domingo, 6 de octubre de 2013

Tarjeta roja

En aquella milonga había una orquesta tocando, la pista estaba con gente pero se podía bailar muy a gusto, y yo estaba disfrutando de una tanda preciosa. Mi pareja de baile era un bailarín estupendo con el que bailo a veces y que tiene bastante experiencia, por lo que es uno de los que me da la seguridad suficiente como cerrar los ojos y entregarme totalmente a la música, aunque muy a mi pesar, es de los que les gusta más el abrazo abierto, los boleos, ganchos y todo tipo de figuras de escenario. ¡Qué pena que ya no baile como cuando bailé la primera vez con él! por entonces bailaba en abrazo cerrado, muy milonguero él, y yo disfrutaba a mil con solo caminar y hacer unos pocos giros. Aunque he pensado que quizás bailaba así conmigo porque era incapaz de mantener mi eje y el baile no daba para más.

Disfrutando de aquella tanda preciosa, relajada, en algún momento del segundo tango sentí un golpe fuerte y seco pero que no dolió. Me dio justamente en esa parte entre las rodillas y las ingles, pero por la zona de detrás, en las dos piernas a la vez, generando un temblor en mi cuerpo, que como una onda expansiva subió desde las piernas, atravesando la columna, hasta llegar el cuello. Me dejó como un flan, incapaz de controlar mi fuerza, mi equilibrio y sentí cómo mi cuerpo fallaba y no me sostenía. Anduve rápida de reflejos y literalmente logré colgarme del cuello de mi bailarín para no caer al suelo. De no haberlo hecho, mi cuerpo hubiera seguido la misma trayectoria que un edificio al que con explosivos hacen caer hasta quedar en escombros. Me sorprendió sentir esa falta de control en mi cuerpo y durante aproximadamente medio minuto no fui capaz de continuar bailando, ni siquiera de mantenerme en pie por mí misma. Tras un descanso breve continué bailando, temblorosa y al final de la tanda tuve que sentarme. El efecto del golpe en mi cuerpo hizo que estuviera fuera de control por más de diez minutos. Nunca me había pasado algo así. A aquel golpe le siguieron unos días con dolores de cabeza.

Mi bailarín se portó como un ángel en todo momento y de la pareja que me golpeó fue ella la que más se preocupó aunque no se porqué extraña razón ella era la única que ponía énfasis en disculparse cuando era evidente que fue él quien la hizo lanzar un boleo, con fuerza y totalmente descontrolado. ¡Se merecía tarjeta roja y al menos cinco milongas castigado sin poder bailar!

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