martes, 23 de diciembre de 2014

La mejor opción

Era invierno y yo regresaba a mi ciudad después de pasar un fin de semana con una amiga. Una milonga local estaba a punto de finalizar y aunque estaba cansada del viaje y algo enferma, quise pasar a saludar a unos amigos antes de irme a casa. Obviamente llegué muy tarde, justo para las últimas tandas, pero allí me encontré a un pequeño grupito que remataba la milonga y a un milonguero de otra ciudad que ya conocía y que estaba de visita acompañando a un amigo. Muy buen bailarín, tan solo había bailado con él una vez antes aquel día en el que iba especialmente guapa con vestido nuevo, que descubría un escote al que él puso especial atención durante aquella noche.

En esta milonga él estaba sentado, aburrido, y se iluminaron los ojos cuando me vio. Las milongueras que había aquel día aún en la pista eran muy principiantes y además estaban casi todas bailando con sus parejas, así que obviamente yo era su mejor opción. Me invitó a bailar y tras terminar la tanda siguió bailando conmigo. He de reconocer que estaba encantada y como sabía que ya terminaba la milonga, bailé las dos últimas tandas que quedaban con él.

El tiempo pasó y meses después volvimos a coincidir en un evento. Allí estaba él con sus amigas milongueras de siempre, con las que se ve a diario y con las que repartió casi todas sus tandas a lo largo del fin de semana. De mi, ni se acordó. Pero lo entiendo: al fin y al cabo ellas son amigas y mejores bailarinas. Además, soy defensora de la idea de que cada uno baila con quien quiere.

De nuevo coincidimos en unos dos o tres eventos más, y sucedió exactamente lo mismo. Deduje que no le gustaba bailar conmigo y que por eso no me invitaba. Era como si hubiera dejado de existir para él. Pero entonces la realidad cayó sobre mi como un cubo de agua fría: me había utilizado. Eso sí es algo que no entiendo ni tampoco acepto bajo ningún concepto. Me di cuenta de él solo había bailado conmigo cuando no tenía nadie más con quien bailar, pero luego dejé de ser su mejor opción y sencillamente dejé de interesarle. Opino que si a un chico no le gusta bailar conmigo, no pasa nada, pero no debería invitarme: me parece mezquino que lo haga solo cuando no tiene con quien bailar.

De todas formas, si lo ha hecho una vez, seguro que lo hará de nuevo. Esperaré ese día porque estoy segura de que tarde o temprano llegará: cuando yo sea de nuevo su única y mejor opción. Entonces yo respiraré profundo y tomaré el tiempo necesario para explicarle la razón por la cual le rechazo. Quizás no lo entienda o no quiera entenderlo porque para eso se necesita una madurez y empatía que creo que él no tiene, pero también existe la posibilidad de que me equivoque, de que él se de cuanta de lo poco acertado que ha sido su comportamiento e incluso se disculpe. Entonces y solo entonces, volveré de nuevo a bailar con él.

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