domingo, 30 de noviembre de 2014

Una jugada nada maestra

En aquella milonga al aire libre había muchas mujeres y pocos hombres, como de costumbre. Entre ellos uno principiante, que apuntaba muy buenas maneras, un chico joven, educado y tímido que se atrevía con todo. Un pibe que hoy en día baila tango divinamente pero no baila milongas.

Sentadas en las gradas, observando la pista y disfrutando la tarde había un grupo de milongueras, vino una de milongas. Nuestro protagonista se acercó al grupo, e invitó a una de las mujeres de forma directa, sin cabeceo. Supongo que ella ya sabía que el pibe era principiante o quizás le había visto bailar antes, así que no queriendo bancarse una tanda de milongas con él, le dijo que estaba cansada y que no le apetecía bailar. El pibe, rechazado e inseguro, se quedó por allí sin atreverse a invitar a ninguna otra mujer.

Así que discreto en su rincón, no tardó en ser testigo de la siguiente escena: en la tercera milonga apareció otro hombre y tendiéndole la mano a la mujer, que antes le había rechazado, le invitó a bailar. Entonces ella se recuperó de repente de su cansancio, sonrió y aceptó la invitación con un "si" de lo más rotundo. Tanto ella como el resto de las milongueras ahí sentadas se dieron cuenta de que el principiante lo había observado todo cuando vieron su cara de incredulidad por la pronta y milagrosa recuperación de la milonguera  así como de su jugada maestra para no bailar con quien no le apetecía. Las demás milongueras miraron a la protagonista con reproche y también divertidas por su metedura de pata, esperando verla salir del apuro. Pero ella, con una de esas miradas tan expresivas, cómplices, les dijo: "cabritas", y luego se dirigió a la pista sonrojada por haber sido descubierta in fraganti.

Esta es una anécdota de la que fue testigo una amiga mía. Escenas como estas son muy habituales en las milongas y por eso he querido escribir sobre ella. Tras cada historia debería haber algo que se aprende, así que dejo que vosotros mismos aprendais vuestra lección. Él aprendió la suya: hoy en día cabecea, pero dice que no le gusta bailar milongas. ¿Será coincidencia?

1 comentario:

  1. Nuevo texto con el que ilustras las ventajas de la invitación a distancia. Como ya comenté, por aquí no se estila esa forma, y vengo pensando que como la oferta milonguera es escasa, con un promedio de 3 milongas al mes, y como el tango lo baila poca gente, es por eso que siempre vamos los mismos a las milongas. Por tanto, la mayor parte de los milongueros nos conocemos y nos tenemos confianza para invitar directamente.
    Nos leemos.

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