domingo, 18 de agosto de 2013

Picaron los pececillos, pero no los milongueros

Estaba en un festival de tango y tras unas milonga sin recibir apenas invitaciones a bailar, lo publiqué en mi grupo de milongueros de Facebook. El cebo estaba lanzado, solo faltaba esperar a ver quien picaba... ¡y picaron los pececillos... o mejor dicho, mis amigos milongueros de Facebook! Fue divertido ver e intentar seguir los consejos que recibí.

Con un toque de humor un amigo me aconsejó que me pusiera un buen escote y me aseguró que con eso sería suficiente. Parece que no tuvo en cuenta que hay algunos que van a bailar y no a mirar escotes, pero supongo que el consejo vino para encandilar a aquellos que van a las dos cosas, ya que serán la mayoría porque al fin y al cabo, según sus palabras, son hombres. Creo que ir con escote tiene sus riesgos ya que a veces porque puede impedir que milongueros con pareja sentimental celosa o chicos tímidos te inviten. Luego están los que pueden hacerse ideas equivocadas. Aún así, mi experiencia me dice que ir un poco sugerente sin duda ayuda a recibir invitaciones. Seguí su consejo, pero parece ser que a veces no depende de un escote, sino de la alineación de las estrellas ya que esa noche me fui de nuevo sin bailar apenas.

Hubo alguien que se atrevió a concretar exactamente el atuendo que debía ponerme, mostrando ser un conocedor alarmantemente bueno de mi guardarropa. El inconveniente: no tenía mi armario delante y obviamente tampoco su sugerencia, sino tan solo unos trapitos que había llevado para el viaje. Eso sí, me aconsejó los zapatos. Y me los puse porque son los más cómodos que tengo, son preciosos, pero tambien algo viejos, y sucedió lo que sucede cuando el tiempo roba vida a las cosas: se le rompió el tacón bajando las escaleras del baño ¡prácticamente al comienzo de la milonga! Por suerte, esta milonguera que escribe iba con ruedas de repuesto, aunque de poco sirvieron esa noche porque en lugar de las estrellas, ¡parecía que esa noche era la luna la que no estaba alineada!

La sugerencia de colocarme cerca de la barra me gustó mucho. No había sillas ni mesas disponibles junto a la barra y de pie en tacones una se cansa un poquito, así que decidí ir y venir a la barra continuamente a por un vino, algo para comer, agua: debieron creer que tampoco fui a bailar, sino más bien a darme un banquete porque no recibí casi ninguna invitación. Bebí mucho, y al baño tuve que ir mucho, y entre paseo y paseo escaleras abajo y escaleras arriba, la milonga se fue pasando, ¡menos mal que seguro que mis glúteos se beneficiaron!

Una mujer me dijo que una sonrisa y una mirada intensa sirven en bandeja las invitaciones. Consejo de una buena milonguera,consejo que tenía que seguir. Miraba alrededor, sonreía, movía la pierna con la música a ver si alguno se enteraba de que quería bailar, y los únicos que se acercaban eran esos hombres con los que ninguna quiere bailar. Creo que quizás me estaba mostrando demasiado complaciente, demasiado deseosa de bailar, dando una señal equivocada de que tenía que ser muy principiante y dispuesta a aceptar cualquier proposición.

Por privado hubo consejos de otro tipo, como el que me aconsejó no poner en mi muro de Facebook que no estaba en casa, porque haciéndolo podían entrar a robar en mi casa si enteraban de que estaba de viaje.

Otro consejo fue que me moviera de mi mesa y paseara de un lado a otro para que me vieran o me ubicaran, ya que a veces entre tanta gente no es fácil. También me sugirieron quedarme junto a la pista de pie, o en una silla cerca de la pista. Intenté todo eso pero quizás al final no terminaban de ubicarme de tanto que me movía de un lado a otro porque la verdad es que no funcionó.

Creo que uno de los mejores consejos fue que mirara todo el tiempo a los bailarines con los que quería bailar, hasta cruzarme con la mirada de uno, y luego el truco estaba en sonreírle. Es solo que cuando seguí este consejo, había perdido una lentilla (aunque eso sea otra historia) y no veía muy bien. He de confesar que funcionó, solo que me equivoqué de chico y le hice ojitos a uno que se parecía al chico con el que quería bailar. Terminé bailando con uno que ya conocía y con el que no me hace mucha ilusión bailar: ¡y ahora el buen hombre cree que me gusta bailar con él porque fui yo practicamente quien le invito!

El SOS plantado en Facebook hizo que mis amigos de Facebook picaran y me dieran buenos consejos con el corazón, ¡pero los milongueros se me resistieron... esa vez!

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