viernes, 10 de mayo de 2013

Otro momento entrañable...

 Era una milonga de domingo por la tarde, la última que se celebró en un festival local. El ambiente, espectacular, con pista rectangular, suelo de madera, y muy cálido. Y allí estaba yo, una milonguera con pies perfectamente descansados, sentadita en un sofá lleno de abrigos y bolsas de zapatos. Y como no, un tema precioso de fondo sonando.

 Y allí estaba él, por entonces conocido, hoy amigo. Observando, escuchando y eligiendo su mejor bailarina para los temas que iban entrando, y justo entonces comenzaron los primeros compases de una tanda de esas en la que parece que tu cuerpo cobra vida y tus pies empiezan a moverse solos.. a pesar de estar todavía sentada. Me buscó con la mirada, pero esta milonguera que se queja tanto de lo poco que se estila el cabeceo en las milongas europeas, nunca mira ni facilita el cabeceo, solo obseva la pista, escucha la música y a veces charla. Muy mal. Así que no hubo encuentro de miradas, pero él ni se lo pensó y vino a buscarme. Sonreí y antes de que me diera cuenta ya estábamos abrazados, mis ojos se habían cerrado y estaba entregada en cuerpo y alma a la música y al abrazo.

 Tan pronto empezó la primera frase musical, llegó la última del último tango de la tanda. Cuando son momentos de entrega y disfrute total, el tiempo vuela. Abrí los ojos, como decepcionada de que acabara la tanda, quería más. Y él me miraba, y vi emoción en sus ojos vidriosos. Sinceramente no me acuerdo del comentario que hice pero dio pie a una explicación, y fue entonces cuando él me dijo "cuando tengo un tema que me llega y lo bailio con una bailarina como tú, no puedo evitar emocionarme". Creo que ese fue una de las cosas más bonitas que me han dicho en mi vida. Conectamos muy bien al bailar y la música y su forma de bailar hicieron el resto. Es de esos milongueritos que apenas hacen una caminadita y dos o tres giros, y ya te hacen sumergirte en otro mundo. Todo un caballero, un once sobre diez.

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