lunes, 20 de abril de 2015

Impartiendo una "clase de cabeceo"

El tango es un pequeño mundo, y aunque una viva en China y la otra en España, dos milongueras amigas se terminan juntando de nuevo sin planearlo. Hacía casi dos años que ella y yo no coincidíamos y a pesar de que no pudimos estar juntas mucho tiempo porque cada una tenía sus compromisos e intereses, hubo una noche en la que pasamos un buen tiempo juntas, charlando sobre nuestra vida, y cómo no, de la milonga, los milongueros y de lo fácil o difícil que era conseguir que te invitaran a bailar. Ella no usaba el cabeceo, a pesar de que sabía de su existencia. Me confesó que le resultaba incómodo mantener la mirada, que le daba vergüenza. Lo comprendí, seguramente era algo cultural.

Quise ayudarla y le expliqué todo lo que sabía, y le hablé de mi experiencia con el cabeceo. Así que le conté cómo recuerdo las primeras veces que usé el cabeceo y cómo al igual que a ella, me resultaba algo incómodo: no sabía cómo hacerlo. Pero luego aprendí lo que todas las milongueras con experiencia saben ya:

1. Hay que observar la pista y elegir a las personas con las que te apetece bailar.
2. Una vez localizados los milongueros que te interesan, debes seguirles con la mirada al finalizar la tanda para ver su ubicación.
3. Si puedes acortar distancias, mejor.
4. Le buscas con la mirada y la mantienes.
5. Esperas a que él mire hacia ti y te cabecee, que hará solo si él también quiere bailar contigo (si le sonríes mientras le miras, casi seguro que obtienes el cabeceo).
6. Si él no quiere bailar contigo o no te ve (lo notarás porque mira hacia otro sitio o no fija su mirada en ti), buscas con la mirada al siguiente de tu lista.

Además, como muchas milongueras, soy miope, así que en mis inicios en el cabeceo, sin gafas ni lentillas, lo tenía algo difícil. Al principio iba con gafas, y tan pronto como recibía el cabeceo, las dejaba sobre una mesa, y al terminar la tanda, regresaba a por ellas. Luego, me acostumbré a las lentillas y mi vida de milonguera mejoró considerablemente.

Como en todas las experiencias, de vez en cuando hay malentendidos, así que alguna vez me he encontrado a dos chicos delante mio creyendo ambos que acepté su cabeceo. Pero también me ha sucedido de ir a encontrarme con un chico después de un cabeceo y descubrir que no soy la única que ha salido a su encuentro. Con el tiempo aprendes a quedarte en tu lugar después del cabeceo, mirándole, y esperar a que ya a casi un metro de ti, te haga un segundo cabeceo o te sonría o te ayude a incorporarte a la pista.

Una vez que le expliqué todo esto a mi amiga, la animé a practicar y para su sorpresa, no se le daba nada mal. Fue divertido ver su cara cuando al primer chico al que ella miró con una sonrisa de oreja a oreja, le cabeceó: casi se pone a dar saltos de alegría mientras él la acompañaba a la pista. Unas horas más tarde me abrazaba emocionada contándome todo lo que había bailado y las buenas tandas que había disfrutado.

Tendré que montar una escuela de cabeceo: y eso que doy consejos, para para mí pocos vendo.

1 comentario:

  1. Vente por Cádiz a dar la primera clase, que aquí nadie usa el cabeceo....

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