miércoles, 14 de agosto de 2013

Cómo si de lágrimas se trataran

Hacía meses que tenía vuelo, hotel y paquete de milongas comprado. Me moría de ganas por ir con una amiga a un festival internacional del que me habían hablado tan bien y cuya ciudad, sede del festival, no conocía pero hacía tiempo que la tenía en mi lista de prioridades en cuanto a viajes.

Llegué sola y por unos días hice turismo durante el día. Desayunaba fruta deliciosa, un café riquísimo con aroma intenso y un dulce típico, del que no me aburría a pesar de no ser nada golosa, y con ello adquiría la energía suficiente para pasear por las calles y puerto de esa preciosa ciudad. Mis comidas eran pescaditos a la brasa y sopitas de verduras cada día, mientras degustaba riquísimos vinos. Las tardes mágicas, de relax y siestas, de paseos a los miradores al atardecer para dejar el recuerdo plasmado en fotos preciosas. A la noche, los fados y los tangos se mezclaban en el ambiente, y me sentaba en una mesita bien ubicada de la milonga para poder bailar alguna tanda. El sitio era precioso y se sentía que los anfitriones pusieron mucha ilusión. Pero no todo es ilusión, ya que las estrellas tienen que alinearse para que todo salga bien y la gente se vaya contenta.

Normalmente cuando vas a un lugar lejos de casa esperas bailar con gente diferente y bailar mucho porque los locales invitan a bailar a las chicas de fuera, como buenos anfitriones. Pero a veces no sucede así. Este fue el segundo festival en el que mis expectativas se deberían haber quedado en casa... es solo que a veces es difícil no ilusionarse.

Durante las cinco milongas a las que asistí del festival, bailé exactamente catorce tandas, en su mayoría con gente conocida de mi tierra y algunas repetidas con el mismo hombre. He de decir que al menos casi todas fueron tandas disfrutadas, incluso las que bailé con dos chicos jóvenes de abrazo agradable pero que apenas hacía medio año que bailaban. No solo yo me fui con pena, sino que sentí a otras mujeres irse igual que yo: casi sin bailar, con sus expectativas resbalando por sus mejillas y cayendo al suelo, como si de lágrimas se trataran.

Un festival al que con pena en el corazón por los anfitriones, no tengo intención de volver.

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