lunes, 10 de febrero de 2014

¿Seguimos?

Lo acababa de conocer ese mismo día, y tras ir a pasear con amigos por una ciudad que visitaba por primera vez, esa noche me invitó a bailar y me brindó una tanda maravillosa, inesperada. Encontrar a alguien con quien tienes piel, disfrutas, sientes la energía fluir, y realmente te apetece repetir, es una especie de milagro que no se da en todas las milongas. Me sorprendió que tras la primera tanda me preguntara: "¿seguimos?". Obviamente acepté. Luego él me comentó que para él y su entorno es nomal repetir tandas con las chicas con las que se baila a gusto.

Hay ambientes en los que no está bien visto bailar varias tandas seguidas con la misma persona, aunque estés a gusto y quieras seguir repitiendo, especialmente en España. Los argumentos que he escuchado a mi alrededor a lo largo de mi vida de milonguera son de los más curisosos.

El primero que escuché, venía atado de los supuestos códigos milongueros y vino de un milonguero de la generación 6.0. Supongo que influenciada por los orígenes del tango, en el que las etiquetas sociales eran estrictas y juzgaban muy ligeramente a la mujer por cualquier comportamiento considerado socialmente inaceptable, era que si bailabas dos tandas seguidas con un hombre, significaba que tenías un interés en él como mujer. Y me hicieron creer que en el tango seguía siendo así. Como yo vengo de una ciudad en la que saludas a un chico por la calle y cree practicamente lo mismo, pues decidí evitar problemas, así que aunque me muriera de ganas por repetir tanda, el "gracias" tras la primera tanda salía rapidísimo de mi boca, sin dar opción a la petición de una segunda: evitaba problemas que obviamente no existían.

Luego vino un argumento dado por una milonguera de la generación 5.0 que me convenció más, supongo que porque apeló a esa solidaridad que debe de haber entre mujeres, o a esa educación que recibimos basada en que en la vida todo es sacrificio y hay que pensar en los demás antes que en tí misma. Me suena, credo en mi familia. Así que de nuevo, asumí como válido el que al haber más mujeres que hombres en la milonga, no era solidario hacia otras mujeres acaparar a un milonguero más de una tanda. No tardé mucho en darme cuenta de que esto era un absurdo ya que un milonguero bailará con quien quiera, al igual que lo hará la milonguera, y que porque no aceptes una segunda tanda con él, eso no significa que necesariamente vaya a invitar a otra. Me recordó mucho a la edad de los 15 años, cuando tienes una amiga a la que le gusta el mismo chico que a ti, él te corresponde y no aceptas salir con él porque en tu amor de amiga crees que así puede fijarse en tu amiga y ella será feliz.

Tampoco tardé mucho en darme cuenta de que alguna mujer no veía con buenos ojos la repetición de tandas por un sentimiento de lo más primitivo: la envidia. Ahí dejé de ser la tonta del patio.

Aclaremos una cosa: tanto nosotras como ellos vamos a disfrutar a la milonga. La realidad es que todo el mundo no disfruta con todo el mundo, independientemente del sexo, el nivel de baile y muchos factores más, sino más bien de que haya o no conexión con una persona y que esta conexión sea mutua (muy importante este último dato). Por eso es normal que todo el mundo intente bailar con quienes disfrutan bailando: lógico y normal. Ahora bien, si un chico quiere bailar con cinco chicas con las que disfruta bailando, aunque no baile con ellas, no quiere decir que vaya a invitar a otras, ya que le puede pasar como a mi: si se que que no voy a disfrutar una tanda o no voy a hacersela disfrutar a alguien porque no me gusta la música o no me gusta el bailarín, no bailo. Prefiero disfrutar de la música sentada o viendo bailar a otras parejas. Así de simple.

Creo que encontrar a una persona con la que disfrutas y te complementas bien no es fácil y menos aún, que esta sensación sea mutua. Como no ocurre en todas las milongas y es más bien un regalo que llega de vez en cuando en forma de abrazo, hay que aprovecharlo y disfrutarlo. Si hay gente que en lugar de alegrarse critican ponzoñosamente debido a la envidia, definitivamente, es su problema.

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