jueves, 22 de agosto de 2013

La milonga no es una ONG

 Estaba sentada en el banquito de una milonga con una amiga degustando unos dulces mientras compartíamos un combinado. Ya había transcurrido más de la mitad de la milonga, yo estaba tranquila y muy a gusto pero mi amiga estaba con la espita de que nos habíamos hecho un largo viaje para ir a aquella milonga y apenas habíamos bailado. En un momento dado ella hizo una apreciación mientras observaba la pista: "esa chica está bailando la tercera tanda seguida con el mismo chico...". Y ahí empezó un interesante intercambio de opiniones.

La chica a la que se refería es encantadora y una estupenda bailarina a la que conozco desde hace un año aproximadamente, y no es del tipo de mujer que acapara a los hombres "obligándolos" a bailar con ella. Había ido sola a la milonga porque su pareja había tenido un accidente doméstico y estaba de reposo en casa, con lo cual, algunos chicos aprovecharon para invitarla a bailar más de lo habitual, ya que ella a pesar de que baila con otros bailarines, con quien más disfruta bailando es con su pareja, un estupendo bailarín.

Hablamos de si estaba bien o no que una chica acapare a un chico cuando hay muchas mujeres en la pista sin bailar, y si es o no solidario para con las demás. A mí particularmente me parece lógico que si una pareja está bailando a gusto y quieren seguir bailando juntos, que lo hagan. La milonga no es una ONG, y la gente va a divertirse, y todos pagan entrada para ello por igual. Además creo en la libertad de poder elegir, no tienen obligación alguna de bailar con otra gente, aunque esa otra gente no esté bailando. Del mismo modo que yo no tengo la obligación de cederle mi asiento en el autobús a otra persona por la simple razón de que he estado más tiempo sentada. Entonces, ¿porqué esperamos algo así en la milonga? La generosidad es cosa de cada uno, y por tanto es su elección brindar o no tandas a otra gente bien por amistad, o por puro altruismo. No entro a juzgar si socialmente en la milonga eso estaría bien o mal, porque cada uno tiene sus razones para hacer lo que hace.

 Y os pongo un ejemplo: pasaba un momento personal difícil, y decidí ir con un amigo a bailar a una milonga local para cambiar de aires, donde todos éramos conocidos y bastante principiantes bailando, a excepción de mi amigo y alguno más que bailaban algo más que la media. A medida que iba pasando la milonga, la gente me preguntaba cómo estaba, y eso me fue hundiendo poco a poco, ya que había ido a desconectar, no a recordar. Llegó un momento en el que estaba a punto de derrumbarme y decidí ir a casa. Como habíamos venido en coche, le propuse a mi amigo volver a buscarle más tarde a la milonga, si es que él quería quedarse bailando. Era evidente que sí quería, pero en lugar de acceder o venirse conmigo me hizo una propuesta bien diferente: bailar todo el tiempo conmigo sin parar para relajarme y no soportar las preguntas de la gente. Y no muy convencida al principio, eso hicimos. Me hizo mucho bien bailar esa noche, y casi toda la segunda parte de la milonga, sólo con él. Y aún así hubo una mujer que vino a recriminármelo: "bueno, has estado toda la noche acaparando al nuevo, ¿es que no piensas dejarle un rato para que podamos las demás bailar con él?". En aquel momento, la hubiera estrangulado, sobre todo, teniendo en cuenta que fue una de las personas que más me incomodó con sus preguntas. Y como decía antes: cada unos tiene sus razones para sentir lo que siente y hacer lo que hace... y no debemos juzgar.

Y a los que os gustan las moralejas y los cuentos, os recomiendo esta historia que va precisamente de juzgar, y transcurre en un aeropuerto: el paquete de galletas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario