miércoles, 12 de noviembre de 2014

Carnet de milonguero

¿Quien no se ha quedado mirando a la pista alguna vez y ha tomando la sabia decisión de no calzarse los zapatos o las sandalias tras observar todo tipo de peligros por la pista? Yo lo confieso, soy culpable de ello, y no una vez, varias. Eso sí, no es que no haya bailado en toda la noche, sino que he esperado a bailar las dos o tres últimas horas de la milonga, cuando cierto tipo de personas se han ido a dormir o hay suficiente espacio como para que mis parejas los esquiven con éxito.

Los más molestos suelen ser los que bailan como si les fuera la vida en ello: suelen meter mil pasos por compás, como si cualquier tema fuera una milonga; creen que disponen de un solo tango para mostrar todo aquello que saben, lo hagan bien o no; y además, muchos de ellos les da igual circular hacia adelante que hacia atrás. Curiosamente son luego los que más se enfadan cuando hay un choque, aunque ellos sean los culpables el 110% de las veces (y digo 110% porque a veces, sin estar involucrados directamente, suelen causar otros "accidentes"). Se los distingue desde fuera muy fácilmente ya que no escuchan la música aunque vayan a ritmo y son capaces de meter boleos y figuras de todo tipo aunque no peguen ni con cola con la música. 

Desde el punto de vista de una milonguera, independientemente del abrazo que tengan (algunos tienen un abrazo fantástico), no es agradable bailar con ellos puesto que te hacen sentir como que no bailas, ya que no escuchan a la mujer, bailan para sí mismos, pretendiendo que tú solamente les sigas, sin aportar nada al baile. Ellos bailan para que los miren.

Aunque no las haya mencionado a ellas, también hay milongueras peligrosas, como por ejemplo las que se adornan inventándose boleos que suben hasta las orejas, o las que con su energía arrastran al hombre, o las que no mantienen el eje, caen sobre el hombre y le hacen perder al eje a él, y así chocan con otras parejas. Creo que "peligro", lo queramos o no, la mayoría lo hemos sido alguna vez, sobre todo, en nuestra etapa de principiantes.

Me pregunto qué sería de las milongas si así como existe un carnet de conducir, existiera un carnet para circular por la pista de una milonga... ¡cómo cambiarían las cosas!. Supongo que como eso no es posible, ojalá en algún momento a algún organizador se le ocurra observar la pista e invitar amablemente a abandonarla a aquellos envueltos a menudo en "accidentes", o mejor aún, que sean los propios milongueros y milongueras quienes lo hagan, por el bien de todos. Pero supongo que eso es mucho pedir.

2 comentarios:

  1. Cuánta razón llevas. Te comento cosas que ocurrieron el pasado sábado.
    El sábado sufrí (y posiblemente también provoqué) alguno de estos peligros. Concretamente, en un cierto momento se me cruzó una pareja en sentido contrario a velocidadd meteórica. Los conozco a ambos sólo de verlos en las milongas, a las que siempre vamos los mismos, pero de nada más. Así que tuve que echar el freno de emergencia para evitar el choque. Más tarde, la chica me invitó a bailar, de forma directa por supuesto, ya que es lo habitual por aquí, y el baile estuvo bien, aunque tendía a balancearse de una forma que por lo menos a mí me parecía más salsera que tanguera, pero aparte de eso se dejaba llevar bien y a la velocidad por mí indicada, que no suele ser meteórica.
    En otro momento recibí un impacto por la derecha. El accidente fue provocado por un milonguero y compañero de clase de tango, que situado a mi derecha, pues yo iba por el "carril interior" por así llamarlo, marcó apertura hacia su izquierda seguida de ocho atrás de su pareja. En fin, cosas normales de la vida milonguera, que al final quedan en una sonrisa burlona y un "¡¡¡mira por el ehpejo pisha!!!"
    Abrazos milongueros.

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  2. Las milongueras tenemos un consuelo a estos accidentes: el que casi todos los chicos os dejáis la piel intentando proteger a la chica. Digo "casi" porque también hay unos poquitos que además de bailar solos (la milonguera no es una compañera de baile para ellos sino un accesorio más como lo son los zapatos o la camisa) y la pobre termina ejerciendo de parachoques. Pero el poner límites o no a estos chicos es cosa nuestra: la cosa cambiaría mucho si nosotras les decimos "gracias", y damos por finalizada la tanda aunque hayan sonado solo cinco compases. ;-)

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