viernes, 27 de junio de 2014

Una vez más, hablamos del cabeceo

En la milonga, esconderse sirve de poco. Fingir que no ves a alguien, sirve de lo mismo. Lo curioso es que algunos no captan el mensaje, o mejor dicho, no quieren captarlo. Hay hombres que se empeñan en conseguir su objetivo a cualquier precio, es decir, una milonguera con la que ellos quieren bailar, ignorando los códigos, y forzando situaciones. La excusa es que el cabeceo no se estila en Europa. La verdad es que a algunos no les conviene que se estile porque así tienen la opción de poner en compromiso a más mujeres, que educadas para complacer, la mayoría no sabe declinar una invitación o se siente mal al hacerlo, y finalmente aceptan por evitar una situación incómoda. 

Ahora bien, también hay mujeres que hacen exactamente lo mismo. Se amparan en esa afirmación de que el código de la milonga es machista y lo que hacen es imponer ellas de igual manera su "invitación", ya que de no hacerlo, sus posibilidades de bailar, y más aún de hacerlo con aquellos bailarines con quienes ellas quieren, decrecen considerablemente.

Creo que esta es una razón de peso por la que a mucha gente no le gusta el cabeceo. A mi, sin embargo, me parece una buena solución ya que con este método de invitación ambos eligen por igual. Yo como mujer, si no quiero bailar con un hombre, no le miro y punto; si quiero bailar con un hombre, le miro y con suerte me mirará y me cabeazará. Él hará exactamente lo mismo con las mujeres con las que quiere bailar. Si no lo hace, significa que prefiere bailar otro tipo de música conmigo, o que prefiere bailar con otra, o que no quiere bailar conmigo. Todo bien, sea la razón que sea. ¿Es tan difícil seguir un código que evita situaciones incómodas y pone en compromiso a otras personas?

Afortunadamente para el tango, cada vez hay más mujeres y hombres que declinan invitaciones con naturalidad. Ahora lo que falta es que nadie se ofenda ni se enfade. Quien invita, arriesga, aunque también es sabido que quien no arriesga, nada consigue. Es elección de cada persona de forma individual el invitar o no hacerlo, pero sería interesante ser consecuente con ello: si eres hombre y te gusta que te inviten también, tendrás que aprender a decir "no" de vez en cuando; si eres hombre y no te gusta que te inviten, acepta que tú invitarás pero ella, con el mismo derecho de elegir que tú te otorgas, elegirá y aceptará o no tu invitación; si eres mujer y no invitas porque les cedes a ellos ese privilegio, tendrás que esperar a recibir invitaciones que puede que no lleguen pero como premio, tendrás todo privilegio y derecho de rechazar invitaciones si así lo deseas; si eres mujer e invitas, al igual que ellos, acepta que tú invitarás pero él, con el mismo derecho de elegir que tú te otorgas, elegirá y aceptará o no tu invitación.

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