viernes, 21 de marzo de 2014

Bailando con un músico

Era un festival de tango al que fui solamente a la milonga del sábado, y encima llegué tarde. Pagué la barbaridad de veinte euros por la entrada a una milonga en la que hacía un calor infernal y en la que media hora después de entrar iba a tragarme una orquesta imbailable por casi una hora. Al menos, después quedaron otras dos horas de buena musicalización, regalada por Ariel Yuryevic.

La hora de orquesta la dediqué a charlar con amigos y comer unas riquísimas empanadas caseras que ofrecían. Parte del tiempo lo empleé en acompañar al amigo con el que había ido a esa milonga, a dar una vuelta y ver el ambiente, mientras él murmuraba: "¿¿cómo pueden tocar esto??¡pero si no se puede ni bailar!". Luego me pasé a ver modelitos en los puestos de ropa y zapatos de tango, pero al menos fui lo suficientemente sensata como para no pecar y terminar metiendo un trapito más en mi abarrotado armario.

Una vez que dieron paso al DJ, recibí una invitación de un chico joven, de unos treinta años o alguno más, y como la media de la mayoría de los asistenteses era de exactamente el doble de su edad, pues fue como encontrar la nota discordante. Acepté bailar con la nota discordante. No era un sol, era un do, y de pecho. Lo digo porque de ahí precisamente salió la tos que me dio al atragantarme cuando me preguntó qué me había parecido la orquesta. Y en uno de esos extraños momentos en el que dejo que la sinceridad se atragante un poco y permito que la diplomacia me haga quedar bien, le contesté que había llegado tarde, por lo que me había ido a comer algo y saludar a unos amigos, y que casi ni me había parado a escuchar la orquesta. Me quedé sorprendida de lo cercano a la verdad que era lo que había dicho, evitando criticar a la orquesta. Menos mal que no lo hice. Él se presentó como uno de los músicos. Caaaaaaasi. Casi la lío.

El simpático chico bailaba raro. Así lo definiría. Poco y raro. Parecía más bien que intentaba interpretar la música como él lo haría con un instrumento musical. No se baila como se toca, pero supongo que él era tan principiante como bailarín, que estaba en el proceso de entenderlo. Los conocimientos de música pueden ayudar a la hora de bailar y comprender la musicalización a la hora de interpretar un tango bailándolo, pero nada más. Son dos mundos diferentes. Lo se porque yo aprendí solfeo por años, e incluso toqué piano, hasta que me di cuenta de que no era lo mío, o mejor dicho, hasta que mi madre se dio cuenta de ello. Por cierto, tardó unos diez años.

1 comentario:

  1. Qué bueno Ariel!!! Musicalizó varias de las milongas en las que estuve en el último Festival de Sevilla, en Febrero.

    Eran buenas hasta las cortinillas!!!!

    Jose.

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