lunes, 20 de octubre de 2014

Cuando el burro le dijo al asno

En aquella milonguita había un invitado especial, un amigo de la anfitriona. Él, bailarín profesional de tango, fue el centro de atención de alguna que otra milonguera local, de las que andan siempre con el radar puesto para localizar a los mejores bailarines, acorralarlos e invitarlos directamente. Supongo que no es el hecho (querer bailar con los que bailan bien), sino el modo lo que importa.

En un momento dado, en el que yo estaba tomando algo en la barra, charlando con otra amiga, con él y con otro milonguero más, apareció una de estas mujeres a invitarle, interrumpiendo la conversación que manteníamos. Nos sorprendió a todos, pero él, habituado a situaciones como esa, acertó a salir del apuro como pudo. Al ser yo la única milonguera que en ese momento estaba a mano, puso una mano en uno de mis hombros y mirando a la intrusa le dijo que en ese justo momento él pensaba bailar conmigo. Mentira de las gordísimas, pero coló. Para encubrir su mentira, me agarró de la mano y murmurando algo así como "ahora tenemos que bailar, ¿no?", se dirigió a la pista. Para cuando fui capaz de reaccionar, estaba abrazada a él y el primer tango ya sonaba. No disfruté nada de la tanda: en aquellos tiempos todavía no podía mantener el eje casi ni de casualidad y me ponía muy nerviosa al bailar con milongueros más experimentados que yo. Así que la tanda fue un desastre: pero él se la buscó, él se la bancó.

Y luego se bancó otra más. La intrusa, al ver que había finalizado la tanda, volvió a acercarse a él y repitió su hazaña, solo que esta vez, él ya sin excusas y no queriendo ofender a una alumna de su amiga, aceptó resignado. Tuvo suerte: ella al menos bailaba mucho mejor que yo.

Lo curioso de esta anécdota es que más tarde, después de bailar una tanda, lo encontré sermoneándole al marido de la intrusa sobre bailar con todo el mundo y no con los que bailan bien. No se a qué venía esa conversación en la que me vi envuelta y quizás atrapé algo fuera de contexto, ya que recuerdo que me sorprendió y me resultó un sin-sentido porque por lo que había captado de la conversación, estaba siendo testigo: parecía como si un asno acusara a un burro.

Me explico. Por lo que yo he observado, normalmente los profesionales, al igual que casi todo el mundo, bailan con gente con la que se divierten bailando, normalmente otros profesionales o milongueros muy experimentados, y rara vez lo hacen con quienes no se divierten bailando, a no ser que sea por motivos profesionales (promocionarse, tener contentos a los alumnos o motivos similares), por lo tanto por eso no tenía sentido alguno que él aleccionara a otros de algo que seguramente él mismo hace.

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