria para transformarlo. Cubrimos todas y cada una de las espalderas con telas rojas que llegaban hasta el suelo, limpiamos todos los espejos y colocamos sillas alrededor de la pista, además de improvisar rincones con mesas formadas algunas incluso por colchonetas apiladas y cubiertas con una tela roja encima a modo de mantel. Colocamos folletos, caramelos, lámparas y velas para ambientar el lugar mientras otro grupo se encargaba de cubrir el resto del mobiliario, instalar equipo de música, focos, y hacer milagros para conseguir luz en todos los rincones a pesar de haber solo un enchufe o dos. A parte de todo esto, está el trabajo previo de difusión del evento, preparación y venta de entradas y demás trabajo que obviamente ya estaba hecho por los organizadores. Montar la barra fue otra hazaña, pero al final el resultado mereció la pena: la sala quedó preciosa, lista para compartir abrazos.

He de reconocer que cuando hay muchos colaboradores, el trabajo es ameno, y se hace rápido, aunque nosotros tardáramos toda la mañana. Lo mejor fue llegar a la noche y ver el efecto con las luces, las velas: resultaba creer que fuera el mismo lugar que habíamos visto esa misma mañana. Supongo que los demás colaboradores ya habrán montado tantas milongas que para ellos era un más, pero yo me sentí orgullosa del trabajo que habíamos hecho y eso influyó en mi estado de ánimo durante la noche, que fue la mecha que encendió una racha de sorpresas que tuvieron lugar durante la noche.

domingo, 18 de agosto de 2013

Picaron los pececillos, pero no los milongueros

Estaba en un festival de tango y tras unas milonga sin recibir apenas invitaciones a bailar, lo publiqué en mi grupo de milongueros de Facebook. El cebo estaba lanzado, solo faltaba esperar a ver quien picaba... ¡y picaron los pececillos... o mejor dicho, mis amigos milongueros de Facebook! Fue divertido ver e intentar seguir los consejos que recibí.

Con un toque de humor un amigo me aconsejó que me pusiera un buen escote y me aseguró que con eso sería suficiente. Parece que no tuvo en cuenta que hay algunos que van a bailar y no a mirar escotes, pero supongo que el consejo vino para encandilar a aquellos que van a las dos cosas, ya que serán la mayoría porque al fin y al cabo, según sus palabras, son hombres. Creo que ir con escote tiene sus riesgos ya que a veces porque puede impedir que milongueros con pareja sentimental celosa o chicos tímidos te inviten. Luego están los que pueden hacerse ideas equivocadas. Aún así, mi experiencia me dice que ir un poco sugerente sin duda ayuda a recibir invitaciones. Seguí su consejo, pero parece ser que a veces no depende de un escote, sino de la alineación de las estrellas ya que esa noche me fui de nuevo sin bailar apenas.

Hubo alguien que se atrevió a concretar exactamente el atuendo que debía ponerme, mostrando ser un conocedor alarmantemente bueno de mi guardarropa. El inconveniente: no tenía mi armario delante y obviamente tampoco su sugerencia, sino tan solo unos trapitos que había llevado para el viaje. Eso sí, me aconsejó los zapatos. Y me los puse porque son los más cómodos que tengo, son preciosos, pero tambien algo viejos, y sucedió lo que sucede cuando el tiempo roba vida a las cosas: se le rompió el tacón bajando las escaleras del baño ¡prácticamente al comienzo de la milonga! Por suerte, esta milonguera que escribe iba con ruedas de repuesto, aunque de poco sirvieron esa noche porque en lugar de las estrellas, ¡parecía que esa noche era la luna la que no estaba alineada!

La sugerencia de colocarme cerca de la barra me gustó mucho. No había sillas ni mesas disponibles junto a la barra y de pie en tacones una se cansa un poquito, así que decidí ir y venir a la barra continuamente a por un vino, algo para comer, agua: debieron creer que tampoco fui a bailar, sino más bien a darme un banquete porque no recibí casi ninguna invitación. Bebí mucho, y al baño tuve que ir mucho, y entre paseo y paseo escaleras abajo y escaleras arriba, la milonga se fue pasando, ¡menos mal que seguro que mis glúteos se beneficiaron!

Una mujer me dijo que una sonrisa y una mirada intensa sirven en bandeja las invitaciones. Consejo de una buena milonguera,consejo que tenía que seguir. Miraba alrededor, sonreía, movía la pierna con la música a ver si alguno se enteraba de que quería bailar, y los únicos que se acercaban eran esos hombres con los que ninguna quiere bailar. Creo que quizás me estaba mostrando demasiado complaciente, demasiado deseosa de bailar, dando una señal equivocada de que tenía que ser muy principiante y dispuesta a aceptar cualquier proposición.

Por privado hubo consejos de otro tipo, como el que me aconsejó no poner en mi muro de Facebook que no estaba en casa, porque haciéndolo podían entrar a robar en mi casa si enteraban de que estaba de viaje.

Otro consejo fue que me moviera de mi mesa y paseara de un lado a otro para que me vieran o me ubicaran, ya que a veces entre tanta gente no es fácil. También me sugirieron quedarme junto a la pista de pie, o en una silla cerca de la pista. Intenté todo eso pero quizás al final no terminaban de ubicarme de tanto que me movía de un lado a otro porque la verdad es que no funcionó.

Creo que uno de los mejores consejos fue que mirara todo el tiempo a los bailarines con los que quería bailar, hasta cruzarme con la mirada de uno, y luego el truco estaba en sonreírle. Es solo que cuando seguí este consejo, había perdido una lentilla (aunque eso sea otra historia) y no veía muy bien. He de confesar que funcionó, solo que me equivoqué de chico y le hice ojitos a uno que se parecía al chico con el que quería bailar. Terminé bailando con uno que ya conocía y con el que no me hace mucha ilusión bailar: ¡y ahora el buen hombre cree que me gusta bailar con él porque fui yo practicamente quien le invito!

El SOS plantado en Facebook hizo que mis amigos de Facebook picaran y me dieran buenos consejos con el corazón, ¡pero los milongueros se me resistieron... esa vez!

miércoles, 14 de agosto de 2013

Cómo si de lágrimas se trataran

Hacía meses que tenía vuelo, hotel y paquete de milongas comprado. Me moría de ganas por ir con una amiga a un festival internacional del que me habían hablado tan bien y cuya ciudad, sede del festival, no conocía pero hacía tiempo que la tenía en mi lista de prioridades en cuanto a viajes.

Llegué sola y por unos días hice turismo durante el día. Desayunaba fruta deliciosa, un café riquísimo con aroma intenso y un dulce típico, del que no me aburría a pesar de no ser nada golosa, y con ello adquiría la energía suficiente para pasear por las calles y puerto de esa preciosa ciudad. Mis comidas eran pescaditos a la brasa y sopitas de verduras cada día, mientras degustaba riquísimos vinos. Las tardes mágicas, de relax y siestas, de paseos a los miradores al atardecer para dejar el recuerdo plasmado en fotos preciosas. A la noche, los fados y los tangos se mezclaban en el ambiente, y me sentaba en una mesita bien ubicada de la milonga para poder bailar alguna tanda. El sitio era precioso y se sentía que los anfitriones pusieron mucha ilusión. Pero no todo es ilusión, ya que las estrellas tienen que alinearse para que todo salga bien y la gente se vaya contenta.

Normalmente cuando vas a un lugar lejos de casa esperas bailar con gente diferente y bailar mucho porque los locales invitan a bailar a las chicas de fuera, como buenos anfitriones. Pero a veces no sucede así. Este fue el segundo festival en el que mis expectativas se deberían haber quedado en casa... es solo que a veces es difícil no ilusionarse.

Durante las cinco milongas a las que asistí del festival, bailé exactamente catorce tandas, en su mayoría con gente conocida de mi tierra y algunas repetidas con el mismo hombre. He de decir que al menos casi todas fueron tandas disfrutadas, incluso las que bailé con dos chicos jóvenes de abrazo agradable pero que apenas hacía medio año que bailaban. No solo yo me fui con pena, sino que sentí a otras mujeres irse igual que yo: casi sin bailar, con sus expectativas resbalando por sus mejillas y cayendo al suelo, como si de lágrimas se trataran.

Un festival al que con pena en el corazón por los anfitriones, no tengo intención de volver.

lunes, 12 de agosto de 2013

Luna Tucumana

Era el día que tocaba clase privada, yo conducía y mi compañero de baile iba de copiloto alimentando mi alma con versos del libro El Gaucho Martín Fierro.

El viaje dio para mucho y de nuevo fui sorprendida, pero esta vez con una guitarra tocada a través de una aplicación de Internet, en la cual, tras varios intentos, sonó la melodía precedente a los versos gauchos. Luego dedicó tiempo para sacar la melodía de la canción Luna Tucumana... y me la cantó. No se me oía ni respirar, de lo atenta que estuve a la canción. Preciosa por cierto. Os dejo la letra junto a un vídeo de Los Chalchaleros. Espero que la disfrutéis.

Yo no le canto a la luna
porque alumbra y nada mas
le canto porque ella sabe
de mi largo caminar.
 Ay luneta tucumana
tamborcito calchaquí
compañera de los gauchos
en las sendas del Tafi.
 
Perdido en las cerrazones
quien sabe viditay por donde andaré
mas cuando salga la luna
cantare, cantare
a mi Tucumán querido
cantare, cantare, cantare.

Con esperanza o con pena
en los campos de Acheral
yo he visto a la luna buena
besando el cañaveral.
 En algo nos parecemos
luna de la soledad
yo voy andando y cantando
que es mi modo de alumbrar.

(Estribillo)

sábado, 10 de agosto de 2013

Cuando el cuerpo le traicionó

Ya aprendida la lección de intentar que mis amigos milongueros suelten la lengua y cuenten anécdotas que inspiren a la milonguera que os escribe, fue fácil hacer lo mismo con los amigos de mis amigas milongueras.

Una noche cenando con una de ellas y un amigo suyo, tras un par de copas de vino y con ese acento porteño tan característico suyo, él nos contó la historia de una amistad con una mujer, que pudo quedarse en el camino por algo que sucedió la primera vez que bailó con ella.

Este milonguero empezaba a bailar. Entró en una milonga, pidió una copa y se buscó una mesa, como es su costumbre. Sentado en su rincón, mirando los pies de las mujeres que pasaban bailando, vio unos que le gustaron por su forma de moverse. Subió los ojos y lo que vió también le gustó, creo que porque la chica en cuestión no era una de las señoras con las que habitualmente bailaba, sino una chica joven como él y además, guapa.

Había fichado a la chica, ahora solo le quedaba juntar el valor suficiente para invitarla a bailar. Tuvo suerte, porque creo que cuando iba a buscarla se encontraron y terminaron bailando juntos. De la tanda no mencionó ni si era de tangos, valses o milongas, ni si la chica bailaba bien o no, ni otros detalles, pero era obvio que la chica le gustaba y nos contó el apuro que pasó cuando tras unos ochos hacia adelante, el roce produjo que su cuerpo le traicionara. La chica se dió cuenta pero me imagino que fue comprensiva y no lo tomó a mal. El caso es que jamás hubo nada más entre ellos a parte de ese episodio, y una bonita amistad cultivada con los años.

Después de la anécdota yo confesé que, por raro que parezca debido a todas las anécdotas que me ocurren entre milongas, nunca me había pasado algo así bailando con un chico, ya que jamás he sentido a ninguno alterarse. Mi amiga confesó que a ella sí le había pasado, así que supongo que en un futuro tendré que tomar un largo café con ella para saciar mi curiosidad. Su amigo también comentó que él había sentido a mujeres a las que les había traicionado su cuerpo, y que eso sucede a veces. Eso sí que me sorprendió, pero me temo que no tendré ocasión en mucho tiempo de volver a retomar la conversación y que me cuente esas experiencias tan interesantes.

jueves, 8 de agosto de 2013

Billetes falsos

Estaba sentada observando la pista junto a una milonguera conocida cuando ella comentó: "no entiendo: ¿porqué las divas bailan todas con el trasero para afuera?".

Tras ese comentario, sorprendida, miré a la pista y di con la chica que le había inspirado en su comentario: es lo que yo considero un "billete falso. Desde fuera, para quienes nunca han bailado o justo empiezan a bailar, es el tipo de milonguera que más les llama la atención y por ello, la que mejor baila, aunque la realidad sea bien diferente. La razón: este tipo de milonguera se adorna mucho y mal, hace bastante teatro y suele ir con modelitos que ni en Moulan Rouge, y además su eje se parece al de Madre Tierra, es decir, parece que cambia entre 21,5 grados y 24,5 grados pero no en un ciclo de 41.000 años, sino en cuestión de minutos. (Que conste que estoy exagerando un poquito para haceros sonreír un poco...).

Conozco al "billete falso" del que esta chica hablaba, ya que he coincidido con ella antes en milongas. Es una chica agradable al trato, quizás algo insegura pero buena chica, aunque no me guste su forma de vestir ni de bailar. Por esa razón me molestó mucho oír a tres hombres hablar sobre ella. Uno de ellos le pregunta a los otros dos cómo era ella como bailarina, supongo que sopesando si invitarla o no a bailar, porque lo que está claro es que una cosa es lo que se ve, y otra muy distinta lo que se siente. Seguramente pensaban que nadie les podía oír y dejando la discreción a un lado en cuanto a su tono, hablaron de forma directa: uno de ellos la describió como bastante rígida; el otro mencionó que la chica ponía intención pero que merecía la pena bailar con ella porque era un pibón con unas buenas tetas; el tercero escuchaba, decidiendo si invitarla o no, aunque me temo que después de la segunda opinión, no lo dudó ni un instante. Segunda vez entre milongas que me quedaba helada al escuchar esa franqueza tan bestial de algunos hombres. Yo enfadada como estaba, opté por callarme y en lugar de dejar que el volcán entrara en erupción. Eso sí, me quedé con la cara del de "pibón con unas buenas tetas", porque obviamente creo que ni borracha voy a aceptar una invitación suya.

martes, 6 de agosto de 2013

El Gaucho Martín Fierro

Tocaba clase privada y yo conducía, con mi compañero de baile de copiloto. Durante el viaje, en lugar de invitarme a mate o alimentar mi estómago, decidió alimentar mi alma, y para mi sorpresa sacó el libro El Gaucho Martín Fierro, escrito en el año 1872 por José Hernández.

Sobre este libro me dijo que era un poema narrativo, por tanto escrito en verso, con un lenguaje sencillo, pero a propósito para que el más humilde de la época, el gaucho, pudiera acceder a su lectura.

Os dejo unos versos que él me leyó, con las cuales Martin Fierro, protagonista de la historia, comienza el relato:

Aquí me pongo a cantar,
al compás de la vigüela
que al hombre que lo desvela
una pena estrordinaria,
como la ave solitaria
con el cantar se consuela.

Luego eligió unos versos del capítulo en el que Martin Fierro da lecciones de vida a sus hijos.

Los hermanos sean unidos
porque ésa es la ley primera,
tengan unión verdadera,
en cualquier tiempo que sea,
porque si entre ellos pelean
los devoran los de ajuera.


Espero que os hayan gustado lo suficiente como para que como a mí, os pique la curiosidad por leerlo.

domingo, 4 de agosto de 2013

El lenguaje del musculito

Me acuerdo el día que un amigo me preguntó porqué al bailar a veces ponía la mano sobre el músculo que está junto a la columna vertebral del bailarín. Creo que mi amigo se refería al músculo dorsal largo, o eso creo, pero llamémosle el "musculito listo".

Y os cuento. Resulta que al poner la mano sobre este musculito listo, se siente cada movimiento del chico, a veces incluso antes de que este se produzca, ya que no se mueve de forma consciente, sino que es el cerebro quien emite la orden cuando percibe una intención de movimiento. Es algo así como si de leer Braille se tratara. Otra forma de comunicación además del giro de su torso, su respiración, y la energía que transmite. Un truco para novatas como yo, supongo.

Poniendo la mano sobre este musculito listo no es necesario tocar al chico con ninguna otra parte del cuerpo, ya que de este modo obtenemos toda la información necesaria para percibir la intención de movimiento del chico. Obviamente no funciona con todos los chicos, ya que a todos aquellos que no disocian, van en bloque y no mueven mas que sus manos y sus pies, el musculito listo se les vuelve tonto del todo.

Ayuda mucho cuando se baila con bailarines con muchísima más experiencia que tú, para ayudar a seguirles mejor cuando estás nerviosa, pero también ayuda mucho cuando se baila con chicos inseguros. En el caso de estos últimos, el musculito te dice una cosa y al instante siguiente otra opuesta, pero ocurre rápido y casi incluso antes de que el chico se aclare conscientemente. Es bailando con uno de estos chicos, capaz de cambiar de opinión o dudar un millón de veces por segundo, que descubrí el muculito y cómo evitar muchas frustraciones.

viernes, 2 de agosto de 2013

Todo un detalle

Era un encuentro de tango organizado por cinco asociaciones de aficionados al tango. Un encuentro que cada año cambia de anfitriones, rotándose entre todas las asociaciones participantes. Cada año se da un ambiente de lo más agradable y la ilusión y el esfuerzo de los organizadores se hace notar.

Hubo detalles dignos de mencionar por su originalidad y buen atino, pero en especial uno que agradecimos todos los asistentes: la cestita del baño. ¿Qué era eso? Un detallazo de los organizadores, sin duda. Contenía todo aquello que se puede necesitar para el aseo durante el transcurso de una milonga, desde desodorante en spray, a colonia, o hilo dental...¡y hasta chicles!

Lo curioso fue que después de agradecer a los anfitriones la originalidad de la cesta y felicitarles por la idea, nos confesaron que ya en la primera de las tres milongas habían desaparecido artículos: por ejemplo, alguien afanó un bote de colonia de litro para bebés del baño de las mujeres. Yo me enteré tarde de esto, pero sino, hubiera sido divertido y todo un reto reunir a un grupo de voluntarios que invitaran una por una a todas las chicas a bailar hasta dar con aquella que oliera más a bebé que las demás o lo hiera durante más días seguidos, y luego darle un toque de atención a la milonguera en cuestión.

Es increíble que sucedan estas cosas. A mi memoria viene también otra anécdota. Era un encuentro de aficionados, también por esa zona, en la que alguien debió de llevarse del hotel donde se hospedaba una chaqueta de hombre que no era suya, bien por error o porque le gustó algo que no era suyo. Ese mismo día la organización interrumpió la milonga para hacer un pequeño aviso que decía algo así: "agradeceríamos que quien se haya llevado del hotel una chaqueta que no era suya, la devuelva...¡se trata de la chaqueta del director del hotel!"