domingo, 24 de febrero de 2013

Cumpleaños feliz ♪♫ ♫ ♪♫ ♫

 Hay una forma muy especial en las milongas de celebrar que alguien cumple un año más. El homenajeado es llamado a ocupar el centro de la pista, y entonces suena un vals. Los hombres, si la homenajeada es mujer, o la mujer, si el homenajeado es un hombre, se turnan para bailar con el homenajeado, y la pista es suya por unos minutos.

 La última vez que estuve en una milonga era el cumpleaños de una amiga. Fue muy sencillo ir a contarle al DJ que había un cumpleaños y darle el nombre. Al terminar una tanda, se oyó una voz por el micrófono llamando a mi amiga a ocupar el centro de la pista. La pobre, muy vergonzosa ella, allí estaba con sus mofletes haciendo juego con su falda roja. Y entonces sonó el vals. No se ni como pudo ir con la música, pero consiguió concentrarse. Uno a uno todos nuestros amigos se fueron acercando a ella, por turnos, intentando bailar con ella unos segundos del vals. Al final, muchos bailarines se quedaron esperando turno y el DJ se portó de maravilla y les brindó otro vals.

 Si es tu cumpleaños y eres muy novata, el mal trago no te lo quita nadie, así que que yo, una chiquilla por los años que he celebrado cumpleaños en la milonga, todavía sigo escondiendome en el baño cuando oigo un micrófono encenderse. Lo pasaría igual de mal siendo yo quien ocupa la pista que esperando turno para bailar con el homenageado, así que nunca espero turnos y nunca ocupo la pista. Pero si es un amigo y hay confianza, es el único momento de la milonga en el que soy yo la que invita a bailar al homenageado, eso sí, si la pista está llena de otras parejas bailando.

 Cuando llegue el día de mi cumpleaños, os prometo que os contaré con pelos y señales el capítulo en el que por primera me animaré a ocupar el centro de la pista.

viernes, 22 de febrero de 2013

Momentos entrañables

La milonga deja a veces momentos que se te quedan en el recuerdo por lo entrañables que son o por el impacto que te causan o a ti o a los que tienes alrededor.

 Recuerdo que era otoño, un festival local en el cual disfruté cada minuto del encuentro por estar rodeada de amigos y muy buena onda y porque los anfitriones hicieron que se creara un ambiente magnífico, único, uno de los mejores que he vivido en un evento de tango.

 Era el momento de la actuación de los maestros así que busqué un buen ángulo para poder hacer unas instantáneas de los portugueses Fernando Jorge y Alexandra Baldaque mientras deleitaban a su público con algunos tangos y fados. Estaba cerca de la mesa del grupo de los más veteranos que conozco, entre los cuales hay señores, muy señores ellos, de los que siempre guardan la compostura, son muy educados, van con sus mujeres a bailar, las tratan como reinas que son, y se retiran a media milonga o después de las actuaciones de los maestros. Y como no, allí estaban, sentaditos en primera fila, en silencio absoluto con sus abanicos, esperando a disfrutar de los maestros para luego cumplir su ritual, y retirarse inmediatamente después a descansar.

 El primer tango sonó, lo bailaron y al terminar, el público estalló en aplausos. Continuaron con un fado, y es ahí donde empecé a oir bolsos que se abrían, abanicos que se cerraban, pero yo seguía tomando fotos. Fue durante el tercer tema, también un fado, que oí por primera vez varios ruiditos de plástico. Me giré y observé a varias mujeres con paquetes de pañuelos de papel en la mano. Pero lo que más me llamó la atención es que sus acompañantes también estaban usándolos, porque literalmente estaban llorando de emoción. Fue impactante ver a esos hombretones serios llorar como niños. Es la primera vez que veía algo así en una actuación y el conjunto al completo me emocionó también a mi.

lunes, 18 de febrero de 2013

Diccionario: bailarín

Según la Real Academia de la Lengua Española:

bailarín, na.
1. adj. Que baila. U. t. c. s.
2. m. y f. Persona que ejercita o profesa el arte de bailar.
3. f. Zapato muy plano con escote redondeado.

 Lo que quiere decir es que una persona que baila es un bailarín, sin necesariamente dedicarse profesionalmente a bailar. Yo puedo ser maga sin dedicarme profesionalmente a hacer magia. Puedo ser aficcionada a la magia e ir por ahí haciendo magia, ya que profesaré el arte de la magia, aunque no me paguen ni me dedique a ello de forma profesional. ¿Quien tiene el derecho de quitarme el nombre de maga cuando yo me siento así y lo ejerzco como tal aunque sea para mis amigos? Seré maga por mucho que el título solo lo quieran para sí los que se dedican profesionalmente al baile. Lo dice la RAE.

 Al menos que haya entendido mal, parece que en Argentina, bailarín o bailarina solo se aplica a aquel o aquella que se  dedica profesionalmente al baile. Yo no estoy de acuerdo. Serán bailarines PROFESIONALES, pero al fin y al cabo bailarines, como todos aquellos que perdemos el eje en la milonga. Además, si todo aquel que hace exhibiciones de baile y le pagan por ello es un bailarín, o todos aquellos que enseñan baile también lo son, solo por ese hecho de dedicarse profesionalmente a ello, amén.

 ¿Y qué tal si hablamos de tener un título por una escuela de danza? ya que nos ponemos exigentes, no lo seamos a medias. Ahora bien, si utilizamos este criterio tendríamos que quitar el título de bailarines a unos cuantos. 

Así que dicho lo dicho, para que no haya malinterpretaciones, en mi blog, todo aquel o aquella que ejercite el arte de bailar, lo haga como lo haga o se dedique o no a ello profesionalmente, lo llamaré bailarín.

jueves, 14 de febrero de 2013

Chiste: El vasco y el gato

En Argentina el humor está en el aire, y los chistes sobre vascos y gallegos también.... y de vez en cuando, alguno se cuela entre milongas o me lo envían por Facebook o email. Os iré contando aquellos que me resultan especialmente graciosos. Aquí va el primero: 

 En un pueblo de una pequeña comarca vasca, un euskaldun (hablante del euskera) que vivía en un baserri (caserio) en la ladera de un mendi (monte) llega a la tienda del herri (pueblo) en un crudo día de invierno, con una tremenda helada, y un frio que te podrías reír de Siberia.
- Aupa Joseba, -le dice al dueño-, quiero que me vendas una de esas bolsas de goma que se le pone agua caliente dentro para calentar la cama y tener los pies calientes. 
- Coño, Patxi, ¡que mala suerte!. Justamente esta mañana le vendí la ultima a Izaskun, la del baserri Maitetxu.
- Patxi, puteado, le dice: ¿Y qué hago yo ahora con el frio que hace por la gau (noche)?
- No te preocupes hombre, yo te presto mi katu (gato).
- Ahí va, la hostia !!!! ¿Tu gato?
- Mi gato es gordito, te lo colocas en los pies dentro de la cama y verás que calorcito que te da toda la noche. El martes ya tendría mas bolsas de esas. Vienes a por una y me devolverías el gato.
- Bueno, éstá bien. Eskerrik asko (gracias) Joseba.
- Agur (adios) Patxi.
Joseba coge el gato y se dirige a su caserio. Al día siguiente, aparece Patxi en la tienda de Joseba con la cara desfigurada por los arañazos del gato.
- JOSEBAAAAA !!!!   ¡¡Me cago en la puta!! Vengo a devolverte este gato de mierda y te lo puedes meter por el culo. Mira como me ha puesto la cara.
- Pero Patxi,  ¿que ha pasado pues? Si es lo más manso que hay.
- ¿Manso?...... La madre que lo parió!!, el embudo en el culo lo aguantó bien, pero cuando empecé a echarle el agua hirviendo, se puso como loco......

domingo, 10 de febrero de 2013

Complicidad

 El pasado mes estuve en una milonga. Sentada al borde de la pista, junto a dos amigas, obsevaba a la gente bailar. Se acercó un amigo, una bellísima persona con la que hablamos, charlamos y reímos fuera de la pista, pero con quien no nos gusta bailar. Le pidió bailar a una de ellas, y obviamente tuvo que decirle que si para no herir sus sentimientos. Y yo sabía que la siguiente sería yo o mi otra amiga, pero la verdad es que a pesar de estar ya con dolor de pies y reservándome para uno de esos bailarines con los que todas queremos bailar, a un amigo no puedes decir que no.

 Durante el segundo tango de la tanda vino un conocido a invitar a mi otra amiga. No nos gusta bailar con él, ni a la mitad de las chicas de la milonga tampoco. Es de estos hombres que aburren porque baila todo igual, con el mismo ritmo, suene lo que suene, y hace todas sus figuritas exactamente en la misma secuencia. Es una tortura, a no ser que seas muy principiante, en cuyo caso al menos te permite practicar. En la pista le temen porque no controla mucho y se choca con todos, pero eso sí, siempre está bailando con una y con otra. Le encanta. Cuando lo vemos aparecer nos escondemos, hasta que le vemos de nuevo en la pista, levantando la cabeza hacia el cielo, como un pavo con las plumas extendidas esperando a que todos lo vean. Es bien sabido que si le aceptas una invitación, te pide dos o tres o cuatro o incluso hasta cinco tandas en la misma noche... y lo digo por experiencia. Le cuesta darse cuenta de que las chicas no saltan de felicidad  cuando les pide baile. Pero como él no es un amigo, se le puede decir que no, asumiendo que se enfade y que no nos vuelva a pedir bailar nunca más. Yo lo hice un bendito día, y aunque mostró ser todo un caballero y no se enfadó, ahora me deja en paz, no me pone en compromisos, no me pide que baile más con él.

 Mientras pensaba todo esto, esta última amiga pasó bailando con él a mi lado, me miró, y las palabras no fueron necesarias, se creó un hilo de solidaridad total e intercambio de miradas, con esa complicidad que compartimos muchas de las milongueras y que comunica más allá de las palabras. Y algún día quizás mi amiga tenga el valor de decirle que no, y así no tendré que devolverle la mirada diciendole que no me gustaría estar en su lugar, especialmente cuando suena una tanda preciosa que te apetecería estar bailando de verdad o simplemente como estaba yo en ese momento, sentada, viendo bailar a otros, y disfrutando de la música.

jueves, 7 de febrero de 2013

El rechazo

   A ninguna mujer le gusta darlo, a ningún hombre recibirlo, pero tengo una buena amiga que sostiene que el decir no libera. Supongo que se refiere a que te libera de compromisos, o al menos eso entiendo yo, pero desde luego de la incomodidad no libera en lo más mínimo. 

  Quizás también se refiere a que una vez que dices que no la primera vez, las demás veces es más fácil decirlo. Creo que hay varios factores que hacen que decir no sea tan difícil pero creo que el principal es que tenemos la certeza de que al hombre no le va a gustar, y como de alguna manera nos han educado para complacer, pues tenemos un claro conflicto de intereses. Lo que está claro es que hay hombres con los que no nos apetece bailar en un momento dado o no nos gusta bailar con ellos en ningún momento, y aunque son dos casos completamente distintos, la respuesta que reciben es la misma, y va directa a su ego. El cabeceo se inventó para algo: evitar conflictos de intereses, incomodidades, y egos doloridos. 

 Pero no se porqué, en Europa no se estila. El rechazo en la invitación, el sistema del cabeceo y cómo encajan un rechazo los hombres es muchas veces tema de conversación en mesas donde compartes momentos con milongueros y milongueras. Y un tema espinoso también. 

lunes, 4 de febrero de 2013

Un mundo lleno de gallegos

 No nací en la Comunidad Autónoma de Galicia, pero allá por el año 2001 me enteré de que soy gallega, no porque descubriera que soy adoptada y que nací en galicia, sino porque para mis argentinos queridos, soy gallega, haya nacido donde haya nacido, siempre y cuando haya sido al otro lado del charco y hable castellano.

 Hace unos años también me enteré que para los argentinos, también existen los vascos, así que si eres de Madrid serás gallega, si eres de Ourense, también serás gallega y si eres de Bilbao, serás vasca, pero seguramente te llamen gallega, solo por costumbre.

 Parece ser que aproximadamente el 70% de la población española en Argentina son gallegos, y que la ciudad con el segundo mayor número de población gallega también es Buenos Aires. Esto se debe a una intensa inmigración que hubo a finales del XIX y principios del XX. Supongo que por esa época surgió el témino  "gallego" para referirse de forma despectiva al individuo de pocas luces, avaro y desconfiado. Quizás se debiera a que los primeros inmigrantes eran gente del campo, con poco acceso a la educación, temerosos de que los consideraran enemigos por la situación política de Argentina y España, y quizás también celosos de su dinero por haber sufrido dificultades económicas en el pasado.  

 La palabra "vasco" estaba más asociada al individuo de palabra firme y trabajador, aunque bruto también. Hay historias-anécdotas de lo más curiosas sobre vascos, como por ejemplo la historia de Guillermo Larregui, el hombre de la carretilla. Los vascos formaron parte también importante de la historia argentina. Actualmente más o menos un 10% de la población argentina desciende de vascos, tanto de Francia como de España, y son llamados vasco-argentinos.  Supongo que ellos serán vascos, pero totos los demás, nacidos en España, seamos de Madrid o de Lugo, definitivamente somos gallegos para los argentinos.Ya veré cómo se lo hago entender a mis padres. ;-)