viernes, 24 de mayo de 2013

Milonga Rosa

 Estaba compartíendo mate con un amigo cuando me contó que había estado en una milonga rosa. Era la primera vez que oía hablar de tales milongas. Parece que son aquellas milongas en las que es la mujer y no el hombre quien invita a bailar.

 Me interesé en seguida, ya que además de que no he estado en ninguna, me parecen de lo más curiosas, y seguramente de lo más instructivas. De igual modo que opino que muy de vez en cuando, en las clases de tango deberían cambiarse los roles para que las mujeres hagan de hombre y los hombres de mujeres para aprender a ser algo más comprensivos los unos con los otros.

 El fue a bailar con una amiga a una milonga. Al llegar, su amiga en lugar de bailar con él la primera tanda, como se hace por cortesía con la persona con la que has asistido a la milonga o de igual modo bailas la última tanda con esa misma persona, la bailó con otro chico al que ya se la había prometido días antes. Fue su primera sorpresa.

 Poco tiempo después, estaba en la barra y se le acercaron dos chicas con intención de invitarle a bailar. Aceptó una invitación de la primera y a la segunda le prometió la siguiente tanda. Sucedió que cuando iba a buscar a la segunda chica, su amiga le invitó a bailar y tuvo que rechazarla porque ya tenía prometida la tanda. Finalmente se quedó sin bailar porque la segunda chica le dijo que esa tanda en particular que estaba sonando se la había prometido a otro chico... y su amiga ya estaba en la pista acompañada.

Pero hubo más sorpresas. Cuando por fín iba a bailar con la segunda chica, esta le abandonó después de un tango por otro chico, estupendo bailarín, a los que cuanto te invitan nunca les dices que no. Ni corta ni perezosa dejó a mi amigo plantado en la pista. El comportamiento de ella fue grosero como mínimo y creo no conocer a chico alguno que haría algo así. Este pequeño episodio sirvió para que mi amigo crea que esto les sucede también a las chicas,  y supongo que se despertaría en él un sentido agudo de solidaridad hacia nosotras.

 La noche prometía más sorpresas, así que al finalizar la milonga hubo una más. Él ya tenía en el suelo sus zapatos de calle alineados, se había quitado uno de los de baile y estaba a punto de desatarse el otro cuando se le acercó otra chica y le preguntó: "¿te estás cambiando ya?". El se sorprendió de una pregunta que para él era evidente ya que si tienes cuatro zapatos a tu lado y estás agachado, no es precisamente para sacarles brillo, sino para calzarte los de calle e irte a casa. También le sorprendió que ella, teniendo toda la milonga, decidiera sacarle a bailar justo cuando ya se estaba cambiando, como si no hubiera tenido tiempo antes. Aún así, supongo que se volvió a calzar y bailó de nuevo, como hacemos el resto si realmente queremos bailar con esa persona y si los pies nos lo permiten. Porque a veces se quiere, pero no se puede.

  Lo curioso y gracioso de esta última situación: mi amigo me confesó que cuando le sucedió esto último se acordó de mí, ya que esa misma situación se había dado entre nosotros en más de una ocasión, siendo yo la que se estaba cambiando los zapatos y él quien venía a preguntarme si quería bailar. Me resultó de lo más simpático.

No hay nada como cambiar los roles de vez en cuando para aprender a ser más comprensivos. 

 Nota: como lo más habitual es una pareja mixta y que la mujer haga el rol de seguidora, generalizo, aunque hay que entender que al referirme a "mujer" o "bailarina" me refiero a quien hace el rol de seguidor, ya que obviamente hay mujeres que bailan con mujeres y hombres que bailan con hombres.

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