jueves, 27 de diciembre de 2012

Dejando la diplomacia en casa

 Mientras se baila, no se habla. Pero además de tener en cuenta esto, hay que saber lo que se debe o no decir en una milonga, bien porque puede ofender, bien porque se puede malinterpretar, o bien porque es algo grosero decirlo. Reconozco que yo misma he dicho alguna vez algo que no debía y creo que nos ha pasado a todos los que de alguna manera solemos ser muy sinceros, y de vez en cuando, simplemente se nos olvida la diplomacia en casa. Eso sí, hay grados de sinceridad… y de diplomacia. 

 Era una milonguita semanal, de esas en las que solo están "los de casa". Yo me sentía especialmente coqueta y ese día me puse un top de algodón ajustado, aunque no muy pegado, y que me hacía lucir bastante escote. Bailaba una tanda de Canaro que me encanta, y concretamente el tema de Corazón Encadenado. Cuando suena algo que me vuelve loca me gusta entregarme del todo, bailar en abrazo cerrado, y a veces incluso cierro lo ojos para entregarme por completo a la música y al abrazo, sin enterarme de lo que sucede a mi alrededor. Y esa vez así era.  Envuelta en la magia, entre tema y tema y todavía flotando en una nube, abrí los ojos y me encontré con mi bailarín mirando a mi escote y diciendo “me la estás poniendo dura”. Me quedé atónita y sucedieron cuatro cosas: una, se rompió la magia y fui consciente de dónde estaba yo y donde estaba mi escote (en cualquier lugar menos donde debería de estar, dejando al descubierto buena parte de mi sujetador); dos, pasé del blanco pálido de mi piel al rojo escarlata en milésimas de segundo debido a la vergüenza; tres, la vergüenza se convirtió en  indignación por lo que había escuchado (he de decir que fue más por el descaro que mostró este chico en particular al decirme eso cuando su novia bailaba dos metros más allá, que el comentario en sí, por grosero que sonara); cuarto, empezó a sonar un nuevo tema y él a bailar, con lo cual todavía incapaz de reaccionar del todo, mis pies empezaron a moverse con la música en lugar de hacerlo hacia mi mesa después de contestarle un gracias. Menos mal que reaccioné así, en contra de mi naturaleza en situaciones de este tipo, porque creo sinceramente que fue un comentario terriblemente sincero, nada diplomático y totalmente fuera de lugar, pero solo eso, un perfecto arrebato de su parte, ya que su conducta desde entonces ha sido intachable.

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