jueves, 7 de febrero de 2013

El rechazo

   A ninguna mujer le gusta darlo, a ningún hombre recibirlo, pero tengo una buena amiga que sostiene que el decir no libera. Supongo que se refiere a que te libera de compromisos, o al menos eso entiendo yo, pero desde luego de la incomodidad no libera en lo más mínimo. 

  Quizás también se refiere a que una vez que dices que no la primera vez, las demás veces es más fácil decirlo. Creo que hay varios factores que hacen que decir no sea tan difícil pero creo que el principal es que tenemos la certeza de que al hombre no le va a gustar, y como de alguna manera nos han educado para complacer, pues tenemos un claro conflicto de intereses. Lo que está claro es que hay hombres con los que no nos apetece bailar en un momento dado o no nos gusta bailar con ellos en ningún momento, y aunque son dos casos completamente distintos, la respuesta que reciben es la misma, y va directa a su ego. El cabeceo se inventó para algo: evitar conflictos de intereses, incomodidades, y egos doloridos. 

 Pero no se porqué, en Europa no se estila. El rechazo en la invitación, el sistema del cabeceo y cómo encajan un rechazo los hombres es muchas veces tema de conversación en mesas donde compartes momentos con milongueros y milongueras. Y un tema espinoso también. 

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