viernes, 14 de febrero de 2014

Personal e íntimo

No cabe duda de que nuestro baile es reflejo de cómo nos sentimos en un momento dado, de nuestro nivel de energía, de si nos gusta la música que suena, de si estamos cómodos con el abrazo, de si tenemos o no afinidad personal con la pareja de baile, de la cortesía y respeto mutuos, de cómo nos desenvolvemos en la vida y en la sociedad, y de nuestros miedos e inseguridades

Todos los tenemos en mayor o menor grado ya que al fin y al cabo somos seres humanos, somos vulnerables. Yo particularmente lo soy en el baile más que en mi vida personal o profesional. Es una debilidad que me hace sufrir un poco porque en mi intento por controlar mi entorno para sentirme segura,  en el baile no lo consigo. Me pongo nerviosa cuando se que hay una cámara de fotos cuyo objetivo me está apuntando o cuando alguien me observa con demasiada atención. No me disgusta por el hecho de que se observe mi forma de bailar o mi físico o mi forma de vestir para luego criticarlo, como si de un examen se tratara, sino porque siento que me roban algo al hacerlo, y ese algo nada tiene que ver con lo anterior. 

Al bailar expongo mis sentimientos, el alma, y la ofrezco por unos minutos a la música, a mi pareja de baile: para mí es algo así como desnudarme para alguien. Y esto no se lo puedo regalar a cualquiera, sino solo a quien me hace sentir lo suficientemente cómoda como para abrir esa caja de Pandora. Muchas veces quiero, pero no puedo; pocas veces no quiero, pero puedo. Nadie dijo fácil y el milagro de querer y poder se da en menos ocasiones de las que desearía. Aún así, cuando dejo que esa magia suceda y es compartida, no conozco sensación tan maravillosa que se le parezca. De ahí supongo el enganche que tenemos muchos milongueros a bailar: es como un veneno que nos corre por las venas... un veneno que nos encanta. 

Cada vez que bailo llevo la esperanza colgada de que el milagro se de y por eso no me gusta exponer mi baile a los ojos de nadie: es algo muy mío, personal, íntimo. Al bailar cuando otros observan, eso que debería ser privado, comienza a ser público y no me gusta.

Recuerdo hace un par de años, en la celebración de mi cumpleaños, me prepararon una "emboscada" unos amigos. Una vez en el centro de la pista, con lo que me parecían montones de ojos observándome cuando en realidad eran unos pocos amigos y conocidos, bailé un vals. Estaba nerviosísima y no fui capaz ni de escuchar la música, así que os imaginareis cómo salió aquello. Creí que me sentiría como cuando das el primer tirón de cera al depilarte: se supone que el primero duele pero el segundo no tanto. Nada que ver. Poco tiempo después volví a sentirme valiente y salí a bailar en un cumpleaños de un amigo. Esta vez sí había mucha gente mirando. El resultado: aunque conseguí no pisar al pobre cumpleañero, la música debía de estar en otra sala porque no fui capaz de oírla. A pesar de todo, lo bueno es que no morí en el intento, sino que tan solo sufrí una pequeña taquicardia y tuve que quedarme en la "sala de espera" hasta que mis pulsaciones volvieron a la normalidad. 

No me gusta que me observen bailar porque siento que me obligan a regalar algo que no quiero compartir con todo el mundo, no soy natural, no lo disfruto. Lo que siento es que este miedo o inseguiridad me limita en ciertos momentos de la milonga, pero no pasa nada, no me va la vida en ello. Tiempo al tiempo.

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