miércoles, 13 de mayo de 2015

El regalo de confiar

La confianza es lo que las milongueras a veces brindamos a perfectos desconocidos en los primeros segundos de un abrazo, o que a veces decidimos reservar si hay algo que no nos hace sentir cómodas. Regalarla o no depende de si tu pareja es experimentada o no, de si la conoces o no, pero sobre todo de lo que transcurre desde el momento en el que el cabeceo tiene lugar hasta que te ofrece el abrazo en la pista de baile. 

Esos primeros momentos son realmente importantes. No es lo mismo que un hombre te cabecee y espere a que te muevas de la silla para hacerlo él a que, sin dejar de mirarte, vaya decidido hacia ti y luego haga un segundo cabeceo cuando está a uno o dos metros de ti. Tampoco es lo mismo que tu pareja te arrastre a la pista y se meta en ella en cuanto ve un hueco, o que se tome su tiempo para esperar a que los demás pasen, siendo así considerado con el resto de los milongueros que ya están en la pista. Tampoco es lo mismo ponerse a bailar inmediatamente que tomarse su tiempo para abrazar, sentir y conectar, esperando a que el momento musical sea el adecuado.Y mucho menos es lo mismo abrazarte a alguien que descuida su higiene y su imagen, que abrazarte a alguien que se ha esmerado por gustar y hacer sentir cómodas a sus parejas de baile.

La confianza es sin embargo muy frágil. La intención del milonguero suele ser la de cuidar a su pareja de baile. Bien conscientes de ello, muchas milongueras se relajan y cierran los ojos, entregándose completamente al abrazo y a la música. Pero a veces, la intención del milonguero no es suficiente, y cuando ella recibe un golpe o dos, deja de relajarse, abre los ojos y su confianza en él se evapora. Ganarla de nuevo es todo un reto para el milonguero.

También estan los milongueros que bailan como locos y para sí mismos, provocan accidentes, y aunque se disculpan, vuelven a repetir, no cambian su actitud. No conozco milonguera alguna a la que le guste bailar con este tipo de chicos y sea capaz de confiar en ellos. Lo curioso es que el ego de estos milongueros, que llega más allá de las estrellas, les impide verse así mismos de esa manera. 

Luego están los principiantes, llenos de miedos, inseguros, pero con la mejor de las intenciones. Confiar en ellos es fácil tan solo por su intención, pero aunque no sea hasta el punto de relajarte completamente y cerrar los ojos, consiguen que disfrutes de su compañía. 

Y por último están los que se ganan la confianza eterna. Recuerdo un chico con el que bailé una vez y en algún momento durante la tanda, se quedó totalmente quieto. Parece ser que estaba rodeado de otras parejas, no podía moverse, y se acercaba peligrosamente un milonguero bien desbocado. El chico cerró totalmente su abrazo, rodeándome completamente con sus brazos, y esperó. Sentí el golpe, que parecía ir dirigido a mi, pero que mi pareja de baile recibió: lo sentí a través del abrazo. En ese punto no solo me enamoré por una milésima de segundo, sino que además se ganó mi confianza para siempre. ¡Yo quiero bailar con chicos como él!

1 comentario:

  1. Son tesoros dificiles de encontrar, pero estan por ahi....Yo tambien quiero.
    Muy bueno, me haces reir.

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